lunes, 30 de julio de 2018

Venganza celestial






Aquel suceso ocurrido hace unos años lo sigo considerando como un aviso para navegantes. Fue el que decidió de alguna manera el cambio en el sector profesional al que me dedico.

Todo empezó cuando con intención de emanciparme de mis padres, obtuve el carnet acreditativo con el que poder convertirme en guía turístico de monumentos y conjuntos museísticos.

Como mi ciudad tiene una bonita catedral me pareció adecuado centrarme en ella para ejercer la actividad que me permitiría abrirme paso en el complicado mercado laboral. Por ello decidí empaparme bien sobre la historia de la misma. Estructura y estilo arquitectónico, tesoro catedralicio, esculturas y pinturas que se hallaban en su interior. Todo con el fin de presentar a los posibles grupos de turistas que requiriesen mis servicios, la mayor y mejor información que se pudiera ofrecer.

Tardé unos meses en adquirir todos los conocimientos necesarios, para, armándome de valor, proceder con mi primera visita guiada. Un grupo de güiris ingleses que contactaron conmigo demostrando un gran interés por conocer los entresijos de la grandiosa construcción religiosa.
Mi inglés era bastante fluido como para que entendiesen convenientemente los conceptos y los nombres de los elementos constructivos y ornamentales, con lo cual por ese lado no habría problema alguno.

Nos encontrábamos pues en el interior, cerca del retablo, y les explicaba en qué consistía el plateresco. Un estilo híbrido desarrollado sobre el siglo XVI basado en la continuidad del gótico, con exuberante decoración y estética renacentista inspirada en modelos clásicos de la antigüedad. Acaeció entonces, aquello que nos dejó a todo el grupo con el alma en vilo y el grito puesto en el cielo. Aunque con las miradas a ras del suelo que pisábamos y un susto tremendo dentro de nuestro cuerpo.

En un momento de la locución explicativa les comenté, que el arte era sempiterno como Dios, y bello como los mismísimos ángeles que le acompañaban; si es que ambos entes existieran en realidad, añadí con una sonrisa irónica, pretendida muestra de mi incredulidad al respecto.

Fue en ese justo instante cuando de forma inesperada y gran estruendo, una escultura del arcángel Miguel se precipitó en picado desde el nicho que ocupaba a unos seis metros. Lo vimos con una espada flamígera en su mano, y con intenciones aviesas de expulsarnos de forma violenta de este valle de lágrimas; que no del paraíso.

Se estrelló contra las losas de piedra, muy cerca del espantado grupo, dejando restos esparcidos de yeso y madera con policromías variadas. Y entre la nube de polvo que levantó, semejante a una niebla infernal que no auguraba nada bueno. Vislumbramos los ojos retadores y llenos de ira del custodio celestial.

Y fue aquel suceso, repito, el que me convenció sobre el cambio que tenía que realizar con respecto a mi orientación profesional.

En la actualidad sigo ejerciendo como guía, pero en distinto lugar: el jardín botánico de la localidad. Algo que presumiblemente tiene menos riesgos laborales y menos implicaciones peligrosas con respecto a mi agnosticismo.


Derechos de autor: Francisco Moroz

                                                 

11 comentarios:

  1. Hola Francisco, ay por favor ¡qué susto! No es para menos..Muy bueno el cuento, me ha gustado mucho. Un abrazo.

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    1. Gracias Miry.
      Lo bueno de los sustos es que si salimos con bien de ellos, aprendemos alguna lección. Y ello no es poco.
      Otro abrazo para ti, compañera de letras.

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  2. Muy bien narrado de principio a fin. Hay algún fallo ortográfico, pero nada imperdonable. Un saludo.

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    1. Gracias por tu sincero comentario. Naturalmente cuando escribo y a pesar de poner cuidado, hay cosillas que se me pasan, espero que nada grave como dices. No obstante te agradecería que me indicarás esos errores que en su gran mayoría sospecho serán de puntuación. Y naturalmente serán corregidos. Si te resultara oneroso hacerlo en público lo haces por privado sin ningún problema por mi parte.
      Gracias de nuevo y un abrazo Sechat.

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  3. Muy buen relato con susto y todo. Un abrazo.

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    1. Un placer por mi parte el que te haya gustado a pesar del susto.
      Otro abrazo para ti Mamen.

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  4. Si realmente sucediera cosas tales mi agnosticismo se iría raudo y veloz. Afortunadamente nunca he tenido semejantes experiencias y me mantengo en mis ideas originales.
    Un beso.

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    1. La verdad es que estos sucesos son en muchos casos disuasorios. Acuérdate lo que le pasó a San Pablo acerrimo perseguidor de cristianos.

      Un abrazo.

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  5. Menudo susto y quizás hizo bien en cambiar de trabajo, mas seguro sin duda.
    Muy buen relato.
    Un abrazo

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    1. Los sustos despiertan el miedo y disparan las alertas defensivas o de ataque. Otra cosa será lo acertado de nuestra reacción ante ellos.
      Un abrazo.

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