miércoles, 21 de septiembre de 2016

¡De la furia de los hombres del norte libramos Señor!


A pesar de las tempestades y los vientos sufridos a lo largo de nuestra singladura, los dioses nos han acompañado y favorecido en todo momento. Nuestros ligeros barcos han llegado hasta aquí sorteando los elementos y gracias a ellos divisamos las costas definidas de la Britania.

A bordo los hombres se muestran nerviosos, pues llegó la hora de la verdad en que se probarán las armas con las que nos enfrentaremos al que nos salga al paso, al igual que nuestro arrojo y valentía. Somos vikingos de las tierras extremas del Norte, y no sentimos temor del futuro que nos toque en suerte, para nosotros la peor de las muertes es morir en casa de viejos.

Perecer en batalla es el mejor de los honores para guerreros como nosotros, nuestro Walhalla tiene las puertas abiertas para el que caiga luchando, y compartiremos el banquete con Odín y Thor y hasta el mismísimo Loki. 

Si morimos en el enfrentamiento que nos espera, se escribirán nuestros nombres en el horizonte de este mar ignoto que se perfila frente a nuestros Drakars, que cabalgan como walkirias por encima de las olas. Obtendremos el título de héroes y seremos recordados con gloria, siendo  parte de las leyendas épicas por muchas generaciones en nuestras aldeas, y temidos como demonios, en estas tierras...

No esperamos ni tan siquiera a tocar tierra, como locos poseídos por el espíritu del cuervo, saltamos al agua, y pisamos las arenas y las piedras de la cala donde arribamos. Una vez reunidos, agarramos las hachas y las lanzas, los cuchillos y los arcos y por supuesto los escudos de madera que portamos a nuestras espaldas mientras avanzamos tierra adentro.

De repente suenan campanas de arrebato, dan la alarma de que llegamos como horda de saqueadores de las riquezas que ellos guardan, las que nosotros rapiñaremos junto con sus vidas.
No negociaremos. El más fuerte y sanguinario es el que saldrá victorioso. El más voraz y violento cargará con más tesoros.

Remontamos una colina alfombrada de verde y lo vemos: Un edificio de piedra con una alta torre y un pequeño muro que pretende defenderlo de amenazas y ataques exteriores, pero no cuentan con que nosotros escalamos paredes y acantilados con tal de conseguir nuestro propósito. Somos gigantes rubios con ojos azules, hijos de un dios tuerto y despiadado que jamás se  arredran ante otros hombres.

Llegamos a las puertas del recinto y con nuestras hachas  la golpeamos, deslavazando sus bisagras, haciéndolas saltar en pedazos, entramos para encontrarnos una explanada vacía con tan solo unas gallinas que corren espantadas al vernos y unos orondos cerdos que nos comeremos más tarde en el festín de celebración de nuestra victoria.

Se sigue escuchando el tañido de la campana pero esta vez también oímos voces angustiadas, el murmullo constante de una oración que no entendemos. Seguro que las criaturas que se encuentran encerradas tras las gruesas paredes del edificio principal nos vieron llegar, y se agazapan atemorizados, presintiendo su inminente muerte mientras imploran ayuda a dioses débiles que no les pueden salvar.

Mientras forzamos la puerta, los arqueros prenden la techumbre de paja del granero y los corrales, otros corren a la parte de atrás para que nadie escape del asalto y pueda alertar a otros pidiendo refuerzos.

Cuando la última astilla salta hecha pedazos entramos como avalancha, como alud humano, como glaciar colapsado. Sin misericordia vamos segando vidas a nuestro paso. Cuando me enfrento a mi primer oponente veo, que como los demás, está desarmado y no viste más que una tela de saco sucia y deshilachada y que únicamente antepone ante mí un palo en forma de cruz; mientras se dirige a mí persona con extrañas palabras en un dialecto que no comprendo.

Aún a pesar de la sorpresa inicial de mis compañeros al ver que en lugar de enfrentarse a nosotros y defenderse, estos hombrecillos morenos huyen despavoridos a esconderse. Siguen persiguiéndoles, masacrándoles con sus hachas, desparramando sus entrañas, despedazándoles el cuerpo, llenando de sangre la estancia, salpicando con ella las paredes.

Yo sin embargo me quedo perplejo en unos segundos que parecen una eternidad, con el arma en mi mano que no parece obedecer la orden de descender sobre el cuerpo tembloroso de mi víctima... Mi mente se ha quedado en blanco, como si mi espíritu y mis pensamientos volasen al futuro y este mundo que habito no fuese en el que me correspondiera estar.

