Ordenó
sin pestañear la zona de experimentación. Hizo la cama, barrió y fregó toda la casa.
Limpió a conciencia el cuarto de baño y el polvo de los muebles del salón.
Llegada
la hora encargó comida a un restaurante italiano,
puso la mesa para dos, encendió unas velas y colocó un CD de música romántica
de fondo.
Esperó
impaciente a que llamara a la puerta, no tardaría mucho en llegar. Cuando hablaron por teléfono, le
confirmó que regresaría en breve.
Confiaba
en haber superado todas las pruebas impuestas por el científico, como para poder aspirar a una relación con él, diferente a la mantenida hasta ahora como mascota y amo.
Derechos de autor: Francisco Moroz
Al principio me ha desconcertado lo de "la zona de experimentación", pero el desconcierto ha quedado despejado al final, jeje.
ResponderEliminarNo estaría nada mal tener una mascota tan bien entrenada y hacendosa. Ni Roomba, ni robot, ni servicio; todo mucho más económico y seguramente más eficiente.
Siempre tan original y sorpresivo.
Un abrazo.
Al despejar la incógnita de tu relato, he pensado lo mismo que Josep María, que una mascota así quiero yo para que me tenga la casa limpita y ordenada. La duda que me queda es la relación que se puede establecer con una mascota con la que se ha estado experimentando. Prefiero no pensarlo, ja, ja.
ResponderEliminarUn beso.
Yo dudo que una mascota haga todas esas tareas, al contrario mancha de pelos la casa. Lo mejor es entrenar aun marido jubilado. Un abrazo.
ResponderEliminarLo único que les faltaban a las mascotas es que tuvieran que hacer las tareas de la casa ,encima de que las metemos en pisos, las separamos de sus hijos... pobrecitas.
ResponderEliminarEl final de tu texto es toda una sorpresa.
SAludos.
Me tienes que presentar a ese científico, lo que ha conseguido con su mascota es para que le den el Premio Nobel. Aunque no sé yo qué pensaría la pobre mascota...
ResponderEliminarUn abrazo.
Científico loco? Una mascota así no me vendría mal con lo desastre que soy en casa...
ResponderEliminarUn abrazo