miércoles, 1 de enero de 2020

Santa inocencia



Desde muy chiquito, con ayuda de su madre, había escrito una carta para pedir año tras año a los reyes que le devolvieran a su papá. En concreto a Melchor, su mago preferido. Lo venía haciendo desde los seis, y hasta que cumplió los doce no desistió en el empeño poniendo toda su fe en sus majestades.
Después, y en vista de que su petición parecía ser ignorada, empezó a desengañarse del todo. 
A pesar de ello les dio una última oportunidad escribiendo su petición de nuevo.

Pasaron enero y febrero y entre tanto un hombre que no era su padre se presentó en casa y se quedó a vivir con ellos. Y llegaron de nuevo las navidades y el día cinco de otro enero, y en un famoso centro comercial, el individuo que figuraba como Melchor fue apuñalado con un abrecartas por un chaval de trece años. Dolido, de que después de tanto esperar a su padre como único regalo, le hubieran dado el cambiazo por otro individuo y de paso de forma impune, le arrebataran  la inocencia para siempre.

Derechos de autor: Francisco Moroz

Argumentos






– ¿Llegarás a amarme alguna vez?

– Ya veremos, más adelante te lo diré.

– ¿Cómo que más adelante? ¿No te parezco lo suficientemente atractiva y seductora?

– Todo eso y mucho más… sexy, inteligente, valiente, luchadora, con carácter. Tienes cierto carisma que atrae irremisiblemente, pero…

– ¿Pero qué? ¿No te parece suficiente? Otros ya estarían locos tan solo con esa descripción, deseando encontrar mi nombre entre líneas.

– Sabes que yo siempre busco algo más.

–¿?

–Yo no solo necesito encontrarme contigo en cada capítulo, también es importante el entorno en el que te mueves, las armas dialécticas con las que te desenvuelves en los diálogos, el argumento de la historia que protagonizas.
¡Vamos! comprobar que seas una figura con fuerza literaria suficiente, que no te vayas diluyendo como el azúcar en la leche a lo largo de las páginas y de los capítulos según se vayan escribiendo.
Que sabes tú, que las hay que te llaman la atención en un principio y enamoran a primera vista, para poco después dejarte tirado, desencantado por su forma de manejarse con sus decisiones equivocadas, su tonto proceder o su banalidad.

Soy de personajes con mucha enjundia, bien construidos. De los que dejan marca y te interpelan. De los que motivan opiniones encontradas .

-Pero si tú eres el que me perfilas con tus descripciones, formo parte de tu creación, hazme a tu imagen y semejanza y punto.

-No es tan fácil, un autor nunca está del todo seguro con lo que crea y mi miedo radica, en no saber hacer coincidir mis gustos personales con los del lector. Que los hay muy exigentes, de los que no se conforman con alguna escena tórrida intercalada.

-¿Sabes lo que te digo Steve? déjame tal como estoy, yo me veo bien incluso con tatuajes y piercings. Ya me encargaré yo de que el libro funcione y se convierta en un referente del género.
Por cierto ¿Cómo lo titularás?


-"Los hombres que no amaban a las mujeres".






Derechos de autor:Francisco Moroz




jueves, 26 de diciembre de 2019

Venganza en vía muerta





Desde el término de la guerra en 1945 estuvo tres años recabando información, siguiendo pistas infructuosas que le iban restando parte de la esperanza puesta en lo que había calificado como “su redención” ¡Cómo echaba de menos a su familia! Si ellos hubieran estado allí, esto no tendría sentido.

Después de reflexionar mientras miraba pasar por delante de sus ojos la campiña francesa, dio una última calada al cigarrillo y lo tiró por la ventanilla. Después volvió a su compartimento.

El tren se dirigía a Calais procedente de la estación de Montparnase, que era  donde sus pesquisas lo habían conducido. Allí esperó durante horas hasta que apareció su objetivo al que siguió de cerca. Ambos abordaron el tren.

El viaje estaba resultando agradable, pues se acomodó frente al asiento de la joven, que acababa de sacar un libro de su bolsa de viaje. Después de los saludos de cortesía tuvo la excusa perfecta para entablar un diálogo; preguntarle sobre el título de lo que ella se disponía a leer.

