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miércoles, 7 de agosto de 2019

El azul del océano en los mapas


Queridos compañeros, seguidores y amigos.
Que los calores aprietan por estas fechas es tema por todos conocido. Que las personas de bien se van de vacaciones abandonando y olvidando sus rutinas, también. Por ello los blogs andan tan desangelados y faltos de entradas y comentarios.

Un servidor se irá de vacaciones el último, cuando todos esteis de regreso, soportando el "Trauma postvacacional" esa milonga que nos venden como enfermedad del siglo XXI pero que en realidad no deja de ser, la tristeza morriñosa originada, al recordar nuestra libertad concedida por esta sociedad manipuladora y condicionadora durante un periodo de treinta días justitos y a veces ni eso.

Por tanto, no es que cierre por vacaciones, sino que me quedo en modo "Off" hasta que las cosas vuelvan a su ser verdadero, que decía mi abuela.
Para entonces, todos reintegrados de nuevo en nuestras maravillosas actividades cotidianas, disfrutaremos del reencuentro con las letras y las palabras. Abriendo ventanas virtuales que nos relajen de esa vida real, tan dura y alejada de la idílica veraniega, que intentaremos separar con sendos paréntesis durante el resto del año, para diferenciarla, destacarla y poder volver a ella con remenbranza de desterrados.

Os dejo pues, con este relato un tanto personal con el que me retrotraigo cuando me pongo melancólico llegadas estas fechas.

Abrazos y besos a quien corresponda.
Feliz descanso.  Nos veremos en Septiembre o mucho más allá. 







Creo recordar que el pequeño Javi contaba con ocho primaveras cuando ese año tras la finalización del curso escolar y al comienzo de las vacaciones, sus padres le anunciaban de forma inesperada, que irían a visitar durante un par de días a unos familiares de Valencia.

El pequeño no conocía el mar y por ello cuando intuyó que ese viaje convencional podía incluir una escapada a la costa, los ojos le hicieron chiribitas, se le erizó el vello de los brazos, y el corazón se le puso a cien por hora de media.

De todos es conocido que Madrid tiene muchos museos y piscinas públicas, pero que no tiene playa, de la misma manera que en Cádiz se hacen pocos muñecos de nieve aunque se coman ricos helados de cucurucho. Y el chavalín por tanto, recluido durante toda la temporada docente, en la capital , y vacacionando durante esos ocho años de su corta existencia en un pueblo recóndito de Castilla La Mancha. Sabía más de cardos, trigales, botijos y “resequíos” que de barquitos de vela, arena fina, sombrillas y agua salada.

Su sueño desde siempre era conocer la inmensidad del mar de la que hablaban sus compañeros de clase. Esas olas que te arrastraban, te mecían o te zarandeaban de forma gustosa. Esos puertos llenos de barcos de pesca, esas calas escondidas donde imaginaba piratas berberiscos haciendo de las suyas.

Y naturalmente visualizaba a esa multitud de personas tan variopintas, con sus cuerpos medio desnudos, tomando el sol de manera tan desesperada, que de blanco nuclear pasaban por amplia gama de rojos chillones a marrones y ocres de diversa intensidad. También le contaron sus compis de colegio de cómo se jugaba a hacer castillos con solo un cubo y una pala, convertidos en un instante de peones de albañil de obra, a arquitectos tan geniales como Gaudí el constructor de la catedral de Barcelona.

La imaginación de Javi se desbordaba y no veía llegado el momento de su encuentro con el mar, con esa grandiosidad que no abarcarían sus ojos por mucho que mirara más allá del horizonte.

Tal era su ilusión, que abría su libro de geografía e historia por las páginas de los mapas y se pasaba las horas muertas perfilando el contorno de la costa con un dedo, recreándose en el color azul de los mares y océanos.
Localizaba una y otra vez con exactitud meridiana la ciudad a dónde irían, y cerrando los ojos le parecía estar escuchando el graznar de las gaviotas, el sonido de las aguas saladas rompiendo en espuma junto a sus pies descalzos. Y visualizando toda la playa repleta de conchas y de mágicas caracolas marinas donde se escucharían las olas rompientes y los vientos ululantes. 

El viaje en el coche familiar rodeado de hermanos por todos lados menos por uno, se le hizo largo, y mi memoria escueta me recuerda que fue él, el que repitió con más asiduidad aquello de: ¿Cuándo llegamos? o esa otra frase de no menos original enunciado ¿Cuánto queda?

