domingo, 23 de octubre de 2016

Noche de difuntos




Esta noche Santiago se va a dormir con miedo, pues no en vano sus hermanos mayores le han estado chinchando con historias sobre muertos a lo largo del día.
Mañana se celebra en el pueblo el día de los fieles difuntos y sabe que esta noche les pertenece a ellos, y que saldrán de sus tumbas para recorrer las calles y llevarse a quien se encuentren por ellas. 
Conoce también la leyenda de la santa compaña que recorre en procesión los bosques, buscando nuevos cofrades con las que engrosar sus filas.

Se arrebuja temblando bajo la manta de su cama, no sabe bien si tiembla a causa de esos recuerdos o por la baja temperatura que reina en el caserón del tío de su padre que es el cura de la localidad.

Su catre está en una de las habitaciones abuhardilladas, donde se guardan los baúles llenos de ropa para los parroquianos menos afortunados. No hay armarios, pero si una cortina de arpillera que tapa otro pequeño habitáculo donde en unas alacenas se almacenan los cirios, las velas, y las estampillas junto con los misales y los libros de canto. Las casullas y las sotanas para las misas, cuelgan de perchas de alambre; y más de un susto le han dado algunas noches. 
Tras esa cortina piensa, se pueden esconder asesinos con dagas envenenadas, o arpías y esfinges de esas que describe con tanto detalle el maestro de la escuela.

La iglesia se encuentra al lado del edificio donde él y sus hermanos viven provisionalmente con sus padres y su tío abuelo. La torre tiene un gran reloj que hace sonar las campanas cada hora entera y también a las medias. Lo teme porque sabe, que cuando suenen las doce, con el último toque, saldrán los difuntos de paseo, y el cementerio no queda lejos del atrio ni de la casa del cura.

Quiere dormirse para no tener que escuchar los sonidos que oirá cuando los difuntos pasen por ahí abajo, esos sonidos de ultratumba que se parecen al ulular del aire entre las vigas de madera carcomida o el que hace al pasar por las juntas mal pegadas de los cristales del ventanuco; pero es imposible, todavía le está dando vueltas al suceso ocurrido en el pueblo de su padre, el que le narró hacía tan solo una horas…

…Andaban los mozos más lanzados y fortachones con sus fanfarronadas tal día como hoy, echándose puyas para ver quién era el más valiente de todos ellos. El más bravucón propuso apostar un cordero para el que demostrara serlo sobre todos los demás. La prueba consistiría en ir todos cerca del cementerio esa misma noche, y esconderse detrás de unos sillares que estaban por allí tirados.

Uno por uno y siendo testigos los demás, tendrían que acercarse a la puerta de hierro del campo santo, aporrearla con los puños y hacer ruido para convocar a los difuntos y animarles a salir en pos del osado que lo hiciese.
Llegada la noche cinco muchachos se acercaron por allá, y aunque no lo querían demostrar, temblaban debajo de las pellizas de saca y sus capotes de lluvia, pues ese 31 de octubre estaba siendo frío y lluvioso, aunque el miedo también arreciaba.

Se escondieron detrás de las piedras talladas y se echaron a suertes quien sería el primero en realizar la prueba.
El mozo con más agallas el “Bravucón” despreció esa forma de elegir el orden y se ofreció a ser él el primero, y con ello demostrar de antemano a los compañeros ser el único que no temía ni a los vivos ni a los muertos.

Tiró a andar calvero arriba, pero según se acercaba a la puerta un aire se levantó de improviso ululando en la tapia y en la verja de entrada, silbando entre lapidas y mausoleos. El gañán que tenía de valiente lo justo, se empezó a poner nervioso, pero su orgullo le impedía volverse y salir corriendo, ya que los compañeros lo verían y perdería la apuesta; con lo cual armándose de valor, aceleró el paso con el afán de pasar el mal trago lo más rápido posible.

Justo llegando al recinto, la puerta se entreabrió chirriando sobre sus goznes oxidados, mientras un relámpago seguido del retumbo del trueno estalló en el oscuro cielo. 
Todo ello provocó  tal  espanto en el zagal, que girando este sobre sí mismo, salió como alma que lleva el diablo, cuesta abajo y sin atreverse a mirar atrás.
Los amigos lo vieron venir a todo correr, medio llorando, desencajado de terror, con el rostro demudado gritándoles:

--¡¡¡Me persiguen las ánimas!!!