De repente el sonido contundente y seco de una madera sobre otra me despierta de la abstracción y veo horrorizado como toda la acción se detiene a mí alrededor y las miradas de mis camaradas se posan en mi persona mientras, los que se suponen cadáveres descuartizados se incorporan y se levantan sobre sus muñones, dirigiendo igualmente sus ojos en mi persona, como recriminándome el no poder seguir con su triste destino de cadáveres perdedores.


El miedo me invade, trepa entonces por mi cuerpo atenazándome la garganta, y justo en ese momento; reverbera en el espacio la contundente y airada voz del dios supremo del cotarro gritando a voz en cuello:

-¡¡¡Coooorten!!! -Para decirme a continuación de forma muy personal: 

-¡O pones más convicción y pasión en lo que haces, o no terminamos de rodar la escena hasta el mes que viene! 
¡ Señores, nos tomamos un descanso de 10 minutos!

Y es entonces cuando me siento derrotado por un lapsus.




derechos de autor: Francisco Moroz


martes, 20 de septiembre de 2016

Grafito



El lápiz con el que ella, cada mañana, se lo dibujaba en un papel, era el mismo con el que su madre se lo dibujaba cuando era niña.

Toda una tradición familiar la de pintar corazones de grafito a los hijos. Siempre con un ¡Te quiero! adentro, que lo decía todo.




Derechos de autor: Francisco Moroz

lunes, 19 de septiembre de 2016

Asedios son refranes...




Cuantas madres no habrán dicho a sus hijos más de una y dos veces esa manida frase de: “Llevaos como hermanos” y con esta, intentar poner paz entre ellos. Pero seguro que ni esas madres ni sus hijos pensaban en esa otra frase dentro del refranero popular y que es considerada de las primeras en engrosar dicho compendio proverbial.

Me refiero a esa que reza rimando:

“No se conquistó Zamora en una hora”

Y es que esta se originó gracias a una pendencia entre hermanos llamados Urraca Fernández, y Sancho II de Castilla.

Ella gobernaba en la ciudad de Zamora por derecho propio, adquirido por ser esta la herencia recibida de su padre Fernando I de Castilla. Su hermano al que que le pareció poco lo heredado por su parte, quiso añadirle la urbe, considerando su magnífica situación estratégica junto al Duero, por ser cruce y lugar de paso de muchos caminos; y en un apartado no menos interesante, por ser la depositaria de los valores épicos de la Numancia que habitaron las tribus Arévacas de tan triste recuerdo para Roma y sus legiones humilladas.

A Zamora la llamaban: “La bien cercada” quiero imaginar que por sus fuertes murallas que permitieron su salvaguarda tras siete meses de asedio ininterrumpido.

Sancho II no solo no ganó la ciudad, sino que perdió la vida en el intento a causa de la traición de Bellido Dolfos que tras ganar la confianza del rey lo asesinó con su propia espada. Esto ocurría en el año del señor de 1072. Para unos Bellido fue traidor y para otros héroe, ya que asesinando al rey salvaguardó de perecer a muchos más hombres. Se cuenta que fue perseguido por el paladín del rey asesinado, pero en vano, pues aún consiguiendo herir a su caballo, Dolfos, tuvo tiempo para penetrar en la ciudad por una puerta llamada actualmente "La de la traición" que todavía se puede visitar, realzando con ello la leyenda.

Ahí es donde enlazaríamos con el Cid Campeador, el referido paladín del rey difunto, y con la iglesia de Santa Gadea donde nuestro épico, legendario, guerrero, mercenario, hizo jurar a AlfonsoVI el no haber sido el instigador de la muerte de su hermano (Los hermanos del Medievo se llevaban a matar) ganando por despecho del monarca, y de esta manera, un destierro en toda regla que se convirtió en romance proclamado por trovadores, leído por miles de estudiantes con mayor o menor gloria.

Con lo cual esta frase es incierta, pues el cerco de Zamora solo quedó en eso: en cerco y asedio, y los propósitos de conquista en agua de borrajas.

En la obra de Fernando de Rojas. La Celestina, se la encasqueta a un Calisto impaciente por conquistar el corazón de la Melibea en un ¡Pis, pás! diciéndole:

  “Refrán viejo es, «quien menos procura, alcanza más bien». Pero yo te haré procurando conseguir lo que siendo negligente no habrías. Consuélate, señor, que en una hora no se ganó Zamora, pero no por eso desconfiaron los combatientes”.

