Las
musas te hacen malas pasadas cuando se olvidan o no quieren echarte una mano,
pero siempre es pasajero este síntoma que los escritores hemos dado por llamar:
síndrome de página en blanco. Hasta para poner adjetivos calificativos somos
especiales los que llenamos de garabatos caligráficos las hojas de papel o esas otras virtuales de
la pantalla del ordenador.
¡Pero
no! eso no es lo que me pasaba desde hacía unos meses en los que me sentaba a
escribir y solo me salían comienzos como este:
El sujeto entró en la casa donde “Decorplast". Albañiles. Trabajos de reformas de interiores y exteriores acababa de construir un habitáculo anexo a la vivienda. En el garaje se encontraba aparcado un coche de “Rentauto". Vehículos comerciales de alquiler, con chófer o sin chófer, a simple vista perteneciente a un concesionario cercano al aeropuerto de donde el inquilino parecía haber regresado hacía poco...
El sujeto entró en la casa donde “Decorplast". Albañiles. Trabajos de reformas de interiores y exteriores acababa de construir un habitáculo anexo a la vivienda. En el garaje se encontraba aparcado un coche de “Rentauto". Vehículos comerciales de alquiler, con chófer o sin chófer, a simple vista perteneciente a un concesionario cercano al aeropuerto de donde el inquilino parecía haber regresado hacía poco...
Me
estaba volviendo loco al llenar folios
con estas sandeces sin sentido. Hace unas semanas quería proseguir con una historia
que ya tenía empezada. Una con trasfondo policíaco donde un asesino de mente retorcida,
siniestro e implacable, elige a sus víctimas por el tipo de calzado que usan.
Cuando
releí lo que había escrito, me quedé con cara de gilipollas pensando que un
tornillo se me acababa de caer y unos cables habían cortocircuitado en mi cerebro.
Ponía
algo así:
Sam Logan se presentó en el lugar donde se había citado con la hermosa mujer que iba a engrosar el número de fallecidos por estrangulamiento realizados por sus fuertes manos. Se trataba del local donde se ubicaba una zapatería "Santo Domingo de la Calzada". Zapatos ortopédicos y con plataforma que se adaptan a cualquier formato de pie. Consúltenos sin compromiso.
Sam Logan se presentó en el lugar donde se había citado con la hermosa mujer que iba a engrosar el número de fallecidos por estrangulamiento realizados por sus fuertes manos. Se trataba del local donde se ubicaba una zapatería "Santo Domingo de la Calzada". Zapatos ortopédicos y con plataforma que se adaptan a cualquier formato de pie. Consúltenos sin compromiso.
La
mujer al verle llegar, quedó gratamente sorprendida ante la puntualidad de su
presunto amante mientras miraba su muñeca donde lucía un reloj comprado en “Relojerías
Cityzán". Exclusivas piezas de lujo. Especialistas en reparación de cualquier
tipo de maquinaría que requiera perfección suiza. Presupuestos gratuitos previa presentación de nómina o cuenta bancaria.
El frío asesino, disimuló con descaro sus intenciones, componiendo una sonrisa "Dentalfresh" El único dentífrico con blanqueadores y bífidus activos del mercado, al igual que por el inmenso placer que le
proporcionaba el saber de antemano que esa mujer perecería en escasas horas. Ejecutaría sus propósitos después de una
cena romántica en los “Salones Buterfly". Celebraciones de eventos, comidas de
empresa, bautizos y comuniones, bodas, divorcios, despedías de soltero. Un servicio
esmerado, adaptado a a las necesidades de cada cliente...”
¡¿No
me digáis que no era de traca, como para volverse completamente tarado?!
El
problema es que me sentía como poseído por el espíritu inmundo y enfermizo de un publicista sin freno ni pudor alguno. Dispuesto
a todo con tal de plasmar los artículos pertinentes dirigidos a posibles y
potenciales consumidores.
De
tal manera me tenía preocupado este tema, que hablé con mi editor y este,
después de despacharse a gusto con una estentórea carcajada, me recomendó un
prestigioso psicólogo al que llevo visitando hace aproximadamente unos treinta y cinco días, y en los que durante dieciocho sesiones de hora y media, le he ido contando lo
inexplicable de mi conducta inconsciente cada vez que me siento a escribir.
En un primer momento por el rabillo del ojo, me pareció sorprenderle frotándose las manos según iba desgranando lo complejo de mi cuita, pues sospecho que este terapeuta preveía que se encontraba ante un filón sin fondo, dado el carácter que iba conformando mi relato paranoico sin pies ni cabeza.