Los kilómetros se amenizaban como buenamente se podía, cantando las consabidas canciones del repertorio de todo buen viajero de carretera de los años sesenta y setenta, a saber: “Vamos a contar mentiras”, “Estaba el señor Don gato”, “Bartolo tenía una flauta”, “Tengo una vaca lechera”, Un elefante se balanceaba"… o con juegos como el de contar todos los coches azules, verdes o amarillos ( que también los había) que se cruzaban. O aquellos cuyas matriculas empezaran por un número determinado. O ese más difícil de adivinar por las letras a que ciudad pertenecía el conductor.

Pero con el que más tiempo se invertía era con el de “Veo, veo. Qué ves, Una cosita. Con que letrita es”. Hasta que alguno de los ocupantes se hartaba de ver pasar árboles y señales de tráfico y campos inmensos de girasoles y cebada y le entraba la somnolencia, la sed o las ganas de mear. O alguno de los mayores gritaba ¡Basta ya! que sois muy cansinos.

Y como todo llega en esta vida aunque tarde, mal y nunca. Javi bajó del coche corriendo en cuanto este se detuvo; y preguntó y preguntó que donde estaba el agua, que aquello se parecía mucho al lugar donde vivían, aunque menos cosmopolita y más provinciano. Naturalmente lo dijo con otras palabras que ahora no recuerdo.

–Primero la visita a los tíos y a los primos Javi –le contestaron, lugar habrá después para lo otro.

Pero lo otro seguía haciéndose esperar como todo lo bueno, que por otra parte una vez que llega pasa enseguida.
Porque visitar a unos tíos que no le aportaban nada como adultos que eran, y unos primos cuatro veces mayores que él, pues como que no le llenaban ni le divertía, ni le hacía ninguna ilusión. Además siempre estaban hablando de cosas que él no entendía. De chicas, fútbol y colecciones de sellos.

Pero ¡por fin! 

Por la tarde, sus padres pudieron llevarlo a una de esas famosas playas que había visto tantas veces en las fotografías, casi todas en blanco y negro. Lo vería todo en directo, su primer contacto con algo hasta ahora desconocido. La misma sensación, supongo, que la que experimentó Neil Armstrong al pisar la Luna.

Supongo que sería la playa conocida como "Las Arenas", la que más cerca estaba, en la que pisó Javi por vez primera la orilla de un mar, pero con zapatos y calcetines. No se pudo descalzar por inconveniencias logísticas o por falta de equipación, o porque la temperatura ya no era la adecuada a esas horas del atardecer. Teniendo en cuenta que el cambio climático era por entonces un concepto tan desconocido como los Ovnis o incluso como las Hamburguesas.

Fue todo un espectáculo verlo acercarse a la orilla batida por suaves olas. Con recelo, con sorpresa, con algo de miedo y timidez ante lo que le superaba y le tenía anonadado. Una especie de shock emocional hipnótico ante el que no parecía reaccionar.

Su padre se acercó después de observarle tras un largo intervalo y le puso la mano en el hombro, algo preocupado por su actitud pasiva y cariacontecida y le preguntó:

-¿Qué te parece Javi? ¿Te lo esperabas así?

A lo que el canijo peinado con flequillo a lo Ringo Starr cortado con cacerola, le contestó:

–No sé Papá, es que no las encuentro ¿Dónde están que no las veo?

Ante esa pregunta su padre extrañado le contestó con otra.

–A qué te refieres ¿A las barcas?

–No –le contestó Javi mirando al horizonte, hacia un lado y hacia el otro, como decepcionado.

– ¿Pues qué buscas?¿Un faro, el puerto? ¿a los bañistas?

– ¡No Papá! ¡Las letras!

– ¿Las letras? ¿A qué letras te refieres Javi?

–¡Pues cuales van a ser! esas donde pone lo de Mar Mediterráneo Papá.

Naturalmente os podéis imaginar las risas de todos los que estaban alrededor del protagonista, risas, que se hicieron extensibles en cada sobremesa o reunión familiar que tuvieron lugar a lo largo de los años. Pero a Javi no le hizo ninguna gracia hasta que con las explicaciones oportunas lo comprendió. y para entonces, maldita la gracia que le hizo su ignorancia.

Y es que alguien inocente como era yo hace cincuenta y muchos años, alguien que ya ha pasado de ser viejo a ser antiguo, valoraba lo desconocido como algo descrito, explicado, ilustrado y fotografiado hasta la saciedad, por expertos profesionales que editaban los libros donde nosotros estudiaríamos todo con posterioridad.