También aparecerá por primera vez escrita en el diario de Madrid edición del 1807. Con ella se avisaba a los lectores, que los cometidos complicados y de suma importancia no son logros a conseguir en poco tiempo, más bien requerían un esfuerzo extraordinario y paciente, que podía, aun así, concluir en fracaso.

Termino escribiendo aquello que mi abuela me repetía cada vez que soltaba sus sentencias a modo de Séneca filosófica:

¡Cómo trabajan los refranes mi hijito !


derechos de autor. Francisco Moroz

viernes, 16 de septiembre de 2016

Por los viejos tiempos



Hubo un tiempo en que no deseaba otra cosa más que estar contigo. Solos tu y yo, cuando éramos niños de barrio bajo, y jugábamos en las calles cercanas a nuestros portales.
Pues no en vano juntos, descubrimos lo que era la camaradería y la amistad, esa especie de connivencia que nos convirtió en hermanos de andanzas, juergas y alguna gamberrada; también en cómplices de amores adolescentes y confidentes de desengaños y sueños.

Nos juramos fidelidad incondicional, pasara lo que pasara, no permitiríamos que nadie ni nada se interpusiera en nuestra perfecta relación de camaradas.
Después la madurez y las responsabilidades nos alejaron. Tú te quedaste en el barrio que nos vio crecer, yo me fui lejos, evitando desde entonces un encuentro contigo, pues tenía claro mis objetivos al igual que tú elegiste los tuyos.

Pero la vida que parece regocijarse en el drama y la tragedia me trajo de nuevo noticias tuyas, después de tanto tiempo sin querer saber de ti, volvía a escuchar en los noticiarios sobre tus proezas, habías superado tus miedos iniciales y te atrevías con todo. Y yo que siempre había sido el más retraído de los dos, el que admiraba tus habilidades y me enorgullecía de ser tu amigo; ahora me avergonzaba de conocerte.

El informe desglosaba los trapicheos que te traías entre manos y el dolor que infringías de forma interesada, poniendo el alma solo en el sufrimiento de los más débiles, únicamente para obtener beneficios personales. Habías perdido todo el control, eras peligroso.
Y hoy nos volvíamos a encontrar. Tú con tus secuaces, yo con mis nuevos compañeros: Los de la unidad especial contra el tráfico de estupefacientes.


 Mi único deseo era que no intentaras utilizar el arma que sujetabas en la mano. Pues: “Los viejos tiempos” no te servirían para nada.



Derechos de autor: Francisco Moroz



martes, 13 de septiembre de 2016

Tolerancia cero





Despotricar contra los vecinos no era la solución ante los problemas de convivencia que sufría. Él no se consideraba una persona conflictiva como para que todos lo rechazaran.

Un mes de julio, a las tres de la madrugada, cuando todos dormían, tomó una decisión que le cambiaría la vida: incendió el bloque donde habitaba, acabó con sus conflictos y los molestos inquilinos.

Hoy en la celda de tres por cuatro que ocupa con otro recluso, recuerda el pasado, y reniega de su perra suerte: Le ha tocado el compañero más difícil con el que mantener una armoniosa relación.



Derechos de autor: Francisco Moroz


sábado, 10 de septiembre de 2016

Mambrú se fue a la guerra


John Churchill( Duque de Marlborouhg )

Hace  unos meses en un programa de radio, volví a escuchar esa tonadilla infantil  que me recordó a mi infancia, la titulada: “Mambrú se fue a la guerra” esa misma que los de mi generación escuchábamos cada dos por tres a maestras que como ejercicio musical nos enseñaban en la escuela infantil.
https://www.youtube.com/watch?v=VkspFpYvJrs

En más ocasiones tuve oportunidad de oírla: en los parques mientras las niñas jugaban a la rayuela y a la comba y ¡Cómo no! en esas selecciones musicales que todos teníamos en cintas y vinilos… ¡Qué tiempos!
Yo mismo se la canté a mis hijos cuando fueron niños pequeños a los que había que entretener fingiendo hacer la instrucción con palos de escoba. Cierto que eran otros tiempos y otras canciones.
Pero el caso que gracias a ese programa de radio mi curiosidad se vio sometida a la presión de indagar sobre sus orígenes y esto que os escribo hoy, es el resultado de las investigaciones realizadas. Es como si hubiera abierto la primera de las muñecas matrioskas rusas en las que de forma sucesiva salían otras. Sorpresa tras sorpresa. ¡Ya veréis!

