Como
acostumbraba, Mariano, entró en la oficina sin saludar a nadie, desabrido, mal
educado, furibundo y chulesco. Pareciera ser el líder de una manada imaginaria
donde él representara al macho alfa dominante.
Ya
acostumbrados a su forma de proceder intentamos ignorarle, cada uno
concentrado en su tarea, pero él, dándose ínfulas de poderío capto nuestra
atención significándose con una fuerte voz.
–
¡A ver vosotros, panda de nenazas lloronas!
–nos increpó exaltado.
Tanto
quejaros del exceso de trabajo y de los horarios laborales interminables, pero
aquí estáis dándolo todo por la empresa y del negrero que os explota sin
consideración.
Todos levantamos la mirada al unísono un tanto confusos, avergonzados y sin saber
bien que contestar mientras él continuó con su perorata recriminadora.
–Si
fuera yo, me plantaba en el cubículo de la bestia y le cantaba las cuarenta poniéndolo
en su sitio de una puta vez, que es lo que se merece el mafioso que tenemos por
jefe. No como todos vosotros que agacháis la cabeza cada vez que pasa por
vuestro lado y le llamáis señor. ¡Un don mierda es lo que es y punto!
–Pues
va a tener la oportunidad de hacerlo en persona, ya que tiene tantos redaños, y así dará
ejemplo a sus compañeros en vez de comerles la cabeza día tras día. –dijo una voz
desde detrás del interfecto, pues lo presentimos muerto en vida.
Mariano
en su agitación acalorada, no se había percatado que tras él, había aparecido la
figura de nuestro temido director, que terminó con una situación violenta con una contundente frase:
–Acompáñeme
al despacho caballero. Tengamos una conversación en privado.
Intuimos
que habíamos asistido al finiquito de un gilipollas que lastraba las de
por sí interminables y mal pagadas jornadas laborales. En eso sí tenía razón el Mariano.
Y
entonces sonreímos.
Derechos de autor: Francisco Moroz
Ay! Justo castigo y sonrisilla algo malévola... Muy buen relato, Francisco.
ResponderEliminarUno por bocazas, será despedido lo más seguro, los otros por consentidores les tocará pencar con las jornadas interminables y además tendrán que repartirse el trabajo que a partir de ahora no podrá hacer el Mariano.
EliminarUn abrazo.
Muy buen micro y por gilipollas tomó se fue al despacho. Un abrazo.
ResponderEliminarEn cuántas ocasiones no nos habremos sentido como el Marino diciendonos para nosotros mismos: esto te ocurre por gilipollas.
EliminarOtro abrazo para tí.
Pues pobre hombre,solo dice lo que se suele pensar, je, je, je, y menudos compañeros, desde luego es mejor tener ojos en la espalda en todo momento.
ResponderEliminarLa verdad es que me ha parecido una situación cómica y común, ¿quién no ha estado en alguna situación similar?
Me gustó, Francisco, y me sacaste más de una sonrisa.
Un saludo.
La verdad es que en muchas ocasiones sería conveniente tener ojos en la espalda, pues los compañeros no suelen ser muy solidarios en situaciones como la que describo en el relato. ¡Sálvese quien pueda! es la filosofía utilizada por la mayoría en los bretes más peliagudos.
EliminarUn saludo y mi bienvenida Pepe.
Muy buena la escena Francisco, a veces nos envalentonamos cuando el perro está amarrado, pero si anda suelto, somos los primeros que nos metemos el rabo entre las piernas, ja, ja.
ResponderEliminarAcá dicen la siguiente frase: "la necesidad tiene cara de hereje", y por eso es que se aguanta tanto, yo creo que mas que eso, es que el miedo nos paraliza por no saber como van a entenderse las palabras, pues muchas veces decimos lo que pensamos, no lo que convenientemente queremos decir.
A veces una metida de pata, nos salva y también le sirve al resto, aunque este no parece ser el caso.
Buen domingo.
Que bien que describes la situación con esa metáfora del perro atado. Es verdad que si está al otro lado de la valla nos ponemos bravos y sacamos pecho, pero ¡Ay!" como la valla esté rota, entonces pies para que os quiero.
