domingo, 25 de noviembre de 2018

Hasta el infinito y mucho más allá





Comienzan a acumularse en la superficie del planeta, y empieza a ser preocupante la situación, convirtiéndose en un verdadero problema el tener que cohabitar con ellos a todas horas y en cualquier situación; con los muchos inconvenientes que ocasiona a nuestra salud física y psíquica, pues entre otras muchas cosas son tóxic0s.

Vayas por donde vayas los tienes que sufrir en silencio. Te los tropiezas en grupos numerosos, amontonados, en parejas o de uno en uno según se den las circunstancias del entorno. Pegas una patada a una piedra y salen unos cuantos, abres cualquier puerta y te los encuentras de frente. En cualquier local o gran superficie te rodean, muchas veces aparatosa y violentamente mientras manejas tu coche. 

En mi humilde opinión debería acontecer algún cataclismo para que desaparecieran de la faz de la tierra, pero lo veo harto difícil a estas alturas; pues ya invaden cualquier rincón de la superficie del orbe como la mala hierba. Es un cáncer que afecta incluso al subsuelo y los mares. El aire está repleto de ellos trasladándose de un lugar a otro, llenando cualquier espacio imaginable e inimaginable.

Y no son virus ni bacterias. Ni plásticos, ni alienígenas ni residuos…

¡Cuánta razón tenía Einstein cuando planteaba el paradigma de lo infinito!
La interrogante que se me plantea es: ¿Por qué todos esos seres piensan que los imbéciles somos los demás?


P.D: "Es más peligroso un imbécil que un violento" (Arturo Pérez Reverte")

Derechos de autor: Francisco Moroz



domingo, 18 de noviembre de 2018

Alto riesgo





Acercándome un poquito más al borde del barranco donde se esconde el desafío; me asomo con prudencia, no sea que se espante y se me escape, y eso es lo último que me conviene. Y es que sin ella no soy nada.

Siempre ha sido la mar de huidiza, me cuesta mucho retenerla a mi lado. Tanto, que en alguna ocasión la he mantenido por los pelos.

Por ello tengo que estar pendiente del equipo, cuidar los detalles de lo aprendido. Concentrarme, adoptar la postura adecuada y saltar con precisión.

Y es que cuando uno practica deportes de riesgo, el miedo le estorba y la vida es lo único que no le gustaría perder.

Derechos de autor: Francisco Moroz

lunes, 12 de noviembre de 2018

La vida es sueño






Es cuando empezamos a tener uso de razón que la perdemos a cada instante.

Las ilusiones y los sueños inalcanzables se acumulan alrededor nuestro metiéndose en nuestra cabeza y corazón, tirando de nosotros, exigiéndonos el tiempo necesario para darles consecución y forma.

Son como metas a alcanzar, retos que hacen que todos los esfuerzos merezcan la pena nada más levantarnos cada mañana. Enanitos que nos incordian a todas horas impidiéndonos realizar otras tareas de manera ordenada. Voces interiores que nos indican la estrategia a seguir para coronarse con los laureles fugaces del logro.

Desde niño he sido un tipo súper ilusionado con todo.
¿Qué salía el último número del coleccionable de alguno de mis héroes favoritos de Marvel? Allá me plantaba el primero en el quiosco; no fuera que me quedase sin el cómic y que mi quimera, se esfumase en manos de otro chaval más espabilado que yo.

Me ocurrió lo mismo cuando me encapriché de aquella motocicleta de color rojo que posaba ante mí en el escaparate. Me costó muchas horas extras en el curro, muchos sábados y domingos sin salir con los amigos al bar, sin ir al baile o al cine. Pero al final  la pude adquirir.
Y aquél viaje a Londres, o el otro a Paris… Renuncié a mucho por esos sueños que perseguía, y ello me colmaba de dicha mientras duraba su disfrute. Efímeros destellos de felicidad.

Por eso cuando conocí a María Pilar se me encendieron todas las bombillas de alerta roja. Este sería mi sueño definitivo a perseguir. El culmen a todas las ilusiones con fecha de caducidad.

Todas mis neuronas enloquecieron de puro deseo y mis ojos se negaban a mirar hacia otro lado que no ocupara ella. La muchacha más bonita de la universidad. Poseedora de la más simpática de las sonrisas, guapa a rabiar, elegante, agradable, dicharachera y la que mejores curvas tenía donde derrapar una pasión.

¡En fin! Que me pasé todo el primer año y el segundo ambicionando el anhelo de alcanzarla. Hasta me cambié de carrera cuando ella lo hizo, solamente para poder hacerme el encontradizo en los pasillos o tener la oportunidad de verla en la cafetería durante los descansos entre clases.
Seis años pasaron hasta que tuvimos un encuentro algo más formal donde compartir una conversación más pausada. Descubriendo que además de guapa era inteligente.
El tiempo pasó y no en vano, mi utópica aspiración iba definiéndose en el horizonte: toda una vida compartida con la mujer ideal, por la que todo cobraría un sentido cada amanecer…

Cuatro años después de la luna de miel todo empezó a volverse amargo, todo lo recto a torcerse. Me cansé de oír recriminaciones por no realizar ciertas tareas. Desaprobaciones cuando las hacía, amonestaciones si la replicaba. Queja y reproche cuando callaba para que la discusión no fuera a más.

Por ello las conversaciones se volvieron monólogos. También la elegancia se transformó en dejadez envuelta en bata, las armoniosas curvas en volúmenes y la simpática sonrisa se tornó en perenne rictus de sufrimiento. Mi sueño se había convertido de pronto en pesadilla.

Pero ya os dije que soy un tipo muy asertivo que se ilusiona por todo.
¡Es más! Ahora lo estoy y mucho con los trámites de divorcio que me alejarán de semejante pécora.

Que ya lo dijo Calderón:

“¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.”


Derechos de autor: Francisco Moroz

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