Me
llamo “Pepa Ventolini” y nací mientras mi madre escribía muy concentrada en el
asunto de dar a luz algo interesante como yo misma.
Se hallaba junto a una ventana abierta, durante una primavera
ventosa. Las hojas donde escribía se le volaron cayendo al suelo, y fue justo en ese instante cuando mi nombre y apellido aparecieron en su mente; inscrito como si de una partida de nacimiento se tratase.
Fui
consciente automáticamente, aún sin saber el cómo ni el por qué de que yo estuviera allí,
haciendo historia, formando parte de un todo muy bien estructurado, con un
ritmo creciente que ponía el foco en mi persona, presentándome con una narrativa muy fluida.
En
nada de tiempo me había convertido en una afamada y reconocida inspectora de policía, cuyo
cometido era investigar casos cerrados de crímenes consumados en el pasado. Llegué
a culminar con éxito algunos de trama muy complicada y escabrosa, implicándome a fondo en
cada uno de ellos.
Sin embargo todo se torció desde el instante en que apareció él. Fue, como si yo hubiera
dejado de existir.
Todo
lo que vino a continuación ya no me pertenecía a mí sino al rival de género
masculino que me arrebataba el sitio que me correspondía por derecho propio y
que sin mediar diálogo alguno, había interferido inesperadamente en algo que solo a mi me concernía. Mi propia existencia estaba a punto de desaparecer.
Menos
mal que mi mentora, fémina de armas tomar, intervino oportunamente en cuanto detectó detalles textualmente extraños
que no se correspondían. Dándose cuenta del error cometido, de la gran injusticia
que atentaba contra mi persona y que se había cometido, a Dios gracias de manera inconsciente.
Puso remedio
de manera drástica. El intruso fue eliminado sin contemplaciones. Desapareció desde el momento en
que con un elegante movimiento de muñeca, borró con tipex esa “e” que figuraba tan descaradamente plasmada en lugar de la “a” que correspondía.
Respiro tranquila, vuelvo
a ser yo, “Pepa Ventolini” y no el “Pepe” ese, al que los lectores no llegarán a
conocer ni por asomo, como si nunca hubiera existido. Es lo bueno que tiene lo de releer lo
escrito y enmendar las erratas gramaticales
antes de editar.
En eso se fundamenta el ser o no ser de un personaje.
¿Capite la questione?
Derechos de autor: Francisco Moroz