Por
un breve instante pude ver minúsculas estrellas rutilantes dentro de mis ojos,
a causa de tenerlos fuertemente apretados por la desesperación.
Mientras,
escuchaba a mi alrededor, el batir incesante de las alas de los ángeles guerreros que laceraban con sus espadas flamígeras mi espíritu, que se rebelaba
a la tiranía de la oscuridad. Solo resistíamos con la intención de no ser
expulsados de la bóveda celestial que compartía junto a mis hermanos.
La
batalla resultó cruenta, feroz la determinación con la que las fuerzas de ambos
bandos luchamos. Pero presentí en un breve instante de lucidez, que el
enfrentamiento estaba llegando a su final y la victoria se decantaría del lado de ese
líder al que conocíamos como el “innombrable”. El final era inminente.
Nos
desterramos a un mundo caótico e inhabitable, donde la supervivencia era
imposible para seres inferiores. Pero nosotros, a pesar de las pérdidas
sufridas, fuimos capaces de sobreponernos a la desesperación, la soledad y la
falta de recursos.
Resurgíamos
continuamente de las cenizas de los volcanes, nos hacíamos fuertes bajo la
lluvia ácida y soportamos las altas temperaturas infernales a las que éramos
sometidos durante el día. Nos reinventábamos constantemente, nos fuimos adaptando
y construimos un mundo a medida, amparados bajo La niebla que nos ocultó
durante incontables eones de tiempo, de las miradas escrutadoras de nuestros
enemigos.
Así,
poco a poco, fuimos apagando el magma incandescente convirtiéndolo en tierra
fértil. Las fétidas charcas pútridas y venenosas convertimos en lagos, ríos y
mares; donde empezó a pulular la vida en forma de variadas criaturas.
Las
temperaturas fueron estabilizadas, la atmósfera se hizo respirable y el medio que
habitábamos se cubrió de verde y azul.
Nos
felicitábamos por habernos armado de una paciencia infinita que nos había
permitido transformar un erial contaminado en un vergel, donde el equilibrio y
la armonía conformaban un hábitat maravilloso.
El
astro que nos alumbraba era tan luminoso como mi nombre, y mis compañeros y yo,
celebrábamos a cada ocasión, la liberación en aquel exilio inmerecido.
Volvíamos
a tener motivos para ser felices de nuevo, trabajar para descubrir nuestras
limitaciones, estudiar para hacernos mejores y superar nuestras debilidades;
Todo ello para trasmitir nuestros conocimientos en un futuro que se prometía
halagüeño.
Surgieron
a nuestro alrededor criaturas que demostraron cierta inteligencia, les apadrinamos con un seguimiento gradual adaptado a las necesidades de cada individuo.
Estábamos pletóricos de entusiasmo al tener la posibilidad de compartir nuestra
ancestral sabiduría con una especie que destacaría y perduraría sobre otras, siempre
bajo nuestra protección y amparo.
Pero
el mal no da tregua, es como una enfermedad soterrada. Nuestros enemigos
siempre vigilantes, no pudieron soportar el ver todo lo que habíamos sido capaces
de crear a pesar de los inconvenientes impuestos por su intolerancia y
mezquindad. Y que todo ello podría volverse en su contra.
Aprovecharon
el conocimiento y el potencial de las criaturas adoptadas, para inocular la sospecha, la
envidia, y un terrible concepto llamado pecado.
Empezaron a llamarnos seres infernales, haciendo hincapié en nuestra violencia. Resaltando la mentira y el engaño como nuestras
principales armas.
Hicieron
ver lo antagónico de lo que realmente éramos, buscadores de la verdad,
estudiosos y rebeldes inconformistas que buscaban lo trascendente de cada
criatura, lo de todo aquello que nos conforma como seres poderosos, y libres de
toda dependencia.
Y
eso, a los que ejercen la tiranía les asusta.
Por
ello ahora, os pido que no perdáis el concepto de lo aprendido y lo utilicéis
para salvar lo que sois. No permitáis que de nuevo os arrojen al abismo de la
nonada, lejos de este mundo que os dejamos como legado.
Mi
nombre es “Lucifer” el portador de la luz, y los demonios no son otros que aquellos que portáis dentro de vosotros mismos. No seáis tan ingenuos de convertiros en cómplices de
aquellos que de nuevo pretenden expulsaros del paraíso.