En un primer momento por el rabillo del ojo, me pareció sorprenderle frotándose las manos según iba desgranando lo complejo de mi cuita, pues sospecho que este terapeuta preveía que se encontraba ante un filón sin fondo, dado el carácter que iba conformando mi relato paranoico sin pies ni cabeza.
En la última sesión, a la que ya precedían otras diecisiete cobradas a precio de plata del Potosí, y cuando llegué a la parte de:
–Esto
me viene ocurriendo desde hace unos tres meses, coincidiendo con la avería del ordenador que me petó a causa de una subida inesperada de tensión. Mientras esperaba el arreglo de la avería, eché mano a unos folios de papel, del de toda la vida, una pequeña resma que ya amarilleada, y que tenía
arrinconada desde tiempos inmemoriales en una repisa llena de polvo.
Para ser exactos desde que la escritura informatizada a base de tecla y software entró en mi vida y olvidé el bolígrafo, la pluma y los soportes fabricados con base de celulosa.
Para ser exactos desde que la escritura informatizada a base de tecla y software entró en mi vida y olvidé el bolígrafo, la pluma y los soportes fabricados con base de celulosa.
Mi
interlocutor puso cara de no entender nada, y otra de susto ante el sobresalto
recibido por mi inesperado brinco del diván donde me recostaba.
Lancé un grito como aquél “¡Eureka lo he encontrado!” que emitió Arquímedes de Siracusa mientras corría en pelota picada por la calle.
Lo que precisamente en la actualidad los psicólogos denominan "Insight" que viene a ser: La reacción automática del individuo ante el destello espontaneo de su mente al descubrir la solución a un problema no resuelto por nadie hasta el momento.
Lancé un grito como aquél “¡Eureka lo he encontrado!” que emitió Arquímedes de Siracusa mientras corría en pelota picada por la calle.
Lo que precisamente en la actualidad los psicólogos denominan "Insight" que viene a ser: La reacción automática del individuo ante el destello espontaneo de su mente al descubrir la solución a un problema no resuelto por nadie hasta el momento.
¡Santo
dios! como es que no me había percatado antes, de la causa que me estaba
ocasionando semejante esquizofrenia. Era
una fuerte intuición la que me había
sobrevenido ante el posible objeto tangible que producía mi estrambótica forma
de escribir.
Huí del piso donde se hallaba la consulta del psiquiatra, que como bandolero de Sierra Morena me estaba sacando los cuartos. Bajé las escaleras de dos en dos y de tres en tres, y con peligro de mi integridad física salí a la calle en tromba, para buscar una papelería de barrio, de esas que son tan difíciles de encontrar como al rayado y mimético "Wally".
Cuando
encontré el pequeño comercio agazapado entre un bazar chino y un bar de copas. Entré poseído por el ímpetu invasor de “Atila”
y el espíritu detectivesco de “Poirot” y casi sin vocalizar a causa de mi ahogo
por la carrera que me había metido entre pecho y espalda en perjuicio de mis pulmones, pedí al dependiente un paquete de folios
blancos que casi le arranqué de las manos con estas incluidas, agarrándolos con fruición después de pagarlos, saliendo por la puerta
como una repentina corriente de aire y poniendo destino a mi guarida de oso de escritor
soltero.
Rasgué
la envoltura del paquete, cogí un bolígrafo abandonado en el escritorio, y me
puse a escribir lo primero que se me ocurrió. Algo que quedó así:
"Me
encuentro en mi estudio realizando una
prueba de escritura. Para ello he comprado unos folios en una papelería del
barrio situada entre un "todo a cien" y un bar. Y eso, después de salir de ese
psicólogo tahúr que alargó la terapia con intención de dejarme seco hasta el plan de pensiones, sin tan siquiera preocuparse en comprender de
qué iba la historia, ni mostrar interés por ella.”
A
continuación busqué los viejos folios donde hasta hace poco había estado
escribiendo, intentando plasmar lo mismo:
"Me
encuentro en mi estudio situado en la Calle Venancio Pérez Gellidón "Apartamentos
y oficinas Gelli". Todo exterior, con amplias vistas a patio interior. Muy luminosos de día, realizando una
prueba de escritura caligráfica "El tintero de Oro". Mecanografía y taquigrafía adaptada a soportes
informáticos. Enseñamos a hacer la "O" con canuto. Docencia profesional.
Para ello he comprado unos folios en una papelería "Paperbic". Vendemos todo tipo de material gráfico y de escritorio. Realizamos fotocopias a mano, encuadernaciones rústicas labriegas, e impresiones impresionantes. Hacemos pedidos de libros escolares para repetidores de curso, y falsificaciones de documentos de identidad y pasaportes.