EliminarEstas situaciones o parecidas las hemos vivido en más de una ocasión a lo largo de nuestras vidas, y siempre es lo mismo, los hay que azuzan a los demás para que sean ellos los que den la cara mientras ellos se esconden detrás de los que se enfrentan al problema. En esta ocasión Mariano tuvo su justo merecido pues lo pillaron despotricando por la espalda.
Gracias por tu visita y dejar este comentario.
Un abrazo.
Por la boca muere el pez, je,je. Hay quien prefiere azuzar a los demás para que hagan lo que él no se atreve. Aparte de arrestos, le faltó prudencia al hablar.
ResponderEliminarMuy buen micro y con su moraleja, a la que ya nos tienes acostumbrados.
Un abrazo, Javier.
Cuando algo nos reconcome reventamos por soltarlo por la boca para desahogarnos con gente que no es nada discreta, y eso en más de una ocasión nos complica la vida.
EliminarLa prudencia es una virtud de la que carecemos cuando nos invaden las situaciones injustas y los abusos por parte de los listos de siempre.
Pero yo soy partidario de que los problemas hay que resolverlos dando la cara y apencar con las consecuencias si es que tuviera que haberlas.
Y la moraleja podría ser: Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, echa las tuyas a remojar.
Un abrazo de vuelta, Josep.
hay que tener un cuidado con lo que se habla... Y más aún con quien pueda estar escuchando. Algún susto me he llevado yo en ese aspecto. No me extraña que sonrieran los compañeros del "interfecto" y debieron carcajearse. Menudo listo, pero ahora tendrá la oportunidad de decirle al jefe todo lo que estaba deseando soltarle.
ResponderEliminarUn beso.
Sabiendo de seguro la condena a la que será expuesto pienso que debería aprovechar para soltar todo lo que piensa al respecto. es una oportunidad irrepetible, ya que a continuación saldrá por la puerta, y ya que ha de salir para no volver al menos que lo haga con desahogo y la cabeza alta, y con esa sonrisa torcida a los compañeros traidores.
EliminarUn beso, Rosa.
Hola Francisco, pues que hay que echarse para adelante y ese tipo de jefes decirle unas cuantas cosas, no se puede ir por la vida siendo un "machito" maleducado, furibundo y chulesco, aplastando la moral de los currantes que están bajo su cargo. Mucha gente se aprovecha de su estatus para engrandecer su ego. El pobre trabajador lo que mejor opción tiene es salir por la puerta una vez le haya dicho unas cuantas cosas a ese vil, y además, con la cabeza alta con semejantes compañeros. Vaya prisión diaria con la que se encontraría cada día. Un relato que refleja una realidad laboral. Un abrazo
ResponderEliminarUna vez que te han pillado no has de achantarte y tirar para adelante como los de Alicante.
EliminarApencar con las consecuencias de tu metedura de pata, y soltar las cuatro frescas que se merece este explotador.
No digo yo que no haya jefes en condiciones, pero en general todos están cortados por un patrón determinado.
Por otro lado es harto difícil encontrar un trabajo que compense las horas interminables que le dedicamos a cada jornada laboral.
Igualmente un abrazo Emerencia.
Era de suponer que semejante chulería e imprudencia tuviera este desenlace. Tan acostumbrado estaba a hablar más de la cuenta, que no reparó en que esa vez, el interfecto, también estaba presente y naturalmente le pilló in fraganti.
ResponderEliminarBuen microrrelato con interesante moraleja y una crítica soterrada a los jefazos, a quienes difícilmentee se les puede poner el cascabel.
Un abrazo.
Todos conocemos o hemos conocido machitos de este corte. Bocazas de medio pelo que vociferan con prepotencia y después se achantan ante el primer amago de contrarréplica. Siempre habrá alguien más chulo que nosotros y puestos a llevar razón al menos hablar con discreción y saber ser humildes y razonables como para saber cuando no llevamos la razón y admitir nuestros errores.
EliminarYa sabes que los que agarran la sartén son difíciles de <> casi siempre llevan las de ganar.
Un fuerte abrazo, Estrella.
Una sonrisa triste y resignada esa de los "compañeros" del finiquitado.