Los cuatro que le esperaban, salieron zumbando hacia el pueblo para refugiarse en sus casas y encerrarse a cal y canto, pero el que venía hacia ellos sintió como le agarraban con fuera inusitada de sus ropas y tiraban de él sin que pudiera avanzar ni huir del opresor brazo sarmentoso que lo aferraba.

Por la mañana un pastor encontró su cadáver boca abajo, tirado en el suelo, con los dedos  ensangrentados por haber arañado la tierra. Pálido, cubierto de escarcha, con las ropas desgarradas enganchadas en unas zarzas.
El muchacho había muerto a causa de un pánico desmesurado.

Su padre terminó aquel relato con una sentencia:

–Hijo, nunca te burles de los difuntos…

…Justo cuando termina de recordar esa historia, el reloj de la iglesia empieza a desgranar las doce señales convenidas para que los que abandonaron el mundo de los vivos, vuelvan por una noche a mezclarse con ellos.

Santiago llega a escuchar la última campanada y unos pasos que se acercan por la calle, y una voz cascada que proclama: ¡Las doce en puuunto y sereno!


El repiqueteo de la lluvia sobre las tejas arrulla al niño y este, se duerme sin poder escuchar los crujidos de la escalera de madera.






Derechos de autor: Francisco Moroz

sábado, 22 de octubre de 2016

Sueños gloriosos




Condado de Essex -  Inglaterra

Willfred livestock suda copiosamente después de cargar su segunda carreta de estiércol en la granja donde trabaja. Se pasa un paño sucio por la frente. Reflexiona sobre la vida que lleva.
Es de Chelmsfor y pertenece a la servidumbre del señor del condado que es famoso por su lana.

Desde pequeño ya le enseñaron a esquilar y cuidar del ganado; conoce como nadie los mejores pastos al igual que los regatos de agua donde abrevar a las ovejas.
Vive en una casa humilde con techo de paja y barro; nada del otro mundo. Posee un pequeño huertecillo aledaño, en el que el amo le permite sembrar alguna hortaliza.

Los inviernos son duros, aunque las manos encallecidas y los sabañones no son lo peor. 
La sensación más desagradable con diferencia es el hambre, nunca se siente saciado, pues nunca la comida es suficiente. Unas gachas de almortas, un pedazo de cecina dura como la piedra de moler el trigo. Para las fiestas, un trozo de carne de cerdo o un huevo, algo de leche de las ovejas que cuida, con la que elabora un queso agrio.

Por las noches, el escaso fuego que se puede permitir encender con la leña que recoge en el monte comunal y las burdas mantas, son insuficientes para mitigar el frío que tiene metido en los huesos.
Sabe que con este tipo de vida no durará muchos años: Quizás cuarenta, a lo sumo tres más.
En general lleva una vida miserable.

Pero sus sueños son gloriosos: Ve dragones voladores que escupen fuego por sus alas, y monstruos recubiertos de armaduras que son capaces de flotar en el agua. Magia negra y destructiva de hechiceros que hacen desaparecer ciudades más grandes que Hertfordshire, Sulfolk o la mismísima Londres, entre resplandores cegadores de sol. 

Es testigo de enfrentamientos violentos entre dioses arcanos, guerreros acorazados, como los de las leyendas que narran los viejos alrededor de la hoguera los días de asamblea. 
Es todo tan real que hasta el destino de todo ello parece estar en sus manos.

No sabe a ciencia cierta que significan sus delirios, pues él no es hombre ilustrado como los de la abadía; que saben interpretar los símbolos extraños escritos en los libros antiguos. Pero presiente que algo no está bien dentro de su cabeza. Algo que contraviene el equilibro y el orden divino. Por las noches ve todo ello a través de ventanas que se abren solo para él, donde vislumbra construcciones imposibles y nunca vistas por los hombres, difíciles de levantar solo con piedras. Seres misteriosos con ropajes estrafalarios, que ni los nobles ostentarían en los grandes acontecimientos. Les oye hablar idiomas que no sabe descifrar...