Nos trasladamos en la máquina del tiempo al siglo XVIII  cuando España andaba sumida en la guerra de sucesión por culpa de un capricho del “hechizado” Carlos II que quiso que su sucesor fuese un Borbón en vez de un Austria.
Media Europa se vio involucrada en la guerra defendiendo los intereses de uno o de otro bando, y los ingleses ¡Cómo no! Se inmiscuyeron a favor de los Austrias y en contra de los franceses a los que infligieron mucho daño en algunas batallas.

Entre los oficiales británicos destacados en dichas batallas estaba un tal John Churchill que era duque de Marlborough y que adquirió protagonismo sobre todo en una de ellas: la de Malplaquet en 1709. Esta batalla fue ganada por los franceses pero de forma “Pirrica” pues el ejército inglés perdió 11.000 hombres frente a los 25.000 franceses que murieron en ella.

Aquí es donde empieza la historia de nuestra canción que fue compuesta por las tropas francesas para burlarse de ese oficial que tanto daño causaba y que presumiblemente había muerto en batalla junto con otros muchos oficiales. Se empezó a cantar en los vivacs y fuegos de campamento con el título: : "Malbrough s'en va-t-en guerre”. Y la ironía el destino fue que en realidad este personaje no murió en esta batalla ni en ninguna otra.
Una canción de guerra por tanto, en la que de forma irónica y satírica se contaba la defunción de este caballero en el frente. 
Cuando pasó a España se cambió el apellido “Marlborough” que resultaba difícil de pronunciar por el de “Mambrú” mucho más asequible a nuestra lengua.
Lo más curioso es que dicha canción fue tomada por Beethoven en su Wellington´s Victory Opus 91, para celebrar la derrota de las tropas napoleónicas en la batalla de Vitoria (España) como instrumento para realzar a Wellington y vilipendiar a Napoleón.
Os dejo este enlace y aproximadamente en el minuto 2:32 os llevareis una sorpresa.
https://www.youtube.com/watch?v=-NQ55Qp78mo

Ahora dos curiosidades más:

El apellido “Marlborough” os suena a marca de tabaco ¿A que sí?
Pues lo es, porque la casa Philips Morris abrió su primera tienda en Londres, en una calle llamada: Great Marlborough street en el Soho, llamada así en honor del duque que como os conté anteriormente, no murió en la guerra, sino de una apoplejía.
Segunda curiosidad es el apellido de dicho personaje que nos sonará al del primer ministro británico Winston Churchill , y no en vano, pues John Marlborough era su tío abuelo. Y al nieto tuvieron a bien llamarle, curiosamente, como otra conocida marca de tabaco.

Y nosotros los españolitos sin saber a quién nos referíamos en la canción, y encima preocupados, pues también desconocíamos si el tal Mambrú volvió de la guerra en pascua o por la trinidad.
Por cierto ¿No os suena la melodía a la de: Por ser un muchacho excelente?



¡Qué curiosa es la historia!


Derechos de autor. Francisco Moroz


martes, 6 de septiembre de 2016

El reto





Cuando despierto, él ya no está en su lado de la cama. ¡Lo odio! Seguro que lo ha vuelto a hacer, siempre pasa lo mismo, se empeña en ser el primero y quedar por encima de mi, no aprenderé nunca. Me confío y después pasan estas cosas.

El caso es, que cuando llega el día en que todo ocurre, me da mucha rabia no haber estado atenta a su estrategia ni su manera de mirarme el día anterior, como el que no quiere la cosa; con esa falsa inocencia de niño que no ha roto un plato.

¡Estoy harta! ¡Nunca lo conseguiré! Al menos mientras lo tenga a él como pareja.
Salgo de la cama a la carrera sin apenas detenerme para ponerme las zapatillas, me lavo la cara de cualquier manera y mis pies me dirigen a la cocina, casi patinando por el pasillo. Con un poco de suerte se habrá olvidado y seré yo entonces, la que le devuelva la pelota a este espabilado.