ResponderEliminarNo estoy yo en contra de cantarle las cuarenta al jefe, pero antes hay que asegurarse que los compañeros de trabajo estén contigo, al menos que te avisen (aunque no tenga cascabel) cuando llega el jefe y tú estás echando pestes de él.
Besos
Gran verdad. En esta sociedad en la que cada perro se lame su pijo, y en la que la solidaridad (Salvo en donación de órganos y sangre) no está muy de moda, es harto complicado unirse como en <> para matar al comendador o al menos para poner las cosas en su sitio y que los habituales no se salgan siempre con la suya.
EliminarUn beso, Paloma.
Buen relato. Como dicen: "por la boca muere el pez", Mariano dijo que se plantaría en el cubículo de la bestia y se le dio la oportunidad. A ver si no agacha la cabeza. Éxitos y bendiciones!
ResponderEliminarY en boca cerrada no entran moscas. Ahora el personaje tendrá la oportunidad de dar la cara y decir todo lo que soltó por la espalda, a traición. A ver si ahora saca pecho como cuando pensaba que no le oía el director del cotarro.
EliminarUn beso Mery.
Por la boca muere el pez. ¿No es así Francisco? No puede haber nada peor que, encima de estar esclavizado por un mísero jornal, tener que aguantar al gili de turno.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Y ese pez parece ser un besugo muy gordo. pues al menos podría haber sido un poquito discreto.
EliminarMejor pasar desapercibido y conllevar la jornada lo mejor posible, pero si se ha de denunciar alguna injusticia hacerlo de manera clara y de forma personal. los azuzadores de masas nunca me gustaron.
Otro bien fuerte para ti, Bruno.
Qué momento! Excelente micro, Francisco. Se sintió como si estuviéramos en esa oficina.
ResponderEliminarUn abrazo
Ja, ja. Buen momento según para quién. Como lectora te habrás divertido, pero el protagonista todavía estará llorando por los rincones y diciendose: tierra trágame.
EliminarOtro abrazo, compañera.
¡Hombre! Mariano tenía razón aunque le fallaran las formas.
ResponderEliminarPor lo visto en Japón en algunas oficinas y puestos de trabajos tienen un saco de boxeo con la cara del jefe o del mandamás para que se desahoguen los empleados, aunque lo que hay que hacer es afrontar al jefe en conjunto, juntos, unidos, puede que no sean vencidos..., o sí, a saber.
Un relato que de cuento no tiene nada, Francisco.
Al Mariano es cierto que no le falta razón en denunciar la injusticia de la sobreexplotación a la que es sometida la plantilla, pero sus formas y maneras no son las más adecuadas. Además no creo que sea un personaje muy querido por parte de los compañeros, ya que ha demostrado ser un poco chulo en su proceder.
EliminarLo de las empresas en Japón es cierto, te lo confirmo, pues tengo una cuñada japonesa y esta me asegura que es verdad este tipo de terapia. uno entra más relajado a la oficina y rinde más.
Un beso, Tara.
Ay, no diré pobre Mariano porque estos ‘’personajillos’’ no son del todo mi agrado, pero por una vez que lo que tenía que decir era a favor de los compañeros… ja, ja, ja
ResponderEliminarGenial y divertidísimo relato, Javier.
La sonrisa se nos ha quedado a nosotros al terminar de leerlo, :)
Un beso.
A mi entender en esta empresa imaginaria ninguno se salva de la quema y todos merecen lo que tienen en mayor o menor medida.
EliminarLa pena es que muchas empresas conocidas por cada uno de nosotros no están libres de pecado, y se dan injusticias de continuo, al igual que no faltan los personajillos habituales: Pelotas, lameculos, trepas, voceras, oportunistas, caraduras...
Toda una fauna laboral.
Que nos quede siempre la sonrisa y la educación. Y un guiño de complicidad.
Besazo.
Excelente micro de gran realismo y mejor humor. La verdad? uno no sabe con cual quedarse porque Mariano es un cobardón insoportable que empuja a los compañeros a lo que no se atreve; estos compañeros no saben ponerlo en su sitio ni mucho menos tienen la solidaridad para avisarle de la presencia del jefe. En cuanto a éste, ya sabemos cual es la personalidad que se calzan cuando llegan al despacho.
