jueves, 20 de julio de 2017

Navegaremos sin más





Sigo sonriendo cuando sonríes,
feliz soy cuando tú lo eres.
Sostienes el pequeño mundo en el que me muevo
que gira en torno a ti
tomando de referencia tus coordenadas.

En constante marejada de sentimientos me bato,
rompo en olas de arrebato en tu arrecife,
Encuentro secretas bahías de cálida brisa,
opto siempre por el puerto de tus labios
al pairo de tus caricias,
seguro en besos,
alejado de naufragios y desdichas.

 Enamorado de tus gestos.
Con ímpetu de tormenta me proclamo,
aprendo la verdad más absoluta.
Convoco al amor apasionado en tus playas,
a veces en tus frías aguas me sumerjo.
En tus arenas descanso
arrebujado con el sueño salado de tu torneada costa.
Disfruto con el profundo abismo de tus ojos
como de la pausa silenciosa de la aurora.

 En tu cadente calma me consumo,
me incita a la locura tu palabra.
Me invita a retenerte tu carisma
tan libre gaviota como eres.
A mi vera por siempre
bien atada
con nudo marinero de zozobra.

Con treinta y dos rumbos posibles en mi cuadrante
cual si fueras mi rosa de los vientos.
Por el aire hiperbóreo de tu aliento
desplegaré las velas
levaré el ancla para pilotar contigo.

Agotaremos el placer trascendental de nuestros cuerpos,
añorando intensamente
el encuentro inesperado y el temido.

Recordaremos con ansia
 la pasión de fuego
que nos quema y consume.
Que nos convierte en ceniza etérea.
En ondas que nos desplazan,
en marejadas que nos unen.

Esperando que el espíritu que trasciende
nos haga eternos seres terrenales
o aventureros ángeles escribanos
 que comparten letras en su libro de bitácora

 Confluiremos al fin como dos ríos,
 perdiendo identidad en uno solo.
 Confiaremos en la pericia de los hijos marineros
para seguir ambos
poniendo rumbo a un rincón del vasto cielo
por el que navegar como lo hicimos siempre.
Entrelazados sin más
y confiados
cual jarcias de arboladura.

La ruta prevista seguirá nuestro navío
cuyas velas imitaron las alas de las aves.
Impulsaron y elevaron la esperanza,
concitaron la ilusión con sueños firmes.

Con desbordante corazón enamorado
incólume, feraz, e ilusionante.
Pondremos manos al timón de lo que amamos
y mar por medio, sin mirar atrás,
enfilaremos la proa al horizonte



Derechos de autor: Francisco Moroz



domingo, 16 de julio de 2017

Enemigo oculto







Muchos ven lo que aparentamos ser, pero pocos advierten lo que realmente somos. De ahí nuestros continuos ataques sobre los humanos, que padecen sin remisión toda nuestra fuerza cuando emprendemos acciones determinantes contra ellos.

Pocos parecen comprender que prácticamente todas sus batallas están perdidas de antemano, somos más fuertes y estamos mejor preparados para adaptarnos, nuestro secreto es el ataque masivo. Con determinación, sin treguas, sin dejar testigos.

Dejamos detrás nuestro infinidad de cadáveres y miles de damnificados.

Somos legión invisible, y cuando atacamos lo hacemos con armas biológicas que os hacen sentir nausea, fiebre y escozor. Os producen sarpullidos e irritaciones en la piel. Envenenando vuestro cuerpo frágil y vulnerable.

Nuestras estrategias van variando según vais desplegando las escasas defensas de las que disponéis, y como seres vitales que somos nos reproducimos y nos hacemos huéspedes de las víctimas a las que sometemos, ejerciendo una férrea tiranía una vez que las conquistamos. Somos como minas submarinas ocultas, a la espera de explotar desde adentro.

Nos conocéis como Ébola, Dengue, Fiebre amarilla, Herpes y rubeola. Sarampión y varicela. VIH o gripe…

Somos simplemente seres tóxicos, venenosos, e infecciosos, a los que identificáis como virus. 

Todo un submundo organizado y microscópico de destrucción masiva al que no podréis someter fácilmente.



Derechos de autor: Francisco Moroz


miércoles, 12 de julio de 2017

Vida plena





Estaba seguro que en aquel edificio como en muchos otros no sería bienvenido, le tendrían prohibida la entrada. Pero él se había criado en la calle, tenía un extenso expediente de noches de vigilia y ayuno forzado maullando a la luz de la luna. Se las sabía todas y no estaba dispuesto a perder la oportunidad. Era perro viejo, bueno, en este caso gato. Tenía hambre, y quería ponerse las botas.

Se cuela por la puerta de servicio, por donde sacan la basura, y pegado a las paredes, accede a una sala grande donde unos humanos arrugados, de movimientos lentos y cansinos, se reúnen en torno a una mesa, tirando sobre ella unos cartoncillos muy desgastados con imágenes coloreadas mientras balbucean palabras incoherentes como: “¿Vas a echar carta o esperamos a la medicación?", “Barajea de una vez”, “¿A qué jugamos? ¿Cinquillo, brisca, o chinchón?", “Me tienen que cambiar el empapador, me he mojado entera”, “ Ha salido el palo de bastos”.

Cuando oye lo del palo pega un brinco y se agazapa alarmado. Estos humanos casi siempre se muestran violentos con los de su especie, aunque estos en concreto parecen tranquilos a la vez que indefensos.

Ni lo ven pasar, silencioso como felino y negro como sombra, se parapeta junto a las patas de un sillón. Pero está equivocado, una voz cascada dice de pronto: “Me pareció ver un lindo gatito” y una mano sarmentosa se posa en su cabeza inesperadamente y le acaricia suave. ¡¡Ahhh!! Había olvidado esa sensación de bienestar, empieza a ronronear como cuando era cachorro y se deja llevar por el momento. Confiado levanta los ojos y ve a una mujer viejita que le sonríe dulce y pacífica. Él tuvo una vez un ama que era igual que ella.

Le susurra palabras que no entiende, pero que presiente amistosas, y confiado, se le sube a las rodillas.
Esa noche cena bien y duerme dentro de un armario entre zapatos, calcetines de lana y ropa variada. No le importa, de nuevo se siente querido y aceptado.

En la residencia de ancianos, “Vida plena”, nadie sospecha de su presencia, pero todos presienten que hay gato encerrado cuando de vez en cuando maúlla por lo bajini las noches de luna.

Derechos de autor: Francisco Moroz


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