jueves, 26 de mayo de 2016

Gaviota




Cada vez que alzaba el vuelo a la caída del sol, no veía ocasos sino horizontes que alcanzar. Cuando planeaba por encima de los acantilados de la costa, no veía escollos ni dificultades, sino barreras que sobrepasar por medio de la inteligencia  y la pericia.
El despegue y el aterrizaje eran pruebas constantes en su continuo aprendizaje y su mirada siempre abarcaba la plenitud, llegando a ver más allá de la realidad que le mostraban sus ojos.

Se sentía libre de ataduras cada vez que subía allá arriba. El firmamento constituía su paraíso personal, las nubes le arropaban como en blanco y mullido edredón; y si la tormenta le sorprendía con violencia extrema, él buscaba su sosiego interno para sobrellevarla y llegar íntegro a buen puerto.

Su querido hogar se hallaba allá donde le llevaba su vuelo, se había convertido en todo un maestro y referente para los más jóvenes, esos aprendices que intentaban imitarle.
No era soberbio, le gustaba enseñar a los que demostraban entusiasmo y verdadero interés por aprender.

Hoy mientras vuela, recuerda aquellos años en los que el aprendiz era él, recuerda a su primer maestro, aquél que le mostró que las dificultades se sobrellevan cuando se pone empeño y suficiente alma y ganas de hacerlo.
Recuerda cuando era un muchacho con inquietudes, y cogió por primera vez ese libro titulado: Juan salvador Gaviota.

Sonríe y piensa: ¡qué tiempos aquellos!
Quién le iba a decir que gracias a una gaviota, iba a convertirse en instructor de vuelo.
Levantó el mando de dirección y movió suavemente los estabilizadores de la avioneta, poniendo rumbo a la costa, donde le esperaba la pura rutina de lo cotidiano.




Derechos de autor: Francisco Moroz



miércoles, 25 de mayo de 2016

Gracias por tu amor




Una explosión en la carretera al paso de un convoy. Salieron, asustados de la pequeña casa, y vieron desde donde se encontraban los hierros retorcidos y los restos humeantes de lo que había sido hasta hace unos momentos un vehículo semiblindado. 

Soldados armados, salían de otros situados más atrás y miraban desconfiados hacia ellos. Les gritaban en un idioma que no entendían y se acercaban gesticulantes mientras les apuntaban con sus fusiles.

¡No! No era un sueño, era la pesadilla que se representaba allí en medio de la nada, donde ellos habitaban e intentaban sobrevivir al caos de la intolerancia de los dos bandos.

Los soldados se acercaban amenazantes requiriéndoles a que no se moviesen. ¿No veían acaso que eran dos ancianos que no hubieran podido huir aunque quisieran?
Cuando comprobaron que no representaban ningún peligro, trajeron a los heridos que habían sobrevivido al ataque, uno de ellos conmocionado por las terribles heridas deliraba.
La mujer no comprendía lo que decía pero, pidió permiso a los soldados para poder acercarse a él.

Le agarró las manos y empezó a cantar una dulce canción, el joven la miró, llegando a pronunciar solo unas palabras antes de expirar:

¡Gracias por tu amor!


derechos de autor: Francisco Moroz

Relato presentado a:






martes, 24 de mayo de 2016

Tú y yo






La anterior relación le había roto el corazón y la cara en más de una ocasión. Ella recordaba aquellos amargos años en los que el sufrimiento, el sometimiento y el miedo, hacían mella en su espíritu, en su autoestima y en su cuerpo.
Noches de insomnio a su lado, temiendo despertar su violencia y su deseo perturbador de posesión instintiva.
Días de encierro, horas grises deambulando por la casa como prisionera aterrorizada por el regreso de su carcelero.

Todo ello son recuerdos del pasado, piensa aliviada, y mira a su nuevo compañero, sentado a su lado. Con él se siente segura. La protege y la cuida con sumo amor; la entrada en su vida fue el bálsamo que curó progresivamente todas sus heridas. Fue disuasorio para que su agresor se alejara.