ResponderEliminarFelicitaciones. Un saludo
Antes de nada mi bienvenida.
EliminarPara escribir una historia no hay más que basarla en algo real y cotidiano. yo muchas veces me inspiro en mi entorno cercano o en sucesos de noticiario. Y no será la primera vez que me sorprendo al comprobar como se confirma el dicho: <>
Un abrazo, Juana.
El Mariano es un bocazas, el jefe un explotador y los compañeros muy insolidarios. Una empresa modelo desde luego no es. Más bien un caldo de cultivo para que proliferen las injusticias a cascoporro.
ResponderEliminarUn abrazo, Julio
Que buen relato, Francisco. Me da que ese jefe es uno de esos regañones, insensibles, flojos e irrealistas. Pero también hay que ser prudentes y no pecar de bocazas, si acaso se nesecita del trabajo.
ResponderEliminarAbrazo!
Todos los directores y jefes son muy parecidos, can a lo que van, y no les duelen prendas represaliar con despidos y sanciones al que se queje o no esté de acuerdo con su manera de imponer criterios no siempre justos.
EliminarLa ley del más fuerte.
Por otro lado la prudencia es fundamental para poder subsistir en un mundo laboral muy restrictivo y competitivo.
Mi abrazo también para ti
Si es que en petit comité somos todos muy valientes, je, je, je... Desde luego que parece que el despido lo tiene asegurado. Y es que las intenciones o se muestran con hechos concretos, o al final son una comezón que enturbia y carga a quienes deben de padecer esas peroratas. Una escena muy gráfica para este estupendo micro. Un abrazo!!
ResponderEliminarTodas la razón. En privado, en los vestuarios como digo yo, todos hablamos de más. pero el problema está y permanece. Solo cuando se expresa a las altas esferas es cuando puede haber posibles soluciones y alternativas. lo que pasa es que no siempre esas directivas están abiertas a las sugerencias y a las soluciones satisfactorias para ambas partes en litigio.
EliminarOtro abrazo, David.
Hola, Francisco, me ha llamado mucho la atención tu relato por lo real que parece. Pero sabes?, casi al final, la palabra "intuímos" nos da la clara pauta de que no se sabe qué ocurrió dentro del despacho. En un arrebato inspirador a modo Sherlock Holmes, me pregunto si no sería una escena montada siendo Mariano compinche del jefe. Con qué fin? pues podría ser para ver quién osa hablar mal también del jefe, a ver si alguien tiene algo que decir en su contra y Mariano es el anzuelo encargado de pescar empleados que piensen así. Por esto me llama la atención... desgraciadamente yo tuve un jefe así en un despacho administrativo donde trabajaba. El final de la historia no confirma que lo despidan, así que creo que esta bien puede ser otra posibilidad.
ResponderEliminarUn abrazo!
Buenas tardes Carla. Que buen comentario y que perspicaz por tu parte el intuir un posible complot pergeñado por Mariano y el jefe. Te confieso que es una posibilidad que ni se me había ocurrido.
EliminarMe encanta que estés por aquí y te hayas quedado.
espero poder seguir leyendote, ahora mismo indago sobre tu blog.
Recibe un abrazo grande.
Tal pareciese que Mariano estaba enfadado con la vida, al menos en lo laboral. Era de esperar que un día u otro se topara con lo que él mismo intentaba topasen los demás. Creo que en muchos trabajos hay algún bocazas que al final se come lo que no quería, ja,ja. Tu relato es muy ameno, Francisco, y leyendo a Carla, también pienso que al "intuir" dejas abierto más posibilidades. La verdad, no me importaría leer una continuación.
ResponderEliminarUn abrazo ;)
Siempre hay un personaje de ese tipo en todas las empresas sean del ramo que sea. Igual que los pelotas, los refunfuñadores, y los tóxicos (Los hijos de P--- de toda la vida)
EliminarCreo que cambiando el nombre de este tipo seguro que le sienta como un guante cualquier otro de los muchos que conocemos todos.
Un abrazo Mila. Siempre encantado de recibirte.