Derechos de autor: Francisco Moroz
Una original manera de presentar a Lucifer como víctima y no como malo malísimo. Este relato corto podría ser el germen de una novela curiosa e inquietante. La foto es preciosa. Un abrazo.
ResponderEliminarCada uno cuenta la historia según le va. Los vencedores son los que normalmente escriben la historia con lo cual, el contrario siempre queda como el malo de la película. Yo quise contar otra posible versión.
EliminarUn abrazo.
Hola Francisco muy interesante esta mirada sobre Lucifer, a veces el mal o el bien dependen de los ojos que los miren y la capacidad de empatia que uno consiga. No por habernos explicado la historia de una manera determinada tiene que ser realmente cierta. Y si tú Lucifer ¿no es el malo de la película? Y ¿si habían rencillas y otras historias poco claras que no se contaban y acaba siendo una víctima?
ResponderEliminarTu relato me ha hecho pensar en que a veces nos quedamos con la parte de la historia que más convenga a nuestros intereses sin escuchar a todas las partes.
Como te dice Zarzamora una historia que puede resultar de lo más curiosa e inquietante.
Besos
Personalmente siempre me ha llamado la atención el nombre original del demonio: Lucifer o luzbel. Ángel de luz o portador de la luz, y eso me ha hecho pensar que el portador de esa luz con un nombre tan bonito no debía ser tan malo ¿Por qué se les expulsó del paraíso? Por querer transmitir el conocimiento y la sabiduría a los seres humanos, creación por otro lado de un Dios que como aparente tirano no quiere permitir el acceso a ese conocimiento que podría ser motivo para derrocarlo o hacerle sombra en su omnipotencia.
EliminarMe invente una historia, pero quien sabe si no contiene visos de alguna realidad perdida en los tiempos.
Un beso, amiga.
He llegado sin conocerte TYe he leido y me voy conociendo un poco de lo bueno que escribes en tu bello blog abrazo desde Miami
ResponderEliminarPues ya que me conoces y me has leído, espero verte alguna que otra vez.
EliminarMi más cálida bienvenida, Recomenzar.
Siempre me han sido simpáticos los demonios. De pequeña, los veía en los libros del colegio con rabo, cuerno y muy rojos y me daban pena siempre en el infierno. Después empecé a pensar que quizás no eran tan malos como los pintan y hace ya tiempo que creo que representan la luz y el conocimiento, igual que la manzana de Eva representa la sabiduría. Tres características (luz, conocimiento y sabiduría) que el ser humano ha tenido que pagar muy caras desde que desafió a los dioses con su posesión.
ResponderEliminarPrecioso relato, amigo.
Un beso.
Ya conoces, me figuro, el mito de Prometeo que al igual que Lucifer, quiso transmitir conocimientos a los humanos y que por ello fue condenado a un suplicio eterno.
EliminarCreo personalmente que por ahí van los tiros, y que todo buen tirano tiene en su manual perseguir y eliminar todo vestigio de cultura, conocimiento y saber. Nuestros políticos también deben llevarlo en los genes, pues solo hay que ver los continuados cambios que realizan en el sistema de enseñanza para que los que accedan a ellos se conviertan no en sabios con capacidad de reflexión y juicio, si no en borregos adocenados sin capacidad de réplica ni discusión contraria a los propósitos alienantes de los que ejercen el poder.
La historia si se lee entre renglones enseña lo que ocurrió y sigue ocurriendo. No se inventó nada.
Un beso.
Escrito con tu sello de ironía reflexiva, amigo Francisco, nos has narrado fluidamente todo un razonamiento filosófico sobre la dualidad de los opuestos: bien y mal, luz y oscuridad, divinidades y demonios... Bajo este determinismo, que nos han inculcado, denostando a unos en contra de los otros, cuando la realidad es que todo está unido y ambos extremos son caras de la misma moneda reflejada en el espejo del condicionamiento mental.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con esa oscura estrategia de los llamados «amigos» que cuando no les conviene tachan de malignos a los «otros», es decir a los rebeldes, que no se conforman con las sobras o que se les imponga a la fuerza la pérdida de sus derechos, por mencionar uno de tantos ejemplos.
