martes, 21 de septiembre de 2021

Sin ti no soy nada

 



A quien no entiendo es a él; gritando que me quiere, que no puede vivir sin mí, que me necesita.

A los de abajo no les oigo, pero percibo como comentan la jugada señalándome; incluso los imagino recreándose con lo morboso de la situación. A todos ellos les puedo comprender, al igual que al bombero que asoma medio cuerpo por la ventana del dormitorio intentando tranquilizarme y hacerme entrar en razón. Es su trabajo.

Lo que no concibo es la contradicción de mi pareja. Hace una hora escasa me insultaba y golpeaba y ahora me declara su amor incondicional.


Derechos de autor: Francisco Moroz

miércoles, 1 de septiembre de 2021

El trasto viejo

 


Le obligaron a sentarse en el sofá y una vez que lo hizo parecieron olvidarse de él. 

No es que no estuviera acostumbrado a que le ignoraran, pero después de haberse preparado para este encuentro tan deseado le parecía de muy mal gusto que lo arrinconaran como un trasto inútil; mientras pasaban por delante, como si tuvieran muchas tareas pendientes, sin tan siquiera mirarle ni dirigirle la palabra.

Pensaba mientras tanto en que a lo largo de su existencia nadie le había regalado nada. Recordaba los muchos sacrificios que tuvo que hacer por ellos, renunciando a tantas cosas para conseguir sacarlos adelante.

Y ahora esto. Quietecito y calladito para molestar lo menos posible; como si fuera un cojín arrugado que hiciera juego con el sofá,  sintiéndose como una carga añadida cada fin de semana.

Estaba a punto de llorar pensando en lo cabrona que es la vida que te deja sufrir de esta manera; justo unos segundos antes de que un pequeñajo saliera por una puerta, y viniese corriendo hacia él con los brazos abiertos y una gran sonrisa en la boca, gritando: ¡Abueeeelo!

Y entonces olvidó todos sus males y sonrió.

Derechos de autor: Francisco Moroz

viernes, 2 de julio de 2021

Único testigo

 


Hablando todo el día con el loro del vecino he aprendido tres cosas: 

Primero, que el animalito no es especialmente dialogante conmigo.

Segundo. Que habiendo sido testigo de los acontecimientos puede ser de gran ayuda o perjuicio el que abra el pico o lo mantenga cerrado.

Y tercero y más desafortunado, es el no haber sido capaz de enseñarle otras palabras durante el periodo de tiempo que ha mediado, entre los hechos acontecidos y los timbrazos de la policía en mi puerta.

 El muy asqueroso sigue gritando su odiosa frasecita desde el balcón de enfrente: “¡Es culpable, es culpable!”

Derechos de autor: Francisco Moroz





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