Ella aprendió a amar y confiar de nuevo en alguien. Era el compañero, el amigo, el confidente de los momentos pausados mientras tomaba el café.
Le encantaba mirarle a los ojos, esos tan llenos de expectación, de adoración y de fidelidad por ella, solo por ella.

Lástima que no pudiera hablar, y que sus besos fueran húmedos lametones; pero le bastaban para demostrar todos sus sentimientos.



derechos de autor: francisco Moroz


Relato que participa en:




lunes, 23 de mayo de 2016

Viento divino


En esta casa no vive Mizuki Tanaka desde que el viento divino se lo arrebató a su
familia. Ellos saben que habita con los dioses, y cuando celebran su aniversario pronuncian las palabras: patriota, y guerrero glorioso.

Todos saben que en 1944 muchos jóvenes como él se alistaron en la armada imperial para luchar contra el invasor.

Mizuki fue uno de los primeros en anudarse a la cabeza el pañuelo con el símbolo del sol naciente, de los primeros en subirse a un  avión cargado con explosivos y estrellarse contra un destructor perteneciente a los aliados.
Estos les llamaron kamikazes suicidas, los suyos,héroes.



Derechos de autor: Francisco Moroz

Con licencia


viernes, 20 de mayo de 2016

Puro deseo





La planta del individuo que me la presentó era chulesca: Gafas oscuras, chaqueta de cuero y pantalón del mismo material bien ajustado, y para rematar unas botas de montar de tipo militar.

Esa primera impresión y dada mi mojigatez en estos temas, me causó ciertos reparos iniciales el tener que tratar asuntos tan personales e íntimos con un personaje cuyo estereotipo no coincidía en absoluto con el mío que soy, una persona de lo más corriente y para nada extravagante.

Me chequeó de arriba abajo como para valorar si era digno interlocutor y posible cliente, el caso es que me ruboricé de forma pueril al calibrar las supuestas razones que me habían precipitado a acordar la cita con ambos.

¡Pues sí!, también ella estaba presente, junto a él, rotunda en sus formas, brillante en su aspecto, con esa manera de posar cual modelo de pasarela. Su sola presencia me excitaba y ponía la carne de gallina. Sólo quería poseerla, hacerla mía a toda costa, costara lo que costara.
Sus curvas femeninas me seducían y desataban mi pasión animal y primaria de deseo.

El hombre detectó mi manera lúbrica de mirarla, y eso le hizo suponer que pidiera lo que pidiera, se lo iba a conceder a ciegas y sin meditar, y no le faltaban razones. Mis ojos enfervorecidos y delirantes por tenerla y disfrutarla me delataban.

Naturalmente el precio inicial me pareció exagerado, pero a partir de ahí empezamos a regatear y a negociar, algo más acorde a las necesidades de cada uno.

¡Por fin! Llegó el acuerdo, nada barato, pero tampoco desorbitado para tratarse de esa belleza a la que iba a hacer mía en cuanto su anterior compañero se esfumara.

La iba a poseer hasta dolerme, pero ante todo iba a lucirla, a presentársela a mis amigos a los que sabía que les iba a corroer la envidia. La pasearía por toda la ciudad, sabiendo que arrastraría miradas a su paso; miradas cuajadas de deseo, el mismo que despertó en mí en cuanto la conocí viendo su foto por Internet.

Me enamoró, aun sabiendo que  dominarla me iba a costar muchos esfuerzos y mantenerla muchos sacrificios; pero en mi fuero interno estaba orgulloso de haberme decidido a adquirir esa maravillosa moto. Nada menos que una chopper Harley FLS que levantaba pasiones.


                                                                                 Derechos de autor: Francisco Moroz



martes, 17 de mayo de 2016

Flores exóticas



Desde el otro lado del planeta procedían aquellas flores que pretendía regalar a su amada; le habían resultado tan costosas como difíciles de conseguir. Pero tenía contactos al igual que dinero.