Y a un servidor le pareció por entonces un error mayúsculo, el no ver flotando sobre las aguas, esas letras que señalaban claramente, de que mar se trataba aquel que estaba viendo por primera vez. Y encima, para más Inri, que esas aguas no estuvieran tintadas con ese azul tan intenso y homogéneo como el que coloreaba la presentida masa líquida señalada en los mapas.

No sé yo si por vergüenza, pero ni me planteé preguntar por el punto negro, redondo y gigante que marcaba la ubicación exacta de Valencia.

Hoy, esbozo una sonrisa ingenua en mi descargo cada vez que recuerdo esta historia tan íntima, y me digo a mi mismo: Javi. La ignorancia que atrevida que ha sido siempre. Y aunque el tiempo pasa inexorablemente para todos para bien o para mal, hay cosas que no parecen cambiar. Parece seguir primando la desinformación, el engaño, y la imbecilidad voluntariosa de tantos y tantos que se conforman con espejismos y trampantojos; puestos por algunos interesados, de la misma manera que las equis en rojo de los planos de un tesoro inexistente que ilusos, buscamos sin parar. 




Derechos de autor: Francisco Moroz











jueves, 18 de julio de 2019

Una vez más



Antes de abrir la puerta sabía lo que se iba a encontrar. No obstante se hacía el propósito de entrar y acomodarse junto al sillón todos y cada uno de los días por la mañana; así había sido durante los últimos cinco años, y seguiría siendo hasta que Dios quisiera llevárselo de este mundo.

Esa acción cotidiana es la que le daba la motivación suficiente para seguir adelante, para levantarse cada amanecer y acostarse por la noche. Sin la fuerza que ello le insuflaba no era persona.

Se sentaba con mucho esfuerzo en la silla; la artrosis le acompañaba desde que cumplió los sesenta, y las articulaciones le dolían con cada movimiento que realizaba. Y entonces, la saludaba con mucha ternura dándole los buenos días.
Después le comentaba lo que tenía pensado hacer. Saldría a la calle con el andador para tomar el aire, que falta le hacía. Le hablaría de sus hijos y de sus nietos; los que en más de quince días no habían vuelto a visitarle; y eso era una eternidad para un tiempo tan limitado y unas horas tan eternas sin más compañía que la radio.

Sacaría el álbum y miraría las fotos de boda, las de los bautizos y comuniones. La de los pocos viajes que hicieron juntos. Recordaría alguna anécdota de las que les hicieron reír, y acariciaría su precioso rostro joven, fotografiado hacía tantísimos años.

Miraría el sillón vacío, y con lágrimas en los ojos, la volvería a echar de menos una vez más.

Derechos de autor: Francisco Moroz



martes, 25 de junio de 2019

La noche me confunde






“Hoy no me puedo levantar, el fin de semana me dejó fatal, toda la noche sin dormir bebiendo, fumando y sin parar de reír…” (Mecano)

Regento un local que fundó mi abuelo como taberna. Un tugurio de mala muerte donde cada noche pasaban individuos de la peor calaña. Pendencieros borrachines, desahuciados y perdedores. 
Donde se originaban peleas a navaja en las que corría la sangre en tanta cantidad como el vino que se trasegaba.

Mi abuelo se llamaba Constantino, remembranza de aquel emperador romano de hace muchos siglos. Pero todos le conocían como “Tini” el tabernero "Tinibroso", solo por el hecho de gobernar esa especie de antro siniestro.

Después llegó mi progenitor, que se emparejó pronto con una “reina de la noche”, mi madre. Que por aquel entonces era todo un "Bocatto di cardinale" para paladares exquisitos.

“Te vi llegar
con la noche a la espalda,
como un enigma en la oscuridad
te adiviné,
ligada a las estrellas
que me controlan a millones de años luz…” (Miguel ríos)

Ambos, heredaron el negocio y lo transformaron en bar de tapas, un establecimiento que dio de comer y de beber a toda la familia durante muchos años; hasta que ambos se jubilaron. Mi padre se llama “Blas” pero los clientes le conocían como “BlasTapas”; por las clavadas realizadas en los precios de los pinchos morunos. Un claro homenaje a su casi homónimo "Vlad Tepes" que realizaba la misma jugada con las estacas y los prisioneros de guerra, a los que les salía cara la jugada.

Cansado de toda una vida detrás de la barra sirviendo y sirviéndose de la clientela, se jubiló por los siglos de los siglos, pasándome el testigo generacional al que era imposible renunciar por culpa de una tradición familiar; fundamentada durante muchas décadas, en una absurda historia de inmigrantes rumanos escuchada hasta la saciedad desde niño.