Situada entre un bazar "La Gran Muralla" (No podía llamarse de otro modo) Bajos precios en todo tipo de artículos. Pollo frito, fuegos artificiales, armas homologadas serias y legales con número rayado. Sombreros mejicanos con plumas de carnaval, pilas sulfatadas para linternas, flotadores para salvavidas, gorras de béisbol del Real Madrid. Productos higiénicos de segunda mano, y un bar de copas "El Chupito". Gambas y boquerones por tres euros con cincuenta. Raciones de chorizo y calamares. Desayunos completos de media tarde por un euro ochenta. Ambiente a refrito muy familiar.
Para ello he comprado unos folios en una papelería "Paperbic". Vendemos todo tipo de material gráfico y de escritorio. Realizamos fotocopias a mano, encuadernaciones rústicas labriegas, e impresiones impresionantes. Hacemos pedidos de libros escolares para repetidores de curso, y falsificaciones de documentos de identidad y pasaportes.
Situada entre un bazar "La Gran Muralla" (No podía llamarse de otro modo) Bajos precios en todo tipo de artículos. Pollo frito, fuegos artificiales, armas homologadas serias y legales con número rayado. Sombreros mejicanos con plumas de carnaval, pilas sulfatadas para linternas, flotadores para salvavidas, gorras de béisbol del Real Madrid. Productos higiénicos de segunda mano, y un bar de copas "El Chupito". Gambas y boquerones por tres euros con cincuenta. Raciones de chorizo y calamares. Desayunos completos de media tarde por un euro ochenta. Ambiente a refrito muy familiar.
Todo ello después de
salir del psicólogo "Sanamente". Terapias de grupo. Chequeos psicológicos con escáner. Hacemos descuentos a colectivos empresariales. Atención personalizada a desahuciados, y a comunidades de vecinos al borde de un ataque de nervios. Consulte nuestras tarifas desorbitadas
sin compromiso y sin saber de qué va la historia. Nos despreocupamos de usted y seguimos a lo nuestro...
Sonreí
satisfecho después de releer varias veces lo que había escrito en una hoja y en
la otra. ¡Había dado con el problema!
Reuní
los viejos folios mirándolos con cierta tirria y rencor por haberme tenido en
un “Sin vivir en mi, y muero porque no muero” y los fui metiendo en la trituradora de papel de sobremesa uno a uno, con
cierto regodeo placentero mientras en mi cara se dibujaba una sonrisa maligna
parecida a la del “Joker” en la peli de“Batman.”
Se trataba de un síntoma desconocido hasta ahora; pues en “San Google” no encontré ninguna referencia al respecto. Por lo tanto lo bauticé como a un hijo mio con el nombre de:
“Síndrome de las páginas amarillas.”
Derechos de autor: Francisco Moroz
¡Qué pesadilla estar tan ligado a las publicidades más latosas! Menos mal que superó al psicólogo y dio con el trauma. Un saludo.
ResponderEliminarFantástico, Javier. Me ha encantado. Y me ha hecho recordar la lectura reciente que hice de "Mientras escribo" de Stephen King donde entre otras cosas, dice que su receta principal para escribir es la de eliminar todo lo superfluo. Se ve que tu personaje por fin logró zafarse de tanta hojarasca como hay en esta sociedad (publicidad, psicólogos saca cuartos...) y logró plasmar en esos folios blancos que no amarillos el mensaje que quería.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Jajaja. Creía que la historia iba de musas esquivas, pero nunca habría culpado al papel contagiado por una especie de fiebre amarilla procedente de esas páginas que son como el libro gordo de Petete. A mí el color amarillo nunca me ha gustado, da mala suerte y en según qué casos incluso está prohibido, jajaja.
ResponderEliminarTu escritor debería probar con papel reciclado, a ver si descubre otro tipo de síndrome, jeje.
Un relato muy original y divertido.
Un abrazo.
Genial, Francisco. Has sabido convertir unas hojas amarillentas por el tiempo y el deterioro en las Páginas amarillas y de todo ello, has sacado un síndrome. Me parece un gran alarde de imaginación.
ResponderEliminarRealmente, muy bueno. Suerte con los tinteros.
Un beso.
Fantástico tu relato Francisco. Has hecho un relato con esas folios que guardamos y que se vuelven con el paso del tiempo amarillentas, confundidas con la publicidad de las otras páginas amarillas. Buen relato como nos tienes acostumbrados. Un abrazo.
ResponderEliminarLo que me he reído con tu relato, fantastico.