Él, estaba perdidamente enamorado de esa mujer desde que la vio en la embajada, y estaba dispuesto a conquistarla y a hacerla suya a costa de lo que fuera.

Lo que nunca pudo imaginar el “Casanova”, es que iba a ser rechazado por esa funcionaria de la embajada de Vietnam del Norte; pues ella era oriunda de ese país, en que las flores que le fueron entregadas, eran de lo más común. 



Derechos de autor: Francisco Moroz
con licencia


lunes, 16 de mayo de 2016

Del ser



Cada latido del corazón nos separa de la eternidad
y de la muerte.
Trama fina es la que nos mantiene en este mundo;
hilo delgado del que pende la vida y nos tiene unidos a ella.

Sólo basta mirar unos ojos para recorrer sin pausa una existencia,
para vibrar enteramente
e incendiarnos de puro amor,
y vernos envueltos en llamas apasionadas.

O morir de celos o penar de envidia,
poderosa razón la que nos guía.
Una débil intuición de lo que espera
escondido en el doblez de cada esquina.

¡Cuánta luz  puede nacer de una mirada!
¡Cuánta sal de una pequeña lágrima!
¡Y de un beso, cuanta  ternura!
Y desconsuelo de un rechazo inmerecido.

Muchas mareas se desatan allá adentro,
por la atracción de la luna de cada uno.
¡Qué universo tan infinito poseemos!
Tan misterioso, tan absoluto y tan incierto.

No podemos abarcar la plenitud de la existencia
ni acariciar la suavidad de los suspiros.
Todo es tan breve, todo un adiós;
lo que se goza, lo que se sufre. Solo un instante que ya pasó.

Es la pregunta, la reflexión, la interrogante
Es el, "ser o no ser", el estar o no estar,
el nacer o morir,  el reír o llorar.
Nuestra sempiterna duda de almas errantes.
sin respuesta absoluta.


Derechos de Autor: Francisco Moroz



miércoles, 11 de mayo de 2016

Reflexiones desde la ventana



Me asomo a la ventana, hace una tarde de esas especiales llenas de melancolía y esplendorosos reflejos en los cristales. La luz se tamiza en el éter iluminando las escenas como si se tratasen de pinturas al pastel.

Observo detenidamente el paisaje urbanita saturado de edificios simétricos que aparentan ser grandes bloques ciclópeos, tallados a cincel por manos de gigantes arquitectos.

Todo está muy tranquilo, hasta el aire parece haberse detenido a descansar de la jornada, el calor ha apaciguado su fuerza agobiante y da una tregua para que la gente salga de sus casas. Y es que la calle bulle de actividad; los transeúntes ultiman sus compras o simplemente pasean sin rumbo definido aprovechando la buena temperatura, ajenos al paso del tiempo en los relojes.

Me siento como un halcón en su atalaya, dominando la escena en su conjunto, el trascurrir de los acontecimientos ante mis ávidos ojos de cazador; disfrutando de la perspectiva que me proporciona la altura y que me permite sentirme como un ser superior; una idea peregrina que no se por qué razón se me pasa por la cabeza.

El caso es, que este pensamiento me hace considerar mi situación actual de dominio con respecto a los que transitan allá abajo  ajenos a mi presencia evaluadora.

Veo un grupo de adolescentes por ejemplo, que como bandada de palomas están sentados en las escaleras de la biblioteca, tecleando frenéticos en sus móviles equipados con las últimas tecnologías, hablando a gritos e ignorando lo que el otro les tiene que decir. El diálogo no tiene cabida en su mundo, ignorantes del conocimiento y el silencio que se guarda tras las puertas del edificio que tienen a sus espaldas. Ellos, en su parco mundo intrascendental son felices, inconscientes de su futilidad y lo caduco y breve de la existencia.

Para ellos el mañana no existe, no parece importarles el futuro y beben el presente con ansia infinita. Y cierto es que son sabios a su entender, pues nuestro vivir es un presente continuo. 