Lo primero que realicé, fueron las reformas necesarias en las instalaciones para adaptar los espacios a las necesidades logísticas de los nuevos tiempos. La amplitud me daba juego para habilitar el sótano que reconvertí en vivienda; donde también ubiqué la bodega, las cámaras frigoríficas y el almacén. 
Arriba, una extensa barra corrida bien surtida con todas las variedades etílicas y espiritosas que actúan como señuelo para los parroquianos. Y una pista de baile con escenario para gogós y mesa de mezclas para Dj´s, que lo dan todo para poner la sangre del personal al punto de ebullición. Todo ello ambientado con luces y sombras que crean espacios muy íntimos para encuentros insospechados con final feliz, reservados V.I.P para los invitados elegidos a ciertos eventos organizados puntualmente.

El rótulo con el que quise dar a conocer el Night club, fue diseñado ex proceso en consideración y respeto a mi abuelo y a mi padre. 

En letras rojas y luminosas, bien visibles y en todo lo alto, puse: Disco-Pub "TiniBlas". De tal manera, que sin buscarlo, dio pie a que los malhadados, hipócritas e intransigentes vecinos del barrio que no soportan ni el ruido ni mi presencia, empezaran a denominarme como "Príncipe de las tinieblas". Ya tendrán su merecido con el tiempo, algo de lo que dispongo sin medida.

Imbéciles, no saben el sacrificio que me supone sacar adelante un negocio de tales características. Lo primero de todo no soporto…

La oscuridad, crece aún más y más
y las tinieblas se han apoderado de mi mente

y no lo puedo soportar y ya no sé lo que está bien o está mal… La noche no es para mí…” (Vídeo)

…las trasnochadas. Yo fui siempre de madrugar y de la opinión de que las noches se hicieron para dormir. Las ojeras me llegan al suelo y tengo los ojos siempre irritados y enrojecidos. No descanso lo suficiente. Presiento que no recuperaré el sueño por mucho que más adelante pueda dormir durante lustros y lustros.

Muy al contrario que mi padre, que decía: “Cuando me jubile no haré otra cosa más que estar “tumbaó” todo el día y salir a beber algo a partir de las doce de la noche”.

Y ahí lo tengo en el sótano, cumpliendo a rajatabla lo dicho. Junto con el abuelo, el bisabuelo, el tatarabuelo y algún ancestro lejano de cuyos nombres ya ni me acuerdo; tirados a la bartola junto a sus amantes, parejas, hijos, nietos, e incluso a la madre que los parió a todos.

Mientras, yo me parto el lomo currando como un condenado a galeras y a perpetuidad. Que de tanto estar encerrado ya no puedo soportar la luz. Y el sol me quema "toito" cuando saco la nariz por la puerta. Todo el día enclaustrado como murciélago en cueva. Y eso que algunos de los que reposan ahí abajo decían que yo no tenía sangre en las venas, y que estaban hartos de que solo chupara del bote. Y que como siguiera por ese camino no tendría donde caerme muerto ni a lo que hincar el diente.

Soy consciente de que heredé ciertos rasgos familiares característicos como pueden ser la palidez de mi piel, el pelo negro y lacio, una inquietante presencia y mis prominentes colmillos. Pero lo de la vida noctámbula sin pegar ojo, no va conmigo. Ciertamente no sé a quién habré salido.

También estoy hartito de los inconvenientes de este negocio, al tener que responder de continuo a los inspectores de sanidad con evasivas. Que lo de la bodega es vino tinto de la mejor calidad y lo de las cámaras de congelados carne de cerdo convenientemente fileteada. Así como convencer a los polis meticones, a base de consumiciones gratis, que esos individuos que desaparecen cada cierto tiempo, nunca pasaron por el local que dirijo.

Por estos pequeños detalles, cada día me resulta más penoso el ser inmortal y tentado estoy muchas veces de volverme a Transilvania. Y si no lo hago es porque tengo a casi toda la familia residiendo aquí.

Abandonarlos sería dejarlos en la estacada o literalmente, como clavarles una estaca en el corazón. Y uno será lo que sea, pero no un desalmado que con el remordimiento no pudiese ni mirarse en el espejo.


“No hay tiempo para nosotros.
No hay lugar para nosotros.
¿Qué es esto que construyen nuestros sueños?
Y aún se escapa de nosotros.
¿Quién quiere vivir para siempre?
¿Quién quiere vivir para siempre?  (Queen)  


Derechos de autor: Francisco Moroz


                     

miércoles, 29 de mayo de 2019

Mala compañera



Supongo que no es la mejor de las compañeras, en alguna ocasión la sorprendo haciendo cosas extrañas a mi alrededor, cosas imposibles, siempre de forma velada y discreta a los ojos de los demás.

