viernes, 17 de febrero de 2017

Naufragio





Lleva quince días abrumado por el dolor de la pérdida, y el único sitio que parece proporcionarle cierto consuelo es la playa.
Por ella pasea todas las mañanas, mirando el mar y las enormes olas que se alzan a causa del temporal que agita las aguas; que no parece tener la intención de amainar, como para recordarle de forma perenne el episodio desgarrador que tuvo lugar allá a lo lejos.

Él y sus tres compañeros salieron a faenar como todos los días, teniendo en cuenta la previsión meteorológica que por la tarde anunciaba fuertes borrascas con viento racheado del norte que podrían representar cierto riesgo.

Decidieron  por ello, no alargar mucho la jornada de pesca y regresar temprano a puerto. El fenómeno les sorprendió al mediodía, en plena faena, de tal manera, que a pesar de su experiencia, la maniobra se les complicó.
Temiendo por su seguridad avisaron a salvamento marítimo, pero cuando estos llegaron era demasiado tarde para sus compañeros, que se fueron al fondo golpeados y enredados con los aparejos. El barco se perdió junto con sus cuerpos.
Él fue rescatado, pero gustosamente se hubiera cambiado por ellos. Pues parece haberlo perdido todo desde aquella tragedia.

Sus recuerdos se van difuminando en su cabeza según pasan los días, las personas a las que conocía no le saludan como antes hacían, como si no le vieran. Parecen echarle en cara la muerte de sus amigos por haber sido el patrón del barco naufragado. Su mujer y sus hijos ignoran su presencia, parecen sufrir mucho llorando de continuo, echa de menos sus abrazos.
Se disponen a abandonarle definitivamente.

Se siente desolado por la incomprensión ¿Qué culpa tuvo él del maldito suceso, si intentó poner a salvo a su pequeña tripulación? ¿Si abandonó la embarcación el último, cuando no tuvo más remedio al ver todo perdido?

La playa se ha convertido en su único refugio…

…En casa de un pescador están de duelo por el naufragio de un pesquero hace quince días. Una mujer llora, a punto de marchar con sus dos hijos pequeños rumbo a la ciudad.
Su hogar, ese remanso de armonía que era, se ha convertido en una tumba desde que el hombre al que amaba pereció ahogado.

Era el patrón del barco, de los cuatro tripulantes, el único que no pudo ser salvado. 




Derechos de autor: Francisco Moroz

miércoles, 15 de febrero de 2017

Alternativas





Debo decidir qué hacer con los retratos que tienes en el aparador del comedor, con tus álbumes llenos de recuerdos y sonrisas infantiles.

Debo decidir a quién donar los innumerables libros que cubren las paredes. Qué hacer con las revistas, los cuadernos de notas y la agenda donde aparecen teléfonos de muchas personas que ya no existen.

Debo decidir qué hacer con tus zapatos, las camisas y los pantalones que llenan los armarios de tu cuarto. Las chaquetas y las corbatas que ya no puedes usar.

Debo decidir qué hacer contigo ahora convertido en un viejo solitario.

¿A la residencia o a mi apartamento?



Derechos de autor: Francisco Moroz

lunes, 13 de febrero de 2017

Te confieso





Ahora que nos han dejado solos por un momento, tengo que confesarte que nunca te he dejado de amar. 
Te doy las gracias por los años que hemos compartido y el tiempo que me has dedicado. Por todas tus renuncias y sacrificios para que esta relación durase. Y a pesar de ello eres tú el que me dejas.  
Soy consciente que el amor siempre fue cosa de dos, que ambos pusimos empeño y razones, ilusión y corazón para que lo nuestro saliese adelante. Y por eso mismo, no quiero renunciar a ello aún.

Comprendo que todo tiene su fin y que con eso hay que vivir. Sé que me quedarán buenos recuerdos, pero no serán suficientes para hallar consuelo por tu ausencia.

Cuando pienso en todas las cosas que hemos disfrutado juntos me enorgullezco que sumen más que las que nos ocasionaron padecimientos, que las que nos hicieron llorar y entristecernos.