–Étrangers dans un train, le contestó ¿Lo conoce? es de una escritora novel, su primera obra de suspense que versa sobre la culpa, la mentira, y el crimen. ¡Fíjese! Una estadounidense de veintiocho años con su primera novela publicada. La verdad es que me está resultando de lo más interesante, no me extrañaría que la viésemos convertida en película.

–¿Cómo se llama la autora? –volvió a preguntar.

–Patricia Highsmith.

Él la siguió observando mientras se preguntaba qué circunstancias debían darse para que un ser humano aparentemente pacífico y equilibrado, tomara decisiones que terminaran con la vida de sus semejantes de manera violenta.

–Cuánta culpa, mentira y crimen hubo durante la guerra, –afirmó de nuevo volviendo a dirigirse a su interlocutora. A mí por ejemplo me arrebataron a mis padres y a mi hermana cuando tenía tan solo quince años. Yo estaba en casa de unos familiares cuando vinieron a buscarlos una madrugada, los había denunciado una vecina por ser judíos. Se los llevaron a Dachau y allí se perdió todo rastro de ellos. ¿Se imagina cuánto dolor?

La muchacha se sobrecogió de tal manera con esta revelación, que su cuerpo empezó a temblar compulsivamente.

Él la agarró de las muñecas  inesperadamente y la interpeló de nuevo diciendo:

–¿Se imagina cuanto desamparo, desesperación y soledad he tenido que sufrir?
Pero tranquila, esto llegará a su fin junto con el tren cuando llegue a su destino, y entonces todo adquirirá sentido, al menos algo volverá a su lugar para bien o para mal. Como en un viaje iniciático.

–¿Cree usted en un destino donde no es posible la reconciliación?  –le interrogó la muchacha-.

–¿Y usted en el bálsamo de la justicia cuando ésta toma forma de venganza?

A la mujer se le cayó el libro al suelo nada más oír estas palabras, y tapándose la cara con las manos se puso a llorar.

En ese momento el tren se introdujo en un largo túnel mientras sonaba su bocina, y se amplificaba el sonido del traqueteo sobre los raíles. Al emerger de nuevo, el hombre y el libro habían desaparecido, y la muchacha acurrucada en el asiento, seguía atemorizada a causa de los ojos de aquél extraño que le había mirado enfebrecidamente hacía escasos momentos.

La locomotora exhaló la postrimera bocanada de humo y vapor minutos después de llegar a Calais.
La joven bajó del vagón y se dirigió apresurada a la central telefónica más cercana, desde allí llamó para dar aviso de su llegada.
Nadie contestó al otro lado de la línea.

Semanas después recibió una carta a su nombre, comunicándole que su madre había sido hallada muerta, colgada de una viga de madera en su propio domicilio.

Recordó entonces con espanto, aquella madrugada de 1940 cuando miembros de la Gestapo golpearon la puerta de la casa de sus padres, y su madre asustada por los gritos y las requisiciones, señaló a los vecinos del cuarto izquierda. Un matrimonio con dos hijos de origen sefardí.

En una buhardilla, a la luz de una bombilla que emite una tenue luz, un joven de unos veinticinco años, repasa con el índice uno de los párrafos que relee por tercera vez:

“Había puesto fin a una vida. Mas nadie sabía qué era la vida, todo el mundo la defendía, era lo más valioso, pero él había arrebatado una. Aquella noche había tenido noción del peligro, de que le dolían las manos, del temor a que ella hiciese ruido, pero en el instante de sentir que la vida se le escapaba a la víctima, todo lo demás se había borrado y sólo le había quedado la realidad, la misteriosa realidad de lo que estaba haciendo, el misterio y el milagro de poner fin a una vida".*

No podía ser casual que una escritora hubiera plasmado algo que con toda seguridad, era tan solo un pensamiento que en un momento de debilidad y aflicción se le había pasado por la cabeza. Él no era ningún asesino, como aquellos que terminaron con la vida de su familia, pero sí el hombre que asustó a una chica en un tren, aprovechándose de su ignorancia al no saber ella, que él, era uno de esos miembros de la familia del cuarto izquierda, el mismo que le había robado un libro en un arrebato de rabia contenida. Y se hizo la promesa de devolverlo cuando su espíritu atormentado se apaciguara.


*Pasaje de la obra de Patricia Highsmith " Strangers on the train"



Derechos de autor: Francisco Moroz




LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...