Cada vez que alzaba el vuelo a la caída del sol, no
veía ocasos sino horizontes que alcanzar. Cuando planeaba por encima de los
acantilados de la costa, no veía escollos ni dificultades, sino barreras que
sobrepasar por medio de la inteligencia
y la pericia.
El despegue y el aterrizaje eran pruebas constantes
en su continuo aprendizaje y su mirada siempre abarcaba la plenitud, llegando a
ver más allá de la realidad que le mostraban sus ojos.
Se sentía libre de ataduras cada vez que subía allá
arriba. El firmamento constituía su paraíso personal, las nubes le arropaban
como en blanco y mullido edredón; y si la tormenta le sorprendía con violencia
extrema, él buscaba su sosiego interno para sobrellevarla y llegar íntegro a
buen puerto.
Su querido hogar se hallaba allá donde le llevaba su
vuelo, se había convertido en todo un maestro y referente para los más jóvenes,
esos aprendices que intentaban imitarle.
No era soberbio, le gustaba enseñar a los que
demostraban entusiasmo y verdadero interés por aprender.
Hoy mientras vuela, recuerda aquellos años en los
que el aprendiz era él, recuerda a su primer maestro, aquél que le mostró que
las dificultades se sobrellevan cuando se pone empeño y suficiente alma y ganas
de hacerlo.
Recuerda cuando era un muchacho con inquietudes, y
cogió por primera vez ese libro titulado: Juan salvador Gaviota.
Sonríe y piensa: ¡qué tiempos aquellos!
Quién le iba a decir que gracias a una gaviota, iba
a convertirse en instructor de vuelo.
Levantó el mando de dirección y movió suavemente los
estabilizadores de la avioneta, poniendo rumbo a la costa, donde le esperaba la pura rutina de
lo cotidiano.
Derechos de autor: Francisco Moroz
Creé que había comentado este relato, según fui leyendo me hizo recordar que era una gaviota y me acordar de Juan Sebastian Gaviota. que lo leí con mucho agrado ya hace mucho tiempo. Un abrazo
ResponderEliminarNo pasa nada aunque lo comentes dos veces, son bienvenidas tus palabras como siempre.
EliminarEs un libro carismático donde los haya como el del principito o el profeta. De esos que cuentan una historia sencilla con mucho de filosofía de vida.
Un beso Mamen.
Un libro entrañable, sin duda. Creo que, al igual que a tu intructor, nos marcó a varias generaciones. Magnífico homenaje!
ResponderEliminarCreo que es cierto que fue un libro que nos marcó de alguna forma a los que ya tenemos una edad.
EliminarAgradezco tu visita Miguel.
Un abrazo.
Creo que le aire y el mar infunden libertad. Eso que cuentas, y es curioso, me pasa cuando estoy en la orilla, viendo esas gaviotas. Ellas volando, en la orilla, en los peñones. Hay veces que pasa frente a mi mirada y la ves volar quietas dejándose planear por el viento. Pienso en la gente que tiene "autoridad en vuelo" cuan libres deben sentirse allá arriba, la inmensidad a sus pies.....un abrazo (por cierto, un libro que marcó mi adolescencia)
ResponderEliminarLas gaviotas, siendo aves muy comunes en todas las costas se las relaciona enseguida con el mar y eso nos trasmite esa sensación de libertad, inmensidad, horizontes y plenitud. Los ojos que miran son los que dan trascendencia a las cosas. Que duda cabe que alguien que haya volado alguna vez y no me refiero en vuelos comerciales, ha sentido esas sensaciones encontradas de miedo, plenitud y euforia desbordante. Sobre el libro hay opiniones muy encontradas, como en los gustos y colores.
EliminarComo siempre mi gratitud por tu visita.
Besos
Creo que todos hemos soñado alguna vez con que volábamos y nos recreábamos en esa sensación sublime de libertad absoluta. La naturaleza no le ha dado al hombre esta facultad y él se las ingenió para conseguirlo por otros medios: creó un ave metálica que aun hoy en día sigue suplantando a esa gaviota que has querido -y has logrado estupendamente- emular.