Desde que nos conocimos empezó una lucha sutil, por demostrar quién amaba más a quién, y no bastaba con manifestarlo a base de caricias y besos.
Ni miradas cómplices, ni carantoñas consentidas eran suficientes.  También era cuestión de cuidar los detalles de la relación, velar por el otro, ayudar lo necesario, respetar los tiempos y los espacios de la pareja y sorprender… en resumen: intentar enamorar cada día al otro.

¿¡Qué idílico, a que sí!?

¡¡Pues no!!

La pasión se acaba, la rutina te embarga, se encarga de llevarse todas esas cosas; a veces te aburres y te cansas. El amor se erosiona de tanto usarlo queramos o no.

Por eso mismo me olvido tantas veces, y me relajo cuando llega el momento.

¡Pero “Don perfecto” no!

Y eso me exaspera, y me da rabia reconocerlo, porque me supera mil veces con su cerebro metódico y ordenado.

Enciendo la luz y me asomo por la puerta. Él se ha ido a trabajar y no dejó señales aparentes de su paso. Todo limpio y recogido; no veo nada extraño ni por la encimera ni en los fogones, ni por las paredes.
Reviso los armarios y hasta el escobero, el calendario, las paredes y hasta con meticulosidad enfermiza miro dentro del horno y el cubo de la basura. 

¡Bieeeen! parece que esta vez seré la que me salga con la mía consiguiendo el prevalecer después de tantos años de convivencia con este “listillo”.

Pero es entonces, en el momento que estoy disfrutando por anticipado de mi ansiada victoria, y al darme la vuelta para abrir la nevera, cuando me percato de mis infundadas esperanzas en el triunfo de mi causa. Toda la precipitación en mi alegría ha sido en vano. 

¡“El bobo” lo ha conseguido de nuevo!

Allí, sujeto con uno de los imanes en el que pone: “Recuerda”, una nota con su letra que reza:

“Otra vez fui más rápido que tú. Es la ventaja que tiene el estar tan enamorado de tu persona,  que me desvelo por la noche para poder mirarte mientras duermes.”

Y más abajo, pintado con rotulador indeleble un corazón en rojo, y puesto en letras grandes una frase: ¡Feliz aniversario preciosa!

El muy sinvergüenza siempre me gana por la mano cuando llega este día. No puedo evitar decir a viva voz un: ¡¡Te quiero!!



Derechos de autor: Francisco Moroz

domingo, 4 de septiembre de 2016

Me pareció ver un lindo gatito (3) y final.



Empiezo esta vez, y ya termino con los mininos, haciendo referencia a un personaje carismático llamado Juan XXIII. Papa de la iglesia católica que nos dejó una memorable frase:

“No compliques las cosas sencillas y simplifica las cosas complicadas”

Y es que hay personas y personajes que se empeñan en complicar la vida de los demás, y otros que se la complican ellos solitos sin ayuda de nadie. Triste forma de ser, que demuestra la infinitud de la estupidez humana.

¿Qué tienen que ver los gatos esta vez?

Pues casi nada, porque en vez de gato podría haber sido una hiena, un león, un borrico, una jirafa, o una gacela piamontesca si es que estas existiesen ¡ Que va a ser que no! Pero todos tienen en común el tener cuatro patas y un rabo para espantar a las moscas ¡No más!

Pero vino el listo de turno y dijo: ¿Cómo expresaremos la idea de aquel que se empeña en complicar las explicaciones, las teorías y las síntesis, con el afán de acabar llevando razón; y de paso acabar con la paciencia del sufrido interlocutor que le escucha pacientemente?

Pues digamos simplemente: 

“Buscarle cinco pies al gato”

¡Sí! cinco, y no tres, que es como estamos acostumbrados a escuchárselo a nuestras madres, tutores, profesores y sabios del lugar. 
Sumamos pies que no restamos; que los hay que, con tal de salirse con la suya y hacer que prevalezcan sus criterios añaden la cola como pata, al igual que el “espabilaó “que nombraba al pulpo como animal de compañía. ¡Claro! que iguanas, camaleones, cerdos vietnamitas y boas constrictoras ya lo son en muchos hogares. 

¿De qué nos extrañamos pues?

Lo de los tres pies fue gracias a Cervantes que con su consabido ingenio y sentido del humor la incluyó de esta manera en su magna obra, poniéndola en boca de Don Quijote para referirse a la búsqueda de pesadumbre y enojo por parte de algunos pendejos.