...Tiene visiones que no se atreve a confesar a nadie por miedo a ser tachado de pagano, brujo, hereje o loco. La iglesia es tajante con estas cosas: “El diablo es capaz de envenenar los sueños de los hombres justos, para hacerles caer en tentaciones que conducen a la perdición de sus almas”.

Willfred seguirá ocultando sus visiones, será el secreto que se llevará a la sepultura.


Condado de Essex - Estado de New Yersey (E.E.U.U)

Willfred Player sufre de insomnio, después de contar miles de ovejas para conciliar el sueño se levanta con jaqueca; con la sensación de haber vivido en otro cuerpo. Siempre agotado, sudoroso, con hambre y frío. Está empezando a sospechar que tantas horas invertidas frente al ordenador con los vídeo juegos le están pasando factura a sus neuronas...

...Pero lo que le tiene desconcertado es, ese persistente olor a estiércol en su piel, que le acompaña cada mañana al despertar.



Derechos de autor: Francisco Moroz



jueves, 20 de octubre de 2016

Flema británica





Paul Willkinson era el prototipo de hombre que atraía a las féminas por su belleza y constitución física. Tenía un encanto peculiar que le hacía despuntar sobre los demás.
Su personalidad no estaba construida sobre artificios ni falsedad, tampoco sobre mentira ni artimaña. Era lo que se dice un hombre honesto y cabal, de esos que las mujeres denominan como: caballeros que se visten por los pies. Las sabía tratar con respeto y cortesía.

Tenía cualidades que le hacían destacar sobre el resto de competidores, cuando se trataba de seducir y conquistar los corazones de aquellas que se cruzaban en su camino.

Por ejemplo su voz de tenor, que resaltaba en la coral con brío arrollador.
Cuando cantaba parecía escucharse el sonido profundo del océano con las olas batiendo en los acantilados. Todos temían hacer pareja con él en los dúos. Los compañeros le miraban con resquemor, nadie podía competir con ese don natural que Paul parecía poseer.

Todos se sorprendieron cuando su cadáver apareció flotando en el Támesis, con heridas de arma blanca; muchos sabían de la animadversión que le profesaban algunos, pero hasta el punto de que fueran capaces de terminar con su vida, no.

Las investigaciones se llevaron a cabo con diligencia, como todo lo que se hace en la capital británica, pero los resultados de las pesquisas se hacían esperar. Los noticiarios y los periódicos se hacían eco de la noticia; pues no en vano se trataba de una de las mejores voces masculinas del coro de la Abadía de Westminster. Nadie podía comprender las razones que habían motivado el macabro suceso.

Todo empezó a encauzarse cuando el inspector que tomó el caso, dictaminó de manera convincente, que el perfil del asesino era el del típico individuo envidioso, falso, y celoso de las virtudes ajenas. De esos que de cara te adulan, te palmean y te abrazan, mientras que por detrás te clavan puñales en la espalda.

El caso estaba claro, ahora habría que empezar a interrogar a unos cuantos cientos de ciudadanos británicos, dentro del entorno cercano a la víctima.

Pero era solo cuestión de tiempo y de ganas.



Derechos de autor: Francisco Moroz

miércoles, 19 de octubre de 2016

Cosas de chicas




Cuando se prendieron las cortinas de la cocina, mis cuatro amigas y yo estábamos hablando de hombres y de relaciones sentimentales.

Echamos mano rápidamente y de forma instintiva a las cervezas que estábamos tomando para apagar las llamas.

Cuando se nos pasó el susto inicial todas nos quedamos mirando como bobas a Mari Pili con caras de interrogación, pues todavía tenía el mechero con el que las había incendiado aferrado en su mano.

Por toda respuesta se encogió de hombros añadiendo:

-–Siempre he deseado tener un novio bombero.


Derechos de autor: Francisco Moroz

martes, 18 de octubre de 2016

Lluvia serena




Lluvia llena de melancolía
que me traes recuerdos de voces muertas;
y de versos suspendidos en el aire
de antepasados poetas.

Lágrimas que brillan al caer
por los cristales,
al igual que por caminos estelares
empapados de soles y de estrellas.

