miércoles, 10 de noviembre de 2021

Si bebes no conduzcas

 

 



Los adolescentes me escuchaban en un silencio expectante, temblando ligeramente mientras les  contaba mi dramática historia convertida en leyenda.

–“Una noche pasada de alcohol la tiene cualquiera”; y más, con motivo de una fiesta de celebración con los antiguos compañeros de la universidad.

Lo que deja de resultar adecuado, es coger el coche con esa alta graduación etílica en la sangre. Pasó lo que tenía que pasar por simple ley de probabilidades; algo que más tarde le hace a uno recapacitar sobre su miserable condición de estúpido irresponsable.

Como podéis comprobar os lo cuento como testigo de primera mano de los sucesos que acaecieron esa madrugada; justo en la primera curva que gira a la derecha antes de entrar en el pueblo. Esa donde, si pasáis despacio, podéis ver un ramo de flores secas que depositó una mano amiga en el primer aniversario del accidente. Allí están los restos del árbol donde se empotró el coche.

Lo peor no fue despertar desorientado en una cama de hospital, tampoco el dolor de las heridas, ni la rehabilitación necesaria para poder manejarme mínimamente. Todo ello se me hizo pasable.

Al contrario que esa angustia que me hace llorar todavía, cuando recuerdo el último beso que me dio mi novia mientras me hallaba postrado semiinconsciente en la UCI. Ella venía a despedirse para siempre; nuestro futuro juntos carecía de sentido dadas las circunstancias.

Yo me quedé anclado en esta silla de ruedas. Ella condenada a ser, la muchacha de la curva.


Derechos de autor: Francisco Moroz






sábado, 6 de noviembre de 2021

Pérdida irreparable

 



Sin poder superar su muerte lloraba desconsoladamente. 

Lo que más le fastidiaba era lo tonto del accidente. Toda una contrariedad por culpa de un descuido absurdo. Justo cuando empezaba a ser feliz junto a ella, de haberse prometido momentos de placer sin límites.

Lo cierto era, que no se trataba de una muerte en sí misma. Más bien de un reventón inusitado a causa de su fogosidad. Y las lágrimas no eran por ella, ni por lo que significaba; más bien por el dinero invertido en ese artículo de importación, tan erótico y sensual, que le había costado un ojo de la cara y le había durado tan poco.


Derechos de autor: Francisco Moroz

miércoles, 20 de octubre de 2021

Festum populi

 

 




Los primeros compases de la banda iniciaron las fiestas del pueblo; que con gran esfuerzo por parte del alcalde de la localidad, cada año costaba más organizar.

Esta vez tuvieron que fletar dos autobuses desde la capital para que la asistencia fuese representativa. El traslado de los participantes corría a cuenta del ayuntamiento, aunque la comida y la bebida se la tuviesen que costear cada uno según sus gustos y necesidades.

No habría eventos taurinos ni fuegos artificiales; pero el baile estaba asegurado gracias al tamboril el clarinete y trombón que habían contratado en el pueblo de al lado por horas.

Son los inconvenientes; pensaba el edil, de gobernar en un rincón de la España vaciada.




Derechos de autor: Francisco Moroz






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