No sabe si será capaz de matarla, pues muy a su
pesar y un poco forzado por las circunstancias y sus creencias, se ha habituado
a su presencia, considerándola como parte de su entorno familiar.
Le acompaña mientras come, y eso le da mucho asco,
pero la respeta, pues ella tiene sus propias necesidades vitales. Algunas veces
interrumpe su sueño mientras duerme. Y se vuelve muy insistente, molesta y
cansina, cuando se mete en el cuarto de baño a pesar de ser él, tan celoso de
su intimidad.
Amablemente en alguna ocasión, le ha indicado
la puerta, invitándola a marcharse. De vez en cuando tiene que utilizar
recursos varios, todos muy imaginativos, ninguno agresivo, para quitarla de en medio,
sobre todo cuando lee o se encuentra cómodamente sentado en el sillón, viendo
alguno de sus programas preferidos.
No deja lugar a la concentración con tanto
movimiento inesperado. Es muy inquieta, y eso le irrita haciéndole perder la
serenidad. Sobre todo cuando intenta escribir historias cortas como esta.
Nunca ha
creído en la violencia y es por ello que cambió de religión haciéndose jainísta.
Pero tan harto está, que se pregunta si no se habrá precipitado con dicha
decisión espiritual.
Cuando pierde la paciencia le entran unas ganas
locas de acabar con ella de forma tan radical, que siente poner en peligro su
equilibrio emocional. De tal manera le
altera, que últimamente se plantea convertirse en un fanático yihadista. Tan solo,
para poder aplastar definitivamente a esa maldita y zumbona mosca verde de
mierda, que está poniendo a prueba sus profundas convicciones.
ResponderEliminarMe temía algo así, je, je.
San Francisco de Asís dijo algo que la Naturaleza es el hogar de todas las criaturas de Dios, por lo que debemos respetarlas y protegerlas, aunque sea una asquerosa mosca verde (esto último lo añado yo), ja, ja, ja.
Un abrazo.
Yo diría que mientras cada uno se mantenga en el habitat adecuado, respeto absoluto.
EliminarUn abrazo
Si es que ninguna criatura de la creación pueden ir en contra de su naturaleza. Pasó lo que tenía que pasar. :)
ResponderEliminarClaro que sí, los retorcidos somos nosotros con tantos principios, creencias y prejuicios. Tolerantes sí, pero no con todo ni todos.
EliminarAbrazo.
Tampoco hace falta pasarse al yihadismo, basta con entender que una mosca es una mosca y pegarle un buen golpe con la zapatilla tampoco va a alterar el equilibrio ecológico. Yo las odio, pero nunca les acierto por lo que prefiero abrir la ventana de par en par. Siempre terminan yéndose.
ResponderEliminarGenial tu relato.
Un beso.
Siempre hay que dales una oportunidad "Tenderles el puente de plata" para que se vayan con el zumbido a otra parte. Si no pues a por ellas, avisadas quedan.
EliminarUn beso.
Aún me estoy riendo Francisco, pensé que era algún animal pero no una mosca, yo voy con el insecticida a mano, no las aguanto.
ResponderEliminarAbrazos.
Yo prefiero esas palmetas que utilizaban nuestras abuelas y que ahora venden los chinos en sus bazares. El insecticida perjudica la capa de ozono. No, si al final con tantos principios acabamos aceptando todo.
EliminarUn abrazo.
Francisco. Se mata a la mosca, es muy posible que la entierre. Va otro abrazo.
ResponderEliminarHay mucho tonto que en su estupidez prefiere vivir rodeado de moscas , ratas y cucarachas antes que cambiar sus radicales creencias .
EliminarAbrazo, Julio.
Lo siento por los animalistas, pero algunos bichos están mejor muertos que vivos, especialmente cuando se dedican a dar por saco.
ResponderEliminarBesos.
Los hay que dan por saco, pero es su naturaleza. Los hay que propagan enfermedades involuntariamente. Pero la estupidez humana no hay Dios que la entienda y esa si que es peligrosa.
EliminarUn beso, Paloma.