ResponderEliminarComo siempre, un relato conmovedor.
Un abrazo.
Más frecuentemente soñamos que caemos y nos precipitamos al vacío. Pero es cierto que el sueño como quimera y deseo, es algo innato en el hombre con ilusión y expectativas. Ya Leonardo pergeñaba artilugios para el vuelo, y algún otro probaría el vuelo antes con trágicas consecuencias, como el Ícaro de la mitología.
EliminarUn abrazo.
Qué bonito, repleto de libertad, una sensación pura el poder dedicarte a lo que verdaderamente es tu pasón. Y la inspiración además viene a través de un libro, mejor que mejor.
ResponderEliminarUn besillo.
Lo que nos entra por los sentidos es lo que nos inspira por lo general. El que trabaja en algo que es de su gusto no trabaja sino que disfruta.
EliminarComo siempre un placer el verte y el leerte María.
Pues creo que disiento. A mí Juan Salvador Gaviota me pareció un libro pretencioso, engañoso y sin nada que contar. Mucho ruido y pocas nueces.
ResponderEliminarMucho mejor tu relato, Francisco, dónde vas a parar. Y quiero decir que a mí volar me da "zuto". Y aunque las gaviotas transmiten sensación de libertad, no les envidio nada andar todo el raro en las alturas.
Un beso.
ja,ja. Ellas nacieron para el vuelo y están acostumbradas a las alturas, seguro que ven más peligroso el andar pegadas a la tierra sin poder escapar de la gravedad.
Eliminar¿El libro? como los colores, a algunos les marcó unas pautas, a otros no les aportó nada. Son de esas lecturas en cuya historia sencilla subyace otra más trascendental quizá, pero como el vuelo, no te tiene que darte susto para empezar a practicarlo.
Besos
A mí me pasó como a Rosa. Cuando leí Juan Salvador Gaviota ya lo habían leído casi todos mis amigos y hablaban maravillas de él. No sé si eso hizo que crecieran mis expectativas, pero el caso es que me decepcionó un poco.
ResponderEliminarLo que no me ha decepcionado ha sido tu bonito texto.
Besos.
P.D. A mí las gaviotas me dan miedo: huelen a pescado en mal estado y las del Cantábrico parecen cormoranes de lo grandes que son.
Bueno sobre el libro te digo lo que a Rosa, son de esos en los que aletea la espiritualidad y cierta enseñanza filosófica. A vosotras no os convence su historia por ser mujeres de ciencia. Pero las gaviotas ¿Te dan miedo?¿Que huelen a pescado podrido? Yo estuve un año y medio viviendo en Cádiz y me codeaba con ellas casi todos los días, y nunca me olieron así... algo que no puedo decir de los puertos pesqueros y de algunos hombres y mujeres.je,je.
EliminarUn beso Kirke.
Muy hermoso tu relato, cada renglón transmite enseñanza, espíritu de superación y libertad.
ResponderEliminarY aunque me encantó, decir ahora que no nos lee nadie, que detesto a las gaviotas y no me gusta el mar sino es en invierno.
Un beso y felicitaciones por tu fantástica creación.
Ja,ja. A mi me dan más respeto los cuervos, pero no por ellos mismos sino por las cosas con las que se les relaciona.
EliminarEl mar me gusta en toda época, pero en verano menos por la gente que se acumula en las playas.
Besos Mariola.
¡Qué bonito! me ha encantado, muy poético lo de que "las nubes le arropaban como en blanco y mullido edredón"...
ResponderEliminarUn beso
Pd: Estoy 'aleteando' por tus posts porque he estado unos días 'fuera de combate'. Veo que tú, todo lo contrario, ¡no has parado! ;-)
Ya te veo revoloteando cual mariposa por alguna de mis entradas. Te sigo la pista para ver si te atrapo y te envuelvo en blanco edredón, aunque con estos calores ya no apetece.
Eliminarbesos