Darme un sentido a mi existencia,
que es caer y caer eternamente
sin grabar en lo profundo de mi cauce,
la enseñanza del tranquilo aprendizaje del camino.

Me instruiré algún día del rocío
que se extiende entre las plantas con caricias.
 y también de tus gotas, que besan cristalinas
con dulzura de madre al hijo en el reencuentro.

Lluvia pausada.
Muéstrame tu serenidad y tu paciencia.
El armónico caer de tu fluida esencia
que alegra y hace cantar a los regatos.

Llenas ríos y lagos profundos con constancia,
moldeas las rocas y paisajes de las cumbres.
Regalas tu dádiva generosa en las fontanas
dando de beber tu agua al caminante.

¡Ojalá llegue a comprender! y a estar atento
antes que el afluente se me agote,
sabiéndome acercar a los que aguardan
 heridos, sedientos y expectantes



Derechos de autor: Francisco Moroz

jueves, 13 de octubre de 2016

Encuentros




Conducía con los ojos anegados en lágrimas de dolor, le habían avisado unas horas antes del accidente grave sufrido por ella y de su consiguiente traslado a urgencias.
Él conducía lo más rápidamente que podía, se podría decir que incluso con temeridad, no admitía el no estar a su lado en esos momentos de necesidad, ella seguro que le estaba llamando, diciendo su nombre perentoriamente. Debía llegar como fuera, no podía imaginar perderla y no estar presente.

Mientras su coche rodaba enloquecido por el asfalto de la ciudad, su mente le traía los recuerdos compartidos donde siempre eran protagonistas los dos…

... Cuando se conocieron por Internet, el primer encuentro con los nervios a flor de piel temiendo decepcionar al otro. El primer beso, los primeros planes de futuro. Todo el amor que se habían dedicado entregándose a la certeza de que lo suyo sería eterno. Eran jóvenes y tenían toda la vida por delante para amarse y enamorarse cada día el uno del otro, compartiéndolo todo.

Su palabra favorita era: encuentro, pues ellos sabían encontrarse en cada situación. Con las miradas, con las manos. Poseían la intuición de saber que era lo que el otro necesitaba a cada momento.

Encuentros en la intimidad con sus cuerpos, en público con sus sonrisas y palabras; su relación era un puro encontrarse a cada instante…Y ahora la maldita lluvia era la responsable de que ella estuviera en el hospital, postrada, sola, sin él, después de que su automóvil se saliera de una carretera comarcal y cayera a un barbecho pronunciado. Cuando la encontraron estaba inconsciente y su cabeza sangraba profusamente.

¡No! No quería recordar más los detalles que le contaron por teléfono desde el hospital.

Aceleraba cada vez más, necesitaba verla y cogerla de la mano para que notara su presencia, no iba a ser esta la única vez en que no se pudieran encontrar.
Un semáforo se encendió rojo, como la sangre, pero sus ojos solo veían su imagen, la de su amada que le esperaba.

Consiguió llegar al centro hospitalario, pero justo en el momento en que ella expiraba y abandonaba su cuerpo. Él gritó, pero no pareció oírle nadie, estaban todos muy concentrados en tapar el rostro de su chica y mover sus cabezas de izquierda a derecha como para confirmar que no había más que hacer.

Él les empujó para quitarles de en medio pero ella, le vio, le cogió de la mano y le miró a los ojos dándole a entender que le amaba, que no le había fallado, que estaba allí, acudiendo a su llamada desesperada.

La miró él a su vez, con tanta dulzura, que se sintió liviano como el aire, el mismo que les alzaba a ambos impulsándolos hacia arriba en un abrazo.
Como volutas de humo se fundieron en una misma alma para continuar viviendo su amor en lo ilimitado de la eternidad.

En un cruce de la ciudad un coche se saltó un semáforo y aparecía destrozado junto a una farola medio derribada. Algunas personas pedían ayuda, otros llamaban con sus teléfonos a los servicios de urgencias y los más, contemplaban en la distancia el cuerpo roto del único ocupante que aún a pesar de haber muerto violentamente, lucía en su boca una preciosa sonrisa de felicidad.

El encuentro se había consumado por última vez.



