sábado, 11 de junio de 2022

La decisión



Su reflejo le espera impaciente a que él se decida a tirarse para con ello pasar al otro lado, convirtiéndose de esta forma ambos, en unidad inseparable y eterna.

Asomado al pozo  puede ver su cara reflejada en el fondo, en un claro oscuro, a causa de la profundidad.

Entonces es, cuando un pequeño detalle le disuade para no lanzarse a esas aguas frías. Un pequeño rayo de luz ilumina la líquida superficie; permitiéndole ver por una fracción de segundo un rostro cadavérico de mirada vacía. Y decide que no será ese día cuando la muerte le engañe. Pues los muertos no saben vivir y él quiere seguir haciéndolo todavía.


derechos de autor: Francisco Moroz






domingo, 1 de mayo de 2022

Pequeñas angustias

 





Nos han mandado en la escuela escribir una redacción, algo sobre nuestra familia.

¿Me puedes ayudar?

Es que soy pequeño, y no sé que poner para que la profesora quede contenta con lo que lea, que no te llame después para hablar contigo y regañarte. Pues las veces que lo ha hecho, te he visto ponerte triste.

¿Cómo empiezo?

Puedo escribir que me quieres mucho y me abrazas todos los días como si fuera a ser el último. Pero que cuando llego a casa, estas como apurada con mi presencia, como si no te alegraras de verme o tuvieras miedo. Ya sé que a veces soy un poco trasto, que me cuesta hacer las tareas; pero es que con los ruidos; sabes que no me puedo concentrar. Aunque cierres la puerta cuando viene papá, oigo los gritos y las discusiones. No os enfadéis conmigo, pero es que no me gusta que os disgustéis por mí culpa. Ya sé que todavía mojo la cama por las noches alguna vez. Pero es que tengo miedo cuando escucho golpes y cosas cayendo al suelo. Seguro que entran hombres malos por la noche, cuando nos acostamos; eso no se lo contaré a los compañeros porque se reirían de mí, y ya se meten bastante conmigo. Me llaman faldero y enmadrado cuando me acompañas hasta la puerta de la mano. Me empujan y me dan patadas en las espinillas. Pero no me duele; lo que me fastidia es cuando me quitan el bocadillo. Sé que te levantas muy pronto para prepararlo y no me gusta que se lo coma otro sabiendo que lo hiciste pensando en mi.

 Pues eso, que cuando entran esos hombres malos, yo me tapo la cabeza con la almohada, pero aún así escucho ruidos de riña. Seguro que es papá peleando con ellos para echarlos fuera de la casa.

Pero todo el miedo se va cuando me despiertas por la mañana con tus buenos días llenos de besos. Me siento importante cuando me llamas vida mía, pero tienes siempre la cara mojada de lágrimas y las gafas de sol puestas. Y si te pregunto extrañado, me contestas que para estar más guapa. Sabes que eres guapa aunque no te las pongas mamá.

¿Qué pongo en esta redacción?

¿Que a papá no le veo porque trabaja mucho y llega a casa muy tarde?

No me hace tanto caso como tú; dice que soy un hombre hecho y derecho y que con tanta caricia me voy a volver una maricona; que no sé lo que es eso.

Algún domingo, me pone la mano en la cabeza y me despeina, y me llama colega y me lleva al bar donde están sus amigos, y me tomo una Coca cola. Yo creo que me quiere, pero cuando está enfadado me asusto porque pone una cara rara como de rabia, y roja como la luz del semáforo que me avisa que no debo cruzar y me mira con los ojos pequeños, esos que pone como los chinos. Y mientras se pone así de feo, me llama consentido y mimado.

Eso tampoco lo voy a poner, porque no quiero que se entere y se enfade y te agarre fuerte del brazo por mi culpa y te deje unas manchas moradas que no me gustan. A mí me gusta el azul, como el cielo que vemos cuando vamos al parque y monto en los columpios.

Lo que si voy a escribir es que cuando sea mayor me voy a comprar una casa para que te vengas a vivir conmigo. Y un perro grande para que nos cuide a los dos. Papá no creo que quiera venir con nosotros, porque nunca estamos los tres juntos. No me importa, tú estás más contenta cuando él no está.

Bueno, también voy a poner que quiero mucho a los abuelos que de vez en cuando vienen a cuidarme cuando tú te vas a tomar unos cafés con tu amiga, la enfermera del hospital. A veces es un café muy largo, porque tenéis que hablar muchas cosas importantes; porque tardas mucho. Incluso alguna vez, tres o dos días o así, y yo te echo de menos y lloro. Pero el abuelo me hace magia y saca caramelos de mis orejas y la abuela me arropa por la noche y me da unos besos parecidos a los tuyos. Y se ríen cuando digo tonterías y hago muecas.

Vale mamá, yo me siento aquí en la silla con el boli y tú me dices lo que puedo poner para que la profe no me pregunte después cosas que no entiendo y me ponen nervioso; como que si papá me pega. Porque papá no me pega. Nos quiere mucho a los dos ¿A qué si?

Si no escribo la redacción tampoco pasa nada, mañana no voy al cole y le dices a la directora que estoy un poco pachucho otra vez, con fiebre y mocos.

¿Y ahora por qué lloras mamá? ¿Es por mi culpa?


derechos de autor: Francisco Moroz





martes, 19 de abril de 2022

Inmortal

 

 



No había flecha que le pudiera hacer daño, ni filo de espada mortal. Cuando resultaba herido, se recuperaba casi de inmediato. Gozaba como los dioses del don de la inmortalidad. Cuando era aniquilado por un adversario superior, se tomaba una pócima y un respiro, solo para volver a la batalla con mayor ímpetu.

Se enfrentaba sin miedo en continuas batallas; en las que participaba infligiendo al enemigo daños irreparables. Victorias indiscutibles. Conquistas inimaginables para ningún humano.

No fue así en un principio, cuando era un novato sin experiencia; pero fue aprendiendo a elegir las armas adecuadas, y las estrategias más inteligentes. De la misma forma estudió al enemigo con el que se debería batir, al igual que a descubrir sus puntos débiles para utilizarlos en su contra y en beneficio propio.

Dedicó muchas horas a entrenar a conciencia. Sus habilidades se fueron acrecentando para utilizarlas en el momento adecuado.

Sobre todas destacaba su poder de concentración absoluto y la velocidad y la fuerza de sus dedos, ejercida sobre los botones del mando de la consola. Eran componentes vitales para salir victorioso, en cada conflicto armado frente a la pantalla.


Derechos de autor: Francisco Moroz






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