Nunca me mira a los ojos, e intenta esconderse detrás, agazapada, como si no quisiera descubrir su presencia. Otras veces la presiento a mi alrededor inquieta, como a punto de saltar y realizar alguna locura, algún movimiento inesperado.
De noche desaparece ineludiblemente, nunca me dice a donde va, y aunque jamás llegamos a hablar sobre el tema su actitud me hace sospechar que se trae entre manos negocios turbios y trapicheos inconfesables.

Solo dormimos juntos en verano y primavera cuando nos tumbamos bajo la copa de alguno de los árboles frondosos de los que crecen en los jardines por los que solemos pasear. Nunca en la cama, es como si un irreverente pudor la hiciera alejarse de mi presencia manteniéndose distante de mi cuerpo. Sin embargo de noche, si salimos a la calle a tomar unas copas, parece crecerse. Eso me preocupa, pues me supera, se hace demasiado tangible y pavorosa, no la reconozco en su actitud amenazante. Su lado oscuro se intensifica pareciendo querer dominarme.

Llevo unos meses sin salir de casa, es donde estoy más seguro, alejado de su presencia que me atemoriza. ¿Cómo he llegado al extremo de querer vivir sin ella? Antes era imprescindible, pero ahora me asusto cuando aparece junto a mí, de improviso, sin avisar. siguiendo, el ritmo de mis pasos sin despegarse, incluso imitando mis movimientos como en una burla de mimo callejero que se riera de mi. Temo que se rebele y me agreda por la espalda en un descuido.

Hace unos días sin poder resistir más, y ante la duda de saber si estaba perdiendo el control de mi mente, concerté una cita con un especialista para consultarle sobre mi aversión, no fuera a tratarse de un caso de incipiente locura, una obsesión compulsiva o paranoica.

Después de unas cuantas sesiones donde tuve la oportunidad de trasmitirle mis cuitas e incertidumbres, nos hemos sentado frente a frente y con paciencia infinita me ha desgranado su diagnóstico, tranquilizándome al respecto sobre mis temores, dándome algunos consejos y recomendaciones preventivas.

-–Convivir con ella se ha convertido es toda una prueba para usted,-–me dijo, todas son iguales por lo común, pero la suya es un poco más complicada, va un poco por libre; y esa incertidumbre de, a dónde irá por las noches, ha de quitársela de la cabeza por su propio bien. Déjela que vaya y venga a su antojo, libérese, céntrese en lo cotidiano de su propia existencia, intente ignorarla, como si no estuviera o fuera invisible.

Salí aquél día de la consulta un poco más reconfortado, pero me duró poco la tranquilidad, pues cuando salía a la calle desde el portal, apareció ella de inmediato y poniéndome la zancadilla, me hizo caer de bruces en la acera haciéndome sangrar por la nariz con el golpe. Juro por todos los dioses del Olimpo, que escuché su risa burlona.

Un transeúnte que me vio caer me ayudó a levantarme preguntándome si me encontraba bien.­­

-–Sí, disculpe he debido tropezar con el escalón.

Cuando se ha alejado el buen samaritano, la he mirado con odio infinito pintado en la cara y me he dicho a mi mismo:

––¡Está claro que tengo muy mala sombra!



Derechos de autor: Francisco Moroz

sábado, 27 de abril de 2019

Síndrome de colores




Las musas te hacen malas pasadas cuando se olvidan o no quieren echarte una mano, pero siempre es pasajero este síntoma que los escritores hemos dado por llamar: síndrome de página en blanco. Hasta para poner adjetivos calificativos somos especiales los que llenamos de garabatos caligráficos las hojas de papel o esas otras virtuales de la pantalla del ordenador.

¡Pero no! eso no es lo que me pasaba desde hacía unos meses en los que me sentaba a escribir y solo me salían comienzos como este: 

El sujeto entró en la casa donde “Decorplast". Albañiles. Trabajos de reformas de interiores y exteriores acababa de construir un habitáculo anexo a la vivienda. En el garaje se encontraba aparcado un coche de “Rentauto". Vehículos comerciales de alquiler, con chófer o sin chófer, a simple vista perteneciente a un concesionario cercano al aeropuerto de donde el inquilino parecía haber regresado hacía poco...