¡Carpe Diem! (Aprovecha el momento) parecen clamar sus actitudes.

Más allá una muchacha bonita está plantada en medio de la acera, frente a un escaparate donde se muestran prendas de vestir y artículos de moda; otra cosa pasajera como las mismas apariencias hipócritas que priorizamos por encima de  una bien fundamentada personalidad, habilidades y valores personales. Cuan pueriles e irresponsables somos los humanos que preponderamos lo que llevamos puesto por encima, y despreciamos la riqueza que poseemos dentro.


"Vanitas vanitatum omnia vanitas" (Vanidad de vanidades todo es vanidad)

Un hombre de mediana edad sentado en la terraza de una cafetería, observa a la chica con fruición, como para empaparse de su esencia; se detiene en su sugerente anatomía no tanto para apreciar la pura belleza de las formas femeninas, sino poseído por el rijoso apetito y el deseo lascivo de poseerla. Parece desnudarla con la mirada. Otro ejemplo de lo casquivanos que podemos llegar a ser, de lo primitivos y básicos. Nos dejamos gobernar por el instinto antes que regirnos por la razón, no meditamos las consecuencias de nuestros actos ni reparamos en el precio que habrá que pagar por nuestras decisiones desacertadas. 


"Fatum fatis ego perea" (Hágase el destino aunque yo perezca)

En el pequeño jardín colindante encajado entre dos edificios antiguos, un anciano reposa sus huesos en un destartalado banco; aprovecha esos póstumos rayos de sol que acarician su piel arrugada por los años. Sedente, como una estatua erosionada por los vientos, el agua y los hielos; ejemplo de lo efímero y pasajero de la juventud que pasa rauda como primavera, y se marchita como hoja de otoño. 

Desde que nacemos corremos presurosos hacía nuestro final y nada ni nadie puede detener la carrera. ¿De qué sirve pues el haber padecido?¿De qué, nuestros trabajos y desvelos?¿ Para qué nuestro sacrificio y nuestras esperanzas vanas?

 "Cotidie morimur, cotidie conmutamur et tamen aeternos esse nos credimus" (Cada día morimos, cada día cambiamos y sin embargo nos creemos eternos)

Por la acera de enfrente pasa "Don importante" el más fatuo de los personajes que pululan por las ciudades. Se le nota en la actitud altanera y el porte prepotente de desprecio hacía el resto de mortales que no han alcanzado el estatus que él ostenta.
No tiene escrúpulos para conseguir sus fines ni oyó hablar de la caridad.
Seguro que vive en las afueras, en alguna urbanización privada vigilada las 24 horas, o en unos de esos "Loft" de lujo donde poder organizar bacanales con sus conquistas esporádicas. 
Este individuo nunca tendrá un hogar, ni el amor verdadero de una mujer o unos hijos. Con dinero no se compra lo trascendente, no puedes trocar las riquezas acumuladas, a cambio de tu alma; si es que esta ya la has perdido. No puedes encontrar la paz si la trocaste por fama y poder.
El dinero te procurará placeres inusitados pero nunca la felicidad de las cosas sencillas.
Me vienen a la cabeza las palabras que el esclavo repetía a los cesares cuando alardeaban de sus triunfos delante de toda Roma:

"Memento mori" (Recuerda que eres mortal)

Me doy cuenta que he perdido yo también la noción del tiempo que ha trascurrido desde que me aposté en esta ventana, ¡Media hora! y tengo tanto que hacer...
Así que me pongo manos a la obra antes que la falta de luz no me permita realizar la tarea que me trajo hasta aquí.

"Aequam memento rebus in arduis servare mentem"
(Recuerda conservar la mente serena en los momentos difíciles)

Respiro pues profundamente, y me relajo para concentrarme en mi cometido.
Monto el soporte de mi fusíl Accuracy Warfare de precisión con mira telescópica y observo esta vez de forma desapasionada a los individuos que pululan por las venas de la urbe.
Hoy es un buen día para demostrar a estos pobres diablos que somos peregrinos por este mundo y que la muerte nos acecha de continuo.
Esta tarde, como si fuera un dios, decidiré a quien he de regalar toda una eternidad...