Derechos de autor: Francisco Moroz

miércoles, 12 de octubre de 2016

Doce de octubre



Nunca me gustaron las controversias y si la comprensión que proporciona el estudio de lo acontecido. Me apabulla la opinión de aquellos que subiéndose en el caballo de batalla de la razón absoluta y personal, omiten los libros de historia y el saber de los entendidos en la materia. Embisten lanza en ristre contra todo aquel que haga oposición a sus propios criterios tantas veces sin base ni fundamento. Construidos con lo leído en prensa sensacionalista y oído en informaciones proporcionadas por orates “revuelve masas enfervorizadas” con consignas que en este siglo no tienen el mismo significado, ni el sentido que pudieran tener en el XV o el XVII.
Fijaos que introducción para escribir sobre el origen de la fiesta celebrada el 12 de octubre. Y es que con esto del día de la hispanidad hay mucho debate y “Rifi, rafe” entre los de un lado del océano y los del otro. A lo mejor conociendo la historia se disolverían un tanto algunas animadversiones y malentendidos.
En 1492 llega Cristóbal Colón a la isla Guanahaní situada en el archipiélago de las Bahamas, pensando que se encontraba donde no estaba, en la India. Sin saberlo pues, habían descubierto nuevas tierras y establecido contacto entre dos continentes muy diferenciados entre sí en muchos sentidos.
A partir de aquí, la conquista por medio de la espada, la religión, la colonización y la lucha contra los oriundos de aquellas tierras. Razones que esgrimen muchos de los que habitan actualmente ese continente y que en suma, nosotros no podemos negar ni olvidar.
Pero que alguien nombre un reino, civilización, imperio o estado del signo que sea, que no haya basado su dominio o expansión sin estas premisas. Lo que sí parecen olvidar todos aquellos que comparan una colonización con un genocidio, es la forma tan diferente de conquista que llevaron y llevan a cabo Ingleses, holandeses, Portugueses, Italianos, Alemanes, Americanos, Belgas a lo largo de la historia… Curioso como estos países echaron en su momento toda la carga sobre las espaldas de los españoles, disfrazando y excusando sus propias tropelías en ningún caso justificadas.
También y para ser equitativos no solo habría que valorar lo que se arrebató, esquilmó o explotó en esas tierras; deberíamos analizar y valorar en su justa medida las aportaciones que España introdujo en América que no son pocas, como la trasmisión de su cultura y la mezcla étnica; algo que por ejemplo los ingleses no supieron ni quisieron hacer.
Pero lo que nos interesa es: ¿Por qué este día es el elegido como el día de la hispanidad? 
Esta idea la puso en marcha el escritor Ramiro de Maeztu. Y la primera vez que se celebró fue en 1935, aunque hasta 1958 no se regularizó como tal.
Actualmente la celebración está contemplada por una ley promulgada en 1987 en la que se omite el término “Día de la Hispanidad” y se incluye el de “Fiesta Nacional” simbolizando la construcción del estado a partir de una realidad cultural, política y lingüística con proyección a otros países fuera de los límites europeos.
Se celebra igualmente la festividad de Nuestra señora del Pilar , recordando con ello esa aparición mariana a Santiago apóstol que tuvo lugar a orillas del Ebro, que impulsó la evangelización, cristianización y unificación así mismo, de todos los pueblos hispanos. Naturalmente en este punto prima más la leyenda que la realidad y en muchos casos se echa mano de la fe más que de la razón.
En la antigua Cesaraugusta romana, Saraqusta musulmana y Zaragoza actual, se edificó el primer templo mariano, allí donde en la actualidad la basílica contempla las aguas que riegan la ciudad. La virgen del Pilar no asume solamente el patronazgo de España, también el de Aragón y el de la guardia civil.
Fue el Papa Pío VII el que fijó el 12 de octubre como fiesta dedicada a la virgen del Pilar sustituyendo la constituida el día 15 dedicada a la asunción de María.Es una fiesta que fue declarada de interés turístico en 1965 por su valor cultural que conserva tradiciones populares.
Muchos pueblos visitaron las costas de Hispania: celtas, fenicios, cartagineses, romanos, godos, árabes. Todos ellos conquistaron, explotaron recursos, sometieron, e incluso esclavizaron. Pero todos, también, sin excepción dejaron la impronta y la interrelación cultural necesaria, para que los españoles llegáramos a ser lo que somos como nación con personalidad propia. Después nos tocó a nosotros arribar a otro continente donde a pesar de todas las acciones incorrectas se crearon vínculos que no hemos de olvidar. Queramos o no, hay pueblos que están hermanados desde entonces a pesar de los vociferantes oráculos que siempre intervienen para crear animadversión y equívocos, quedándose siempre con la parte negativa del pasado y no mirando hacia adelante con la vista puesta en el futuro.
Que este día sirva para recordar lo que todos tenemos en común. Lo que nos une a personas de diferentes continentes, culturas, etnias, creencias, ideologías y colores diferentes. En la variedad está el gusto y la auténtica riqueza de los pueblos.
Eso es lo que realmente nos hace grandes como nación global.