Me estaba volviendo loco al llenar folios con estas sandeces sin sentido. Hace unas semanas quería proseguir con una historia que ya tenía empezada. Una con trasfondo policíaco donde un asesino de mente retorcida, siniestro e implacable, elige a sus víctimas por el tipo de calzado que usan.

Cuando releí lo que había escrito, me quedé con cara de gilipollas pensando que un tornillo se me acababa de caer y unos cables habían cortocircuitado en mi cerebro.
Ponía algo así: 

Sam Logan se presentó en el lugar donde se había citado con la hermosa mujer que iba a engrosar el número de fallecidos por estrangulamiento realizados por sus fuertes manos. Se trataba del local donde se ubicaba una zapatería "Santo Domingo de la Calzada". Zapatos ortopédicos y con plataforma que se adaptan a cualquier formato de pie. Consúltenos sin compromiso. 

La mujer al verle llegar, quedó gratamente sorprendida ante la puntualidad de su presunto amante mientras miraba su muñeca donde lucía un reloj comprado en “Relojerías Cityzán". Exclusivas piezas de lujo. Especialistas en reparación de cualquier tipo de maquinaría que requiera perfección suiza. Presupuestos gratuitos previa presentación de nómina o cuenta bancaria.

El frío asesino, disimuló con descaro sus intenciones, componiendo una sonrisa "Dentalfresh" El único dentífrico con blanqueadores y bífidus activos del mercado, al igual que por el inmenso placer que le proporcionaba el saber de antemano que esa mujer perecería en escasas horas. Ejecutaría sus propósitos después de una cena romántica en los “Salones Buterfly". Celebraciones de eventos, comidas de empresa, bautizos y comuniones, bodas, divorcios, despedías de soltero. Un servicio esmerado, adaptado a a las necesidades de cada cliente...”

¡¿No me digáis que no era de traca, como para volverse completamente tarado?!
El problema es que me sentía como poseído por el espíritu inmundo y enfermizo de un publicista sin freno ni pudor alguno. Dispuesto a todo con tal de plasmar los artículos pertinentes dirigidos a posibles y potenciales consumidores.

De tal manera me tenía preocupado este tema, que hablé con mi editor y este, después de despacharse a gusto con una estentórea carcajada, me recomendó un prestigioso psicólogo al que llevo visitando hace aproximadamente unos treinta y cinco días, y en los que durante dieciocho sesiones de hora y media, le he ido contando lo inexplicable de mi conducta inconsciente cada vez que me siento a escribir.

En un primer momento por el rabillo del ojo, me pareció sorprenderle frotándose las manos según iba desgranando lo complejo de mi cuita, pues sospecho que este terapeuta preveía que se encontraba ante un filón sin fondo, dado el carácter que iba conformando mi relato paranoico sin pies ni cabeza.

En la última sesión, a la que ya precedían otras diecisiete cobradas a precio de plata del Potosí, y cuando llegué a la parte de:

–Esto me viene ocurriendo desde hace unos tres meses, coincidiendo con la avería del ordenador que me petó a causa de una subida inesperada de tensión. Mientras esperaba el arreglo de la avería, eché mano a unos folios de papel, del de toda la vida, una pequeña resma que ya amarilleada, y que tenía arrinconada desde tiempos inmemoriales en una repisa llena de polvo.

Para ser exactos desde que la escritura informatizada a base de tecla y software entró en mi vida y olvidé el bolígrafo, la pluma y los soportes fabricados con base de celulosa.

Mi interlocutor puso cara de no entender nada, y otra de susto ante el sobresalto recibido por mi inesperado brinco del diván donde me recostaba. 
Lancé un grito como aquél “¡Eureka lo he encontrado!” que emitió Arquímedes de Siracusa mientras corría en pelota picada por la calle. 

Lo que precisamente en la actualidad los psicólogos denominan "Insight" que viene a ser: La reacción automática del individuo ante el destello espontaneo de su mente al descubrir la solución a un problema no resuelto por nadie hasta el momento.

¡Santo dios! como es que no me había percatado antes, de la causa que me estaba ocasionando semejante esquizofrenia. Era una fuerte intuición la que me había sobrevenido ante el posible objeto tangible que producía mi estrambótica forma de escribir.

Huí del piso donde se hallaba la consulta del psiquiatra, que como bandolero de Sierra Morena me estaba sacando los cuartos. Bajé las escaleras de dos en dos y de tres en tres, y con peligro de mi integridad física salí a la calle en tromba, para buscar una papelería de barrio, de esas que son tan difíciles de encontrar como al rayado y mimético "Wally".