Si, no debemos caer en el engaño de esos cantos divinos, como los de las sirenas, para convertirnos en cómplices de quienes pretenden expulsarnos del paraíso.
Me ha gustado mucho y te felicito por ello.
Un abrazo.
Creo que a los humanos nos cuesta comprender que somos parte y de forma individual de la misma dualidad del ser. Buenos y malos. Luminoso y oscuros, claros y opacos.
EliminarPero nos enseñan que los malos, oscuros y opacos siempre son los otros, los que están al otro lado queriendo arrebatarnos lo que poseemos ¿Y que poseemos en realidad? todo es materia corrupta que se quedará como parte de la realidad en la que vivimos. Pero ¿Y el conocimiento, la experiencia y el saber? Eso forma parte intrínseca de cada uno y es imposible arrebatárnosla.
Cuando alguien es sabio, omite las luchas exteriores y solo combate para mejorar interiormente ganando territorio al lado sombrío de uno mismo y teniendo posibilidad de convertirnos en seres luminosos. Quizá como el mismo Luzbel que no eras el malo en realidad ¿O sí?
Un abrazo, Estrella
El Ángel Caído necesitaba una reivindicación positiva como la que tú haces en este relato. Me encanta ese aviso que lanza Lucífer. Ojalá que todos le hagamos caso y no volvamos a ser expulsados del Paraíso.
ResponderEliminarMagnífico y ágil relato el tuyo, Javier. Como nos tienes acostumbrados.
Un fuerte abrazo
Agradezco como siempre tus amables palabras Juan Carlos.
EliminarSinceramente creo que esta seudo-historia no es en realidad tal y como no la han transmitido. Cuando alguien se empeña en inculcarnos algo a machamartillo, es de sospechar que no quiere que tengamos la capacidad para discernir o pergeñar, que tras ello hay otra realidad que no les conviene que sepamos. Dicen que para protegernos, pero creo que es más bien para protegerse ellos de otra posible rebelión de ángeles de luz.
Un abrazo, amigo.
La Historia Sagrada será todo lo sagrada que quieras pero de histórica no tiene nada, o casi nada. Ya es muy cierto que la historia la cuentan los ganadores, en este caso los ángeles y arcángeles buenos que acabaron con el poder de Lucifer y que lo condenaron a las tinieblas y al fuego eterno. Ese es el cliché sobre el bien y el mal. Pero podemos darle la vuelta y contar una historia distinta, como la tuya que, de hecho, me ha gustado mucho más.
ResponderEliminarUn abrazo.
Todo lo sagrado siempre me ha dado un poco de repelús por lo que atañe al miedo, al temor a la reverencia y la adoración hacia ello que implica.
EliminarCreo que cuando adoras, quieres, admiras a alguien lo haces por puro amor y respeto. Y lo haces de forma libre y voluntaria, nunca forzado y amenazado con penas de dolor, destierro y muerte.
La tortilla tiene dos caras a cual más sabrosa, pero deberíamos probar las dos.
Un abrazo, compañero.
Dicen que nada es verdad ni es mentira, que todo depende del cristal con el que se mira.
ResponderEliminarSiempre hay que oír las dos versiones de una historia para hacerse una idea más justa.
Un beso.
Efectivamente ese es el mejor sistema para hacernos a la idea y en su justa medida de todas las milongas que nos quieren encasquetar y todas esas ruedas de molino que nos quieren forzar a tragar.
EliminarOtro beso para ti Paloma.
Qué relato, Francisco.
ResponderEliminarSi te digo que me ha encantado me quedo bastante corta, porque es perfecto.
El final inquietante, por esa nota tuya de que nada parece lo que es, o sí, pero hasta las últimas líneas nunca se descubre.
La ambigüedad del bien y del mal, y la búsqueda incansable o justificación de los malos actos.
Un beso, y feliz día.
Llegará el día en que nos haremos conscientes de que somos portadores de los dos conceptos antagónicos, y que solo depende de nosotros mismos potenciar el uno o el otro en favor de una convivencia, basada en el mutuo respeto. Nos daremos cuenta que no nos hacen falta ni dioses ni previsibles villanos para que nuestros actos y decisiones nos pertenezcan solo a nosotros con todas las consecuencias. Asumiremos la responsabilidad. con lo que ello implica.
EliminarUn beso, Irene.