martes, 11 de octubre de 2016

Nada que celebrar




Poco antes de que los domingos fueran amargos en Calais se festejaban.
El lugar donde el estrecho se hace muy ancho y pasar al otro lado es todo el futuro de algunos.

15 muertos esta vez, mañana quizá más.

Murieron no solo los cuerpos de aquellos que quisieron vivir; también las ilusiones fraguadas durante el largo camino del éxodo, sin privilegios de pueblo elegido ni tierra prometida.

Acarrearon en sus espaldas: incertidumbre, miedo, soledad y abandono. Portaron miradas esperanzadas y alguna feliz utopía que se diluyeron como sal, al llegar a las fronteras.

El séptimo día era de celebración en Calais, antes de que amargaran los recuerdos.



Derechos de autor: Francisco Moroz

lunes, 10 de octubre de 2016

Lunas, inopias y babiecas




Es una situación muy común en los adolescentes y jóvenes. Hay que estar detrás de ellos de continuo para que realicen sus tareas e incluso sus actividades más elementales.
Es como si les faltara en ocasiones un chip en su programación, esa conexión necesaria para convertirse en adultos responsables.
A ellos las prisas por llegar a las citas puntuales, los estudios, las tareas domésticas e incluso, yéndonos al extremo, su higiene o aspecto personal, parece importarles un bledo. O se les da todo hecho o no hay nada que hacer.

Por eso y no por otra cosa, muchas veces llegan tarde, se quedan rezagados, se despistan frecuentemente a pesar de que se les avisa sobre las consecuencias que conllevan esas actitudes pasotas: Perder oportunidades, no aprovechar la ocasión que se les brinda con los estudios o el trabajo, perder el tiempo que pasa inexorable.

Esta actitud que a ellos les parece normal y a nosotros una enfermedad de la edad, los hace parecer zombies catalépticos,
Los profesores, los grandes sufridores, deben de padecerlo a diario. Pues en las aulas los hay a patadas. Esos elementos que mientras se está explicando la lección viajan por mundos imaginarios en una abstracción abducida de la que es difícil sacarles.
Nuestros sabios populares denominan este estado catatónico como:

“Estar o quedarse, en la luna de Valencia”

Bonita y enigmática frase cuyo significado vamos a descubrir:
La luna de Valencia no tiene nada de particular, nada que la diferencie de las de otras ciudades, entre otras cosas porque se trata e la misma luna que sale para todos en el mismo cielo.

Pero la historia si empieza en una Valencia medieval y amurallada, con 12 puertas que se cerraban por la noche en cuanto sonaba el toque de queda que obligaba a los ciudadanos a quedarse bajo el resguardo y protección del baluarte de la ciudadela.

Las gentes que laboraban en el campo de sol a sol, si querían pernoctar en sus hogares, debían tener en cuenta las horas en que esas puertas se cerraban si no querían pasar la noche fuera de los lienzos de la muralla, al raso y bajo la luz de la luna, en este caso de la luna de Valencia.

Hay otras versiones como la de Vicente Vidal Corella en la que nos remite a los tiempos en los que se expulsó a los moriscos. Estos desterrados tenían que esperar algunas noches en las playas, los barcos que les trasladarían a Marruecos, Argelia o Túnez... bajo la luz de la luna; siempre que la hubiera. 