Cuando encontré el pequeño comercio agazapado entre un bazar chino y un bar de copas. Entré poseído por el ímpetu invasor de “Atila” y el espíritu detectivesco de “Poirot” y casi sin vocalizar a causa de mi ahogo por la carrera que me había metido entre pecho y espalda en perjuicio de mis pulmones, pedí al dependiente un paquete de folios blancos que casi le arranqué de las manos con estas incluidas, agarrándolos con fruición después de pagarlos, saliendo por la puerta como una repentina corriente de aire y poniendo destino a mi guarida de oso de escritor soltero.

Rasgué la envoltura del paquete, cogí un bolígrafo abandonado en el escritorio, y me puse a escribir lo primero que se me ocurrió. Algo que quedó así:

"Me encuentro en mi estudio realizando una prueba de escritura. Para ello he comprado unos folios en una papelería del barrio situada entre un "todo a cien" y un bar. Y eso, después de salir de ese psicólogo tahúr que alargó la terapia con intención de dejarme seco hasta el plan de pensiones, sin tan siquiera preocuparse en comprender de qué iba la historia, ni mostrar interés por ella.”

A continuación busqué los viejos folios donde hasta hace poco había estado escribiendo, intentando plasmar lo mismo:

"Me encuentro en mi estudio situado en la Calle Venancio Pérez Gellidón "Apartamentos y oficinas Gelli". Todo exterior, con amplias vistas a patio interior. Muy luminosos de día, realizando una prueba de escritura caligráfica "El tintero de Oro". Mecanografía y taquigrafía adaptada a soportes informáticos. Enseñamos a hacer la "O" con canuto. Docencia profesional.

Para ello he comprado unos folios en una papelería "Paperbic". Vendemos todo tipo de material gráfico y de escritorio. Realizamos fotocopias a mano, encuadernaciones rústicas labriegas, e impresiones impresionantes. Hacemos pedidos de libros escolares para repetidores de curso, y falsificaciones de documentos de identidad y pasaportes. 

Situada entre un bazar "La Gran Muralla" (No podía llamarse de otro modo) Bajos precios en todo tipo de artículos. Pollo frito, fuegos artificiales, armas homologadas serias y legales con número rayado. Sombreros mejicanos con plumas de carnaval, pilas sulfatadas para linternas, flotadores para salvavidas, gorras de béisbol del Real Madrid. Productos higiénicos de segunda mano, y un bar de copas "El Chupito". Gambas y boquerones por tres euros con cincuenta. Raciones de chorizo y calamares. Desayunos completos de media tarde por un euro ochenta. Ambiente a refrito muy familiar. 

Todo ello después de salir del psicólogo "Sanamente". Terapias de grupo. Chequeos psicológicos con escáner. Hacemos descuentos a colectivos empresariales. Atención personalizada a desahuciados, y a comunidades de vecinos al borde de un ataque de nervios. Consulte nuestras tarifas desorbitadas sin compromiso y sin saber de qué va la historia. Nos despreocupamos de usted y seguimos a lo nuestro...

Sonreí satisfecho después de releer varias veces lo que había escrito en una hoja y en la otra. ¡Había dado con el problema!
Reuní los viejos folios mirándolos con cierta tirria y rencor por haberme tenido en un “Sin vivir en mi, y muero porque no muero” y los fui metiendo en la trituradora de papel de sobremesa uno a uno, con cierto regodeo placentero mientras en mi cara se dibujaba una sonrisa maligna parecida a la del “Joker” en la peli de“Batman.”

Lo que había padecido era una nueva versión del síndrome de la hoja en blanco, pero en este caso en una variedad más sofisticada. 
Se trataba de un síntoma desconocido hasta ahora; pues en “San Google” no encontré ninguna referencia al respecto. Por lo tanto lo bauticé como a un hijo mio con el nombre de:

“Síndrome de las páginas amarillas.” 



Derechos de autor: Francisco Moroz

jueves, 7 de marzo de 2019

Requiescat in pace





Bajo la escueta sombra de un ciprés algo apartado, espera impaciente a que terminen de enterrar el cuerpo.
El sacerdote ha dado consuelo espiritual a la familia, elogiado al difunto magnificando sus cualidades como buen esposo y padre. Hombre decente, trabajador, humilde, cariñoso, entregado a su familia. Ahora por fin reposa después de su paso por este triste mundo.

Los presentes muy recogidos y silenciosos parecen afectados, pero nada tan lejos de la realidad, cada cual piensa en sus cosas; contadas las lágrimas que resbalan por algunas mejillas.