Noticiario de las 22:00 pm:
Ayer en Estados Unidos, un francotirador apostado en una ventana de un bloque de oficinas en construcción, asesinó a tiros a seis personas, se cree que de forma aleatoria.

Las autoridades de la localidad sospechan que se trata de un individuo...

Apago la televisión y me digo a mi mismo:

"Acta est fábula" (La historia ha terminado)


                                                                                          Derechos de autor: Francisco Moroz

                                                                                                      Registrado con licencia:



lunes, 9 de mayo de 2016

Hechos aislados




El agua espantaba a las avispas escondidas bajo las hojas mientras fabricaban su avispero. Era el comienzo del fin; y estos insectos todavía no se habían percatado, al igual que otros muchos seres que seguían pululando por la tierra, que no verían un nuevo amanecer.


Mientras tanto, este detalle también pasaba desapercibido para un grupo humano que observaban con estupor, como unos cuantos vecinos se introducían, en una enorme estructura de madera allá en el valle.



Derechos de autor: Francisco Moroz

Registrado con licencia: 

domingo, 8 de mayo de 2016

Carta para un hijo



Querido hijo:

Llega el momento del encuentro.
Hoy, después de tan larga espera podremos conocer tu rostro y oír tu llanto. 

Tendrás que abandonar este lugar tan cálido que te acogió hasta ahora en húmedo y rítmico arrullo de dos corazones unidos por el amor a lo engendrado.

Pero no sientas temor, estaremos muy cerca, al igual que ahora, para recibir tu primera mirada cuando abras esos ojos que imaginamos claros como el cielo.
Fantaseamos con tu sonrisa, con tus deditos agarrando un mechón de nuestros cabellos.


Seguro que no te faltarán caricias sobre tu piel indefensa, te garantizo que nuestros besos te cubrirán como ropaje de cariño; eres un bien muy preciado para ambos, y deseamos compartir tantas cosas contigo, que esperar las últimas horas se hace costoso.


Cuando vengas nos haremos todos como niños. Seremos partícipes de tus descubrimientos, volveremos a admirarnos de las cosas en las que un buen día dejamos de creer.


Gracias a ti, volveremos a ver el mundo con esperanza  y quien sabe si por tu causa, reiremos más a menudo de felicidad.
Lo que sabemos con seguridad es que todo cambiará, y que lo que fuéramos hasta ese momento carecerá de importancia, pues tú, vienes a dar nuevo sentido a nuestras existencias.

Por tu nacer y por lo que lleguemos a ser juntos te estamos muy agradecidos hijo y eres bienvenido a nuestros brazos, que serán tu primer hogar.




Derechos de autor: Francisco Moroz

Código de registro: 1605087457687



jueves, 5 de mayo de 2016

Honrados piratas


Relato presentado al concurso propuesto por el Círculo de escritores con la temática: "Piratas"





Desde que a primera hora del amanecer divisamos el galeón en lontananza, mantenemos una persecución constante a todo trapo, como lobos hambrientos de botín.
El barco con el que visiblemente acortamos distancias es pesado y robusto, fuertemente armado, con no menos de 40 cañones; pero eso mismo va en su detrimento, pues nuestra fragata, menos pesada, surca las olas velozmente. Además, el dios Eolo sopla de popa fuertemente, favoreciendo nuestra fortuna. Esta tarde habrá tempestad para algunos.

Queremos dar caza a quienes portan lo que es nuestro, la riqueza que nos fue arrebataba con la impunidad de ladrón y la alevosía del malnacido.
Nosotros somos hombres desligados de ataduras; libres de surcar los siete mares a nuestro antojo, de gritar a los cuatro vientos y de hacer de jueces y verdugos. Nadie está por encima de nosotros; todos iguales a la hora del reparto y dispuestos por igual a morir, o a matar para evitarlo.