Otra acepción de la frase es: “Quedarse a la luna de Valencia” cuya definición dada por la R.A.E es: “Frustradas las esperanzas de lo que se deseaba o pretendía”.

José María Iribarren en su libro de: “El porqué de los dichos” nos explica que la frase puede ser una prolongación de: “Dejar a la luna” que vendría a significar: Quedarse en blanco.

Estar en la Inopia”  

Es otra bonita frase muy trillada y oída de continuo en colegios, institutos e incluso universidades. Viene a significar lo mismo que la anterior pero con procedencia diferente.
Inopia proviene de la raíz latina “In- Ops” “sin riqueza” referida a los pobres miserables que no tienen dinero ni bienes. 

Los indigentes eran apartados de la comunidad a la que pertenecían con lo cual, no podían participar por lo general de los eventos populares, políticos o sociales. De esta forma no accedían a la información general a la que si te tenía acceso el resto de los ciudadanos con más medios de subsistencia. Se decía que vivían en la Inopia. "Al margen"

La expresión que ha llegado a nosotros viene a significar: El que no se entera de lo que ocurre en su entorno, mientras esa información sí es conocida por el resto. 
Desinformado, despistado, ignorante.

Por último, y para no cansar os dejo una más:

“Estar en Babia”

Lo mismo que las anteriores se refiere a: Estar distraído, ajeno a la realidad presente, embobado y con el pensamiento distante.

Babia es una comarca leonesa limítrofe con Asturias donde los reyes de león solían evadirse de las intrigas de la corte y de sus múltiples y estresantes responsabilidades como monarcas. Era su refugio, su lugar preferido de recreo donde dedicarse al noble y elaborado arte de la caza. Corzos, jabalíes y venados e incluso osos, eran las piezas abatidas a lo largo de las interminables jornadas, pasadas por los soberanos en dicha región.

Cuando los súbditos preguntaban por la ubicación de su rey, era dado responderlos: en Babia. Dando a entender con ello, que el rey pasaba de todo lo que aconteciera en el reino y que se la traía al pairo las necesidades perentorias de sus pobladores. Algo así como: “El rey no quiere saber nada de vuestros asuntos”

Pero también, y según los entendidos, el Arcipreste de Hita ya utilizó en su libro del buen amor las palabras “Bovaquía”, “Bavequia” “Babieco-a” y “Babia”

Todas ellas aluden a las babas que se les caen a los tontos y por ello, conclusivamente. Babia sería el país de los tontos y los alelados. La prueba se halla en que si añadís la "I" a "Baba" obtendréis "Babia".

Por cierto, como tontos hay muchos y muy despistados, se suelen utilizar variadas expresiones además de las referidas.
Os dejo algunas como ejemplo:

“Estar en las Batuecas” “Pensar en las musarañas” “Estar fuera de onda” “Estar en las nubes” " Estar alelado" “Cazar musarañas” “Cazar gamusinos” “Atrapar Pokemon Go” Estas tres últimas parecen sustituir a los jabalíes y los osos que se cazaban entonces.

Y es que abstraerse de las obligaciones y deberes es algo tan extendido por la península gracias a nuestra querida fauna política que nos desgobierna; que el punto geográfico de Babia (Donde están los bobos) cambia de lugar cada cierto tiempo y según por donde soplen los vientos del escándalo y la corrupción.

Lo que no consigo adivinar es: ¿Qué tiene que ver el caballo del Cid Campeador con todo esto?




Derechos de autor: Francisco Moroz

viernes, 7 de octubre de 2016

Instinto básico





Lo observo sobre la mesa, frío, inerte, envuelto en sí mismo, indefenso.
Agarro un cuchillo y con gestos de sacerdotisa, inicio el ritual con el que consumaré uno de los pocos placeres que me son concedidos de disfrutar en la vida, sin temor a padecer efectos secundarios.

Realizo dos cortes perfectos sobre él, en sus extremos, con precisión de cirujana y a continuación otro que lo raja de parte a parte.
cojo con mis dedos un pedazo de carne jugosa y blanquecina y lo degusto voraz, con ansia animal.

Lo único que me desagrada del melón son las pepitas.



Derechos de autor: Francisco Moroz


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