Por otro lado ¿Qué sentido tendría buscarle tres patas a un animal que tiene cuatro? Siempre encontraremos tres; pero entendiendo el significado que se nos quiere comunicar con la frase, es comprensible que haya individuos que por hacer prevalecer sus sofismas y entelequias quieran contar otros apéndices del animal como patas, sumando cinco en este caso, o seis, según nos pongamos de quisquillosos.Traigo aquí a colación a un famoso negro "whasero". Ya me entendéis mejor ¿A que sí?

Un tal Gonzalo Correas en sus refranes y frases proverbiales que publicó en 1627, lo dejo escrito de la manera correcta, antes que Cervantes la liase parda, popularizando la otra. Esto viene a demostrar por otro lado, lo mucho que se lee a Cervantes.

Termino con una pequeña curiosidad:

Los franceses buscan los cinco pies al carnero y no al gato.
Y los chinos lo que buscan es al gato al perro y a cualquier bicho que se menee sin tener en cuenta la cantidad de patas que posea. No le hacen ascos a nada.

Pero recordad esto cuando se os pasen malas ideas para con estos animalillos: Son más listos que el hambre, y cuando han sido escaldados en alguna ocasión; huyen del agua fría y del caldo caliente y saben defenderse como gatos que son, panza arriba.


Lo dicho: hay gente que lo complica todo. Et certains d'entre eux sont Français.

¡Hasta la próxima entrada fuera de contexto!



Derechos de autor: Francisco Moroz

viernes, 2 de septiembre de 2016

Nápoles para enamorarse





¡Ah! Los recuerdos me invaden ahora que presiento se terminan mis días, y puedo deciros que tengo muchos de ellos como para llenar libros enteros. Pero no os cansaré.

Solo dejaré constancia sobre uno que me ha acompañado siempre: El encuentro con la mujer a la que amé con más intensidad, La que me hizo volar alto y llegar a ser quien soy.
Fue en Nápoles, la bendita ciudad que la vio nacer y que yo visitaba por primera vez, fue el lugar donde nuestras almas gemelas se encontraron; cerca de El Duomo, una construcción que comparada con otras catedrales no era gran cosa. Casi escondida entre otros edificios, pasaba desapercibida al turista despistado. Pero ella estaba allí sacando fotos de la fachada. Me quedé contemplando su esbelta estampa, su grácil figura al contraluz de los últimos rayos dorados de la tarde. Tina Fosetti me pareció una diosa antigua.

Me dirigí a ella con ese atrevimiento que despliegan los hombres cuando desean algo con intensidad, y le pregunté que la había llevado hasta allí, y me habló de su gusto por el arte y  la cultura clásica, no en vano había estudiado arqueología y amaba esta tierra que era su casa. Me presenté, y una cosa llevó a la otra.

Comenzamos a pasear juntos por las calles desordenadas y concurridas del  barrio de Decumani. Degustamos unas sabrosas pizzas, acompañadas de un Fiano di Avellino en un restaurante de la zona más populosa y turística de la ciudad llamada Chiaia, al lado del puerto, flanqueadas sus calles por prestigiosas tiendas y una tenue iluminación que creaba el aura de misterio tan necesaria, en el arte de la seducción.

A la mañana siguiente me hizo de guía. Mostrándome el Castel dell´Ovo, desde donde se vislumbraba El Vesubio y la isla de Capri. El museo Capella de San Severo o el parque arqueológico de Pausilypon, donde ella gozó como una niña. Como colofón final me sorprendió con la visita a la Nápoles subterránea donde, junto a ruinas de un teatro romano o un acueducto, pudimos ver un refugio de la segunda guerra mundial. La historia junto a ella era apasionante.

Pero mi tragedia estaba servida desde el momento en que empezó a mencionar a un tal Paolo D´Amico, estudiante y compañero de su misma facultad y con el que convivía desde hacía dos años.
No presintió la desolación que se apoderaba de mí, el dolor desgarrador que ocasionaba en mi pecho cada palabra, cada sonrisa que se le pintaba en la cara cuando lo nombraba a él.

Llegado el momento de partir, quise apurar hasta el final la jornada, empaparme de su presencia, disfrutar de su esencia y su carisma; pues no podía pretender más. La despedida aquella última noche fue desgarradora, ella lloraba y me interrogaba con la mirada, yo callaba, mis ojos ardientes de lágrimas, me sentía morir, pues sabía que no volvería a verla viva nunca más.