Mi tripulación está formada por no menos de 50 hombres, y todos ellos son bravos que están avezados en la lucha cotidiana por la supervivencia; no les arredran las tormentas ni los infortunios,  y si saben que el enfrentamiento es contra nuestro ancestral enemigo, se anudan los pañuelos y afilan sus cuchillos.

El rival no puede evitarnos y cuando al atardecer le damos alcance, nos muestra su flanco de estribor orlado de portañolas donde asoman amenazantes las bocas de sus 20  cañones de línea. Guardamos distancias, la suficiente para que las pesadas bolas de hierro no alcancen nuestra quilla; y preparamos los falconetes de a bordo y los diez cañones en banda de babor.

Cuando estamos a una distancia prudencial, alzo mi voz e insto al capitán del galeón a rendirse; este se asoma al puente de mando y con desprecio a lo que representamos, saca el sable y lo alza. En ese momento los grandes cañones de cureña  empiezan a escupir fuego: La pesada artillería no llega a alcanzarnos.
Maniobramos con diligencia  para situarnos en ángulo muerto con respecto a los cañones del pecio enemigo y comenzamos a disparar los nuestros sobre su cubierta, para  despejarla mientras preparamos el abordaje.

Cuando la cercanía es plausible para poder lanzar los ganchos; aparecen tras los parapetos de las bordas una línea de fusileros reales que abren fuego contras nosotros, provocando muchas bajas a causa del factor sorpresa. Pero esto nos enardece aún más y empezamos a disparar nuestras pistolas; mientras que nuestros cañones son los que truenan y destrozan jarcias y aparejos.

Saltamos y escalamos las bordas, empezamos la danza macabra con la muerte; la sangre se confunde con el agua salada y nuestros pies se escurren en la tablazón del castillo, el combés, el alcázar y la toldilla.
Es una lucha desigual. Ellos, más numerosos, lo hacen por las riquezas que atesoran en el buque, nosotros por venganza y porque fuimos engañados.

Al fin derrotado el rival y aliviadas nuestras ansias de desquite, pongo orden en la barahúnda de la tripulación e impongo silencio ante la cacofonía desmedida de gritos y alaridos de dolor.
Se ha hecho justicia de nuevo, y esta embarcación repleta de filibusteros será desarbolada y hundida después de cambiar la carga que yace en sus bodegas, a las de nuestro barco.

Antes, arriaremos su bandera negra como sus conciencias y la quemaremos, después marcharemos en busca de otras aventuras, tras de aquellos que con patente de corso de sus reinos y gobiernos, saquean a esos que llaman: “ingenuos ciudadanos”.

Mientras zarpamos en nuestra fragata cuyo nombre es “Indignación” pienso que al menos este galeón, no llegará a Panamá.


Derechos de autor: Francisco Moroz

                                                                                              Código de registro: 1605057442002




lunes, 2 de mayo de 2016

R.I.P chef



-Es como sale mejor la paella con bogavante ¡Cateto! y no la bazofia que has preparado que no se la comería ni un muerto de hambre. Eres un aprendiz de cocinero, un fraude sin ningún arte culinario, sin derecho a pisar las cocinas ni utilizar mis fogones…

Todo esto me lo dijo el chef delante del público y de las cámaras que me enfocaban mientras yo, bajaba la cabeza avergonzado.

Me superé a mí mismo, y practicando, llegué a ser el mejor.

Hoy he preparado un arroz con bogavante sin bogavante y con carne que parece de pollo pero tampoco lo es.


Derechos de autor: Francisco Moroz

                                                                                              Código de registro: 1605027409189

sábado, 30 de abril de 2016

Abrazos no solo de libro.




