Las palabras que ha aprendido por la noche son
las que decidirán su muerte o su supervivencia. No hay esperanza para un
cautivo después de haber sido apresado por el enemigo del autentico Dios; solo
unas palabras a las que agarrarse después de habérselas escuchado a otro
prisionero habiéndolas memorizado de forma mecánica en su cabeza.
Nunca tendrá la seguridad de un mañana, si no
tienta a la suerte dirigiéndose a sus guardianes cuando le pregunten si está
decidido a renunciar a su fe.
El les contestará entonces con seguridad fingida:
“No hay más Dios que el Dios y Muhammad es el mensajero de el Dios”
derechos de autor: Francisco Moroz