Después, mi existencia dio un giro radical, me dediqué a negocios no muy limpios pero lucrativos relacionados con el mundo del arte, Tina despertó mi interés por lo antiguo. América era el paraíso de lo ilegal, y yo había perdido los escrúpulos desde aquella despedida. Pero hasta que pude, visité su tierra, el lugar donde la dije ¡Adiós!

Recuerdo que…

…La abracé y la apreté fuerte antes de irme y la dejé allí tendida, en el lugar de nuestra última visita: El cementerio de la Fontanelle, donde su cadáver pasaría desapercibido, enterrado entre tantos huesos ornamentales.

Os confieso que en mi larga existencia, no he conocido todavía a ningún mafioso napolitano.



Derechos de autor: Francisco Moroz

martes, 30 de agosto de 2016

Me pareció ver un lindo gatito (2)




Todos podemos imaginarnos que es lo que pasaría si fuéramos capaces de introducir un gato en un saco. Claro que lo primero deberíamos ser capaces de meterlo, labor harto complicada cuando el minino en cuestión se niega a ser partícipe de tan aviesas intenciones. A ese reto le añadimos el de abrir el saco unas horas después. Creo que pocos tendrían agallas de realizar esta tarea por otro lado tan absurda, sabiendo que una pequeña fiera con ganas de venganza nos acecha desde el fondo de ese saco dispuesta a sacarnos lo ojos.

Pues hay una frase que aparentemente nos previene sobre ello, o eso nos parece cuando la oímos.

“Aquí hay gato encerrado” 

¡Pues no! Nada que ver con el rollito tan ilustrativo que me he marcado anteriormente. Aunque en mi favor diré que sí tiene que ver con el significado de dicha frase en la que básicamente se nos previene de razones y asuntos que por alguna causa se nos quieren ocultar. Y nuestra sospecha de que no está todo tan claro como debería estarlo, y no se nos cuenta toda la verdad con respecto a algo.

El origen de la frase es de lo más curioso. Pues en este caso la palabra “Gato” no es referida al pequeño felino sino a las bolsas utilizadas en el siglo XVIII para guardar las monedas, pues estás (las taleguillas) estaban confeccionadas al parecer con la piel de dicho animal.

El caso es que, cuando los amigos de lo ajeno, que también los había en el siglo de Quevedo, Cervantes y Lope de Vega (Siglo de Oro) avistaban a una posible víctima portadora de dicha bolsa llena de dineros; se avisaban entre ellos con la susodicha frase que fue llegando a nuestro siglo, con otros significados y sin nada que ver con bolsas, gatos ni monedas.

Por cierto a los cacos que robaban dichas bolsas se les acabó llamando gatos y fue Quevedo precisamente en uno de sus textos el que nos daba razón de ello:

“Por importar en los tratos y dar buenos consejos, en las casas de los viejos, gatos le guardan de gatos”.
(Poderoso caballero es Don dinero)

Pero otra teoría mucho más peregrina, vincula a Alan Poe y uno de sus libros: -El gato negro- con la frase de marras.
Pues en dicha historia, los policías que investigan la desaparición de un individuo, descubren el cadáver de este, emparedado junto a su gato, que vivo, emite maullidos desesperados de socorro.

Efectivamente se podría decir con propiedad que allí “Había gato encerrado” junto con fiambre.


Y con el fiambre engancho por razones aparentes, con la segunda frase:

“Dar gato por liebre”

Está clara como el agua del arroyo, la aseveración de la misma:

Se refiere a cuando en una acción subyace la intención de engaño. Por ejemplo cuando se intenta colar un artículo de ciertas características o cualidades y calidades por otro que carece de ellas. 
O a la hora de prestar ciertos servicios que más tarde se demuestra que no son reales y por lo tanto son engañosos.

Todo ello viene por una insana costumbre que se practicaba en la edad media y a la que que han dado continuidad tradicionalmente los chinos. 
Y es que cuando el hambre apretaba y los "Gatos" estaban menguados de dineros, se recurría a la comida rápida de los puestos ambulantes en los que, para ahorrar costes y obtener fáciles ganancias; se ofrecían deliciosos platos cuyo aparente y principal ingrediente era la liebre, sin saber a ciencia cierta, aunque sospechando, que lo que realmente se comía era gato; que una vez despellejado daba el pego para beneficio del mesonero de turno al que le salía a cuenta correr los riesgos que implicaba lo de meter gatos en sacos sin salir escaldado como ellos. 


Continuará ¡Marramamiaú!


Derechos de autor: Francisco Moroz

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