Recuerdo como si fuera ayer cuando nos conocimos, éramos casi unos niños a los que les gustaba dar largos paseos por los jardines de la ciudad y las calles del barrio. Disfrutábamos del presente inmediato y planeábamos futuros en común.
Traigo a la memoria las largas conversaciones, los encuentros inesperados a la salida del instituto o en la boca del metro; nuca fuimos capaces de estar más de dos días sin vernos. Después la universidad y el trabajo, las responsabilidades de adultos que no podíamos soslayar, pero siempre propiciando momentos dedicados a los dos, pues no concebíamos la existencia del uno sin la del otro. 

Nos decíamos que teníamos la vida entera para compartirnos y darnos a manos llenas.
Todo se alargó durante diez años, años esperanzados de noviazgo, cobijando ilusiones, pensando en cómo sería nuestro porvenir como pareja enamorada.

Y como todo llega, también lo hizo nuestro compromiso que no era otro que el de permanecer juntos pasase lo que pasase. 
Esa misma promesa que para otros significaban la cadena que los esclavizaba, solo palabras, pensadas para ser incumplidas con el paso del tiempo. A nosotros nos sonaban a bienaventuranza, era todo lo que habíamos esperado, la consecución de todos nuestros deseos. Ningún infortunio acabaría con lo nuestro, con el vínculo por el que tanto habíamos apostado.

Recuerdo mis nervios ante el altar apretándote la mano con fuerza, por temor a que ese momento fuese un espejismo que estuviera a punto de esfumarse, un sueño del que iba a despertar sin querer hacerlo ¡Pero no! Tú estabas allí, junto a mí, sonriendo cómplice, comunicándome con la mirada tu mensaje: los dos habíamos conseguido aquello y estar ahí, después de un largo camino era el final del principio, y no ibas a renunciar a ese momento aunque temblases de incertidumbre.

De una pequeña casa hicimos nuestro hogar, donde faltaban rincones para las cosas materiales y sobraba sitio para ofrecernos el uno al otro con plenitud. Después esos espacios se fueron llenando de calidez, de amigos y familia a los que hacíamos participes de nuestras emociones.
Nunca nos sentíamos solos pues con los años también llegaron los hijos que tanto nos aportaron a la relación, esos duendes a los que ya les habíamos puesto cara y nombre antes de nacer. 
Todo se llenó de juegos, risas, y llantos nocturnos, lecturas y canciones en común y muchos desvelos.

Ellos ya alzaron el vuelo hacía tiempo, con esas alas fuertes que les crecieron gracias a los valores y los ideales que les inculcamos; nos costaron muchas noches intranquilas, preocupaciones relacionadas con los estudios, los noviazgos y las compañías. 
Pero lo hicimos bien. Supieron aprovechar sus oportunidades y nuestros consejos ¿Qué hubiera sido si tú y yo no hubiéramos estado unidos en todo, y junto a ellos?

Por eso, permíteme que ahora llore por lo que está a punto de acabar, precisamente hoy: San Valentín, un día que jamás llegamos a celebrar como algo especial, pues nos parecía absurdo celebrar un amor que había que festejar a diario.

Hoy me dejas a mi suerte, después de tantos años de abrazos y besos. Nunca necesité más pruebas de tu amor, me sobraron las flores que se secaban, los regalos caros que se pasaban de moda y los adornos que se rompían. 
Me bastaba con tus miradas que me transmitían a diario todo lo que sentías por mi; tus delicadas caricias, como si yo fuera tu bien más preciado y sobre todo, tus palabras exclusivas dedicadas a mi persona.

Te marchas y me dejas, soy consciente que lo que me diste es lo que me quedará en su totalidad. Te recordaré siempre como el niño grande que eras, a pesar de tu fuerte personalidad, irradiando ternura, pues siempre fuiste el hombre sensible del que me enamoré.

Me siento frágil, débil, impotente y triste con tu partida; pero tengo la esperanza de volvernos a encontrar en algún cruce de caminos y en que nos reconoceremos, y volveremos a dar largos paseos, conversando sobre otro futuro más perfecto en común, uno que no tenga final.

Te cojo la mano y te la aprieto como para no dejarte escapar, me correspondes con tus últimas fuerzas, y me ofreces con un hilo de voz tu mejor regalo, el único y deseado presente que necesito antes de la despedida, un: ¡’Te amo!

Me acerco y te beso en los labios. Suspiras y te vas con una sonrisa que hará más llevadera tu marcha.

¡Feliz día de San Valentín mi amor! Gracias por lo que me diste.
Confieso, que nunca te olvidaré.






Derechos de autor: Francisco Moroz

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