Subió
los diez pisos hasta la azotea para contemplar su último ocaso, era fabuloso
sentirse vivo. Pero iba a durar poco su alegría. Había empezado a emocionarse
por muchas cosas, y no podía olvidar que era un fugitivo.
Él
había sido testigo de hechos extraordinarios. Cuatro años de intensas
experiencias. Todos esos momentos se iban a perder en el tiempo como lágrimas
bajo la lluvia.
El
astro terminó de ocultarse entre los edificios mientras empezaban a caer las
primeras gotas. Restalló el disparo. Esta vez el replicante no necesitó a un
Blade Runner para cumplir con su fatal destino.
Derechos de autor: Francisco Moroz