ResponderEliminarEspero que tengas mucha suerte en el Tintero de Oro.
Un abrazo.
Hola Francisco, vaya, los dos andamos con relatos locos, incluyendo psicoterapeuta, original, sobre todo el síndrome de las hojas amarillas, qué imaginación le pones. Un abrazo
ResponderEliminarHola Francisco, Ay que me ha encantado tu psicodélico relato, por favor, me he reído mucho mientras lo leía. Me ha gustado cómo lo has planteado, muy imaginativo. ¡Te felicito! Un abrazo.
ResponderEliminarUna vez más he de decir que me sorprendiste con el final, Francisco. Ingenio no te falta, ni musas. Unos comienzos muy amenos. Ese síndrome espero que no ronde mucho, jaja.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Gracias, Francisco, por participar con este relato en EL TINTERO DE ORO. Un abrazo y suerte!!
ResponderEliminarPues menos mal que no le dio por el síndrome de las páginas en negro, se habría hecho reportero de sucesos.
ResponderEliminarBuena práctica esa de escribir a mano, yo la estoy llevando a cabo últimamente para tomar apuntes y he recuperado lo bonito que es tener un texto con colores y sin uniformidad.
Un beso y suerte en El Tintero.
Je, je, je. Amigo Francisco, nuestro amigo, en vez de obsesionarse con no poder escribir, debería haberse aliado con su síndrome y haber buscado trabajo como publicista.
ResponderEliminarUn relato muy divertido, aunque me han entrado unas ganas locas de consumir. Ah, y muy bueno ese homenaje a nuestro Tintero; seguro que a David le encantará.
Un saludo y mucha suerte.
¿Alguien aún hoy usa las páginas amarillas? ...justo ayer veía una vídeo donde se decía todo el contrario. Al menos a ti te ha inspirado un relato!!
ResponderEliminarUn beso.
¡Jajaja! Objetivo cumplido, porque has logrado tenerme descolocada durante toda la lectura. Me han dado ganas de ir a las páginas amarillas a ver si figuraba la publicidad mencionada, pero ya no tengo páginas amarillas y me he quedado con las ganas.
ResponderEliminarSoberbio, sí señor.
Un abrazo, Francisco.
Original y divertido relato, amigo Francisco, con profusión de datos y detalles publicitarios... ¿No estará subvencionado este texto, verdad? Je, je, je. Bromas aparte, me ha parecido un laborioso e interesante ejercicio de escritura que no deja indiferente.
ResponderEliminarTe deseo mucha suerte en EL TINTERO DE ORO.
Un fuerte abrazo.
Ingenioso y divertido, sí señor. Muy buen relato, tocayo, de los mejores que te he leído, sin duda, el más largo pero se hace corto. El ritmo trepidante de la narración que nos hace devorar la historia del escritor bloqueado a la busca y captura de sus musas perdidas. A destacar el amplio surtido de deliciosos anuncios publicitarios, la desternillante sesión con el psicoterapeuta, y ese gran remate final de las páginas amarillas que no sé si el color tendrá algo que ver con el amurallado Bazar de los Chinos. Mucha Suerte el El Tintero. Un abrazo, Francisco.
ResponderEliminarHola Francisco
ResponderEliminarInesperado, Al principio atrapa porque no logras entender de que va, luego necesitas entender y te pasa como a aquél que lee los síntomas y se da cuenta de que también los tiene. El giro final lo explica todo.
Suerte y saludos
Hola, Francisco
ResponderEliminarUn relato divertido y original. Me he reído mucho con este síndrome de las paginas amarillas. Te deseo suerte en el Tintero
Menos mal que consiguió dar con el síndrome, de lo contrario le auguraba un destino poco halagüeño. Simpático relato Francisco, no es fácil hacer humor. Te deseo mucha suerte en el Tintero, un abrazo!
ResponderEliminarRelato plagado de humor!Uno no se espera que sea el folio amarillo el culpable. Afortunadamente el susodicho tuvo su merecido y las musas volvieron.
ResponderEliminarSuerte en el Tintero!
Mira por donde tu protagonista acaba de sufrir un nuevo síndrome.
ResponderEliminarLas culpables al final fueron eliminadas.
Muy bueno el relato y divertido.
Un abrazo Francisco y suerte en el concurso.
Puri
¡Anda que...!!!! Bueno, no sé si como "escribidor" tendrá mucho éxito tu protagonista, pero como publicista lo borda.
ResponderEliminarUn relato simpático para sacar unas sonrisas.
Un abrazo Francisco y suerte en nuestro Tintero.