Observa que la esposa, se tapa la boca con un pañuelo arrugado, escondiendo sus ojos enrojecidos tras unas gafas de sol. La niña pequeña agarrada a su otra mano, la mayor al lado, como una mujercita de quince años obligada a mantener la compostura que las circunstancias requieren, pero con deseos de salir corriendo para alejarse de allí.

Las dos serán las que menos echarán en falta a su padre, las que antes lo olviden. Pues el tiempo cicatrizará las heridas que deja con su ausencia.
El amor que siente por ellas como tío, es lo que motivó la decisión meditada que tuvo que tomar a lo largo de los últimos meses.

Está seguro que todo se ha resuelto de manera muy convincente, con escrupuloso detalle. Él se ha encargado de que así sea.

Como médico de confianza, certificó la muerte del finado. Contrató el tanatorio donde se veló al fallecido, atendió a los amigos y familiares, dio apoyo a la viuda para superar la pérdida resolviendo toda la burocracia requerida. La acompañó en todo momento como representante familiar; tanto en el funeral como en el entierro que finalizará en breve.

Ahora, junto al árbol, rememora los años pasados mientras observa a su dolorida hermana y sus sobrinas.
Aquél individuo que yace bajo tierra la cautivó en su momento con su arrebatadora presencia, su impulsiva personalidad, su fuerte carácter.

Recuerda un noviazgo compulsivo, una boda precipitada, unos embarazos dificultosos y una mujer destrozada psicológica y físicamente por los insultos y los golpes, que solo se quejó cuando las víctimas empezaron a ser sus hijas.

Las causas que han llevado a su cuñado a la tumba, serán el secreto que él se llevará a la suya.

Ahora todos podrán descansar en paz al igual que el finado, gracias a su acertado criterio de ayudarle a bien morir, quitándole de enmedio en el momento adecuado.



Derechos de autor: Francisco Moroz






sábado, 16 de febrero de 2019

Carta de amor a una chica muy especial







Eres un ser increíble creado a diferencia del común de los mortales, con la fuerza de voluntad necesaria para superar todos los obstáculos y conseguir los objetivos que te propones. Es cierto que te cuesta algo más que al resto, pero eso no deja de ser un aliciente más para la superación diaria. Eso te hace destacar y brillar con luz propia haciéndote a mis ojos muy atractiva.

Eres una chica con una sensibilidad que muchos quisieran para sí mismos. Tu vida no es nada fácil, lo sé, y por ello estoy a tu lado de continuo, animándote a seguir adelante a pesar de todos los problemas de aceptación que encuentras a tu alrededor. Yo conozco ese sentimiento de frustración que te confunde, tu tristeza cuando sientes que te miran con lástima o las frecuentes ocasiones en que los compañeros te dejan fuera de sus grupos de trabajo, de un equipo deportivo o una red social.

Para mi eres lo mejor que me ha ocurrido, lo único que tengo y da razón a mi existencia. Me gustas tal como eres y por ello, me gustaría que me tuvieses en cuenta y pensases en mi cuando te sientas abandonada en medio de esa marea humana que por desconocimiento, ignorancia, mala fe, o desprecio hiriente te zarandea. No dejaré jamás que te hundan. Nadaremos contra corriente si hiciera falta, para llegar a la orilla donde te sientas segura, pero dándote los motivos suficientes para volverte a lanzar a la lucha.

Te conozco desde niña y cada vez me siento más a gusto en tu compañía, es inevitable no sentir algo por ti cuando de continuo perdonas a los que a tu paso te evitan o se burlan por ser como eres ¿qué culpa tienes tú? ¿a caso les ofendes por tener lo que ellos no tienen? 
Te dignifica esa sonrisa que ilumina y es capaz de olvidar sin rencor. Tienes una capacidad innata para sentirte feliz y eso, junto a tu limpia mirada, es indudablemente un don fabuloso.

Te abrazaré desde adentro con todas mis fuerzas, arropándote cuando te sientas sola o incomprendida. Si lloras te daré consuelo, podrás pensar en mí como en alguien que incondicionalmente te acompañará mientras vivas. Un fiel aliado en las buenas y en las malas.
Celebraremos juntos tus pequeños triunfos que nos harán grandes a los dos. Nos forjaremos un futuro en común donde sea posible equipararnos a los demás.

Si me aceptas, caminaremos de la mano por la senda de nuestro destino, siempre de manera asertiva, siendo conscientes que tener un poco de síndrome de Down puede ser un condicionante, pero no una barrera para ser cada día mejores.

Siempre contigo. Tu autoestima, que hace que te quieras tal como eres.


Derechos de autor: Francisco Moroz






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