No soy muy dado a hacer entradas de este tipo de eventos, entre otras cosas porque no asisto a muchos; pero queridos lectores este fue especial y merece una, aunque corta, merecida.
Ya hace unos cuantos meses desde que el autor Pablo Palazuelo me ofreciera su libro para leerlo, y si era de mi gusto, poder reseñarlo.
Soy un poco reacio a hacerlo no porque sea poco generoso con ellos, sino porque no me gusta condicionar ciertas opiniones personales con las obras de escritores que no siempre tienen que complacer mis gustos literarios. Ellos como creadores tienen en alta estima su obra y es un condicionante grande pretender hacer lecturas y sinopsis positivas sobre todas ellas sin dejar de lado la objetividad.

El caso es que la reseña de este título fue fácil, pues me vi gratamente sorprendido por su calidad (Primer libro escrito por dicho autor) y el argumento adictivo e interesante, al menos para un servidor, que no gana nada promocionando obras ajenas. El autor así mismo y una vez hecha su reseña, me invitó a la presentación, y a partir de ese momento la reacción fue en cadena, trasmitiendo la noticia y tentándonos unos a otros para asistir al mismo, y así conocernos de paso.

Por lo tanto, la presentación de este libro fuera motivo y escusa para juntarnos cuatro personas a las que ya unían lazos literarios-cinematográficos virtuales.

Cuatro personas detrás de sus respectivos blogs: Paloma de: Leer el remedio del alma, Chelo y su blog “de cine y buenas vibraciones” y naturalmente Juan Carlos y el suyo. Para un servidor, un profesor que no se hubiera tenido que jubilar nunca por lo mucho que todavía tiene que enseñar.
El encuentro tuvo lugar en la propia librería que acogía al autor y que se quedó pequeña para el acto; el propio Juan Carlos hizo de maestro de ceremonias junto con David. G . Panadero, un buen conocedor del género literario al que corresponde 
–Nunca es tarde paras morir-.

El autor nos explicó alguno de los entresijos de la obra y la gran aventura de ocho años que supuso el escribirla. Su lucha con las editoriales que se la rechazaron y su batalla personal para publicarla. Creo que el camino ha sido arduo pero ha merecido la pena.
Ya adelanto que nos amenazó con escribir la segunda dirigida y dedicada especialmente a las mujeres… Ahí lo dejo.

El encuentro con el autor fue interesante, pero el verdaderamente especial fue con las compañeras-os de la red bloguer.
La ocasión  y situación de conocer a magnificas y entrañables personas se da una entre muchas, y nosotros supimos aprovechar dicho evento para hacerlo.

Yo tenía ganas de conocer a mi ahijada, esa que dice que me debe tanto en su aprendizaje, esa que tanto me agradece y me halaga. Creo que se está convirtiendo en toda una referencia, marcando pautas en su blog, que otros con muchos más años de rodaje no tienen.
Ella me decía que al conocerla no me esperara algo espectacular y mentía como bellaca. Pues me encontré con una magnífica conversadora y estupenda mujer, con criterios bien definidos y perfeccionista con lo que hace. Incluso nos invitó al café. ¡Gracias Paloma, Kirke!

De Chelo no os voy a contar nada nuevo que no sepáis: ¡Cuanta alegría desprende esta chica! Antes de conocerla ya sabía que se trataba de ella por la carta de presentación de su sonrisa franca. Tímida y discreta como la que más, cuidando el detalle y mostrándose con la naturalidad de la inocencia. Una niña grande que tiene sus secretos… Ella vino desde Valencia para dejarnos disfrutar de su compañía.
Esas dos horas que pasé con ellas se me hicieron tan cortas que al final se nos fue el santo al cielo y casi llegamos tarde a la presentación.

Juan Carlos es otro fenómeno, no conocía su faceta como maestro de ceremonias; estuvo claro, escueto y conciso en las explicaciones Creo que se tuvo que reprimir las ganas un poco, pues él, con todo su bagaje cultural podría habernos dado toda una clase magistral sobre un libro que ni siquiera ha escrito él. 
Yo personalmente creo que no los lee. Los analiza meticulosamente.

La tarde se nos fue, pero nos dejó esa bonita sensación de haber conocido a personas muy interesantes, ese tipo de personas a las que desde esos momentos ya podemos calificar como amigos.


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