martes, 29 de octubre de 2019

El invento del amor


Dos de estos pequeños relatos se los dedico a Ana Hope y a Sombra. Una de ellos sabrá cuál le corresponde. Al otro se lo dirá su dueño.





Mis progenitores me acompañaron hasta la cornisa de la azotea. Con el beneplácito de mi madre, mi padre me animó a tirarme. Ante mi negativa para hacerlo ambos me empujaron mientras repetían que era por mi bien.
Cuando me vi forzado a abrir las alas es cuando comprendí cuanto amor y confianza habían puesto en mi.




Estaba aterrorizado, me obligaron a salir por la fuerza, me agarraron y me suspendieron boca abajo a la vez que me azotaban sin misericordia.
Apreté los ojos con fuerza mientras aguantaba las lágrimas; no quería asumir lo que estaba pasando, pero al final arranqué a llorar con desesperación ante tamaña vejación.
Fue entonces cuando escuché su voz llamándome hijo, y supe con certeza que junto a ella me encontraría a salvo.

     
  

Los dos salieron a despedirse de ella. Los abrazó, los besó. Se iba para vivir su propia vida, esa que la esperaba afuera.
Por fin sería independiente y realizaría todos esos proyectos soñados alguna vez mientras permanecía con ellos bajo el mismo techo. Ambos la amaron con ternura desde niña, la cuidaron y le dieron las herramientas necesarias para ser una persona responsable y honesta. La convirtieron en una mujer con unos principios basados en la tolerancia y el respeto. Fueron su mejor ejemplo. Al uno y al otro les llamó padres. Nunca echó de menos una madre.

                                                                                 


Malina no comprendía por qué, cuando realizaba esa pregunta en concreto, nunca obtenía respuesta al respecto ni de su padre ni de su madre.
Lo único que le contestaban es que ya lo comprendería en el momento adecuado, cuando fuese capaz de asumir la verdad.
Cuando se convirtió en adolescente la resolución llegó por sí sola. Intuyó casi todo, y de lo que le faltaba para completar el puzzle, no quiso saber.
Le bastaba la demostración diaria de amor incondicional de sus padres, a pesar de tener un color de piel diferente a la de ellos.

                                                                                    


En el mundo no habría consuelo ni esperanza, el hombre buscaría con desesperación el lugar donde refugiarse sin encontrar ninguno tan cálido como para hallar la paz necesaria.
Seríamos todos unos pobres seres indefensos con el rumbo perdido. Impotentes en nuestra debilidad, desarraigados y vulnerables.
Para evitar ese caos futurible y manifiesto, nuestras madres se ofrecieron voluntarias para echarnos una mano desde el principio de los tiempos.

                                                                                    


A mi padre nunca lo conocí y a mi madre la perdí en un accidente de tráfico siendo yo todavía muy pequeño.
Me internaron en una casa de acogida para huérfanos; fueron años duros donde tuve que aprender a convivir y soportar condiciones un tanto precarias.
De vez en cuando venían personas para llevarse a algunos de nosotros.
A mí me adoptaron un trece de Julio, nunca lo olvidaré. Eran una pareja con dos hijos.
Estoy muy agradecido; porque hay padres, madres y hermanos que te llegan a amar tanto, que te hacen sentir parte de su familia aunque pertenezcas a otra especie diferente.

Sin ellos, hubiera llevado una vida de perros.



                                                                                   
                                                                           Derechos de autor: Francisco Moroz



martes, 22 de octubre de 2019

Tiempos modernos (Que no hay quién los entienda)







 –¿Te has enterado de lo de Bea? ¡Qué fuerte! ¡Alucino tía!


–Ya te digo tronca, es demasió lo de esta menda. Hace falta estar muy flipada para intentar ligarse al Toño por medio de mensajes de Whasap.

–¡Claro! ya lo digo yo, que donde haya un tú a tú, una mirada directa, o una conversación interesante con el pibe, que se quite la mierda esa de los mensajitos tecleados, que son más fríos que la profe de mates explicando los logaritmos neperianos de marras.

–Qué razón tienes Vane, es más “living” ir de cara y no pasarte todo el santo día “stalkeando” en las redes sociales buscando información que obtendrías fácilmente preguntando al “crush” en cuestión. Eso suele degenerar en “salseo” y en un montón de “hater” comiéndote la moral.

–¡Ya! Azucena, bonita, pero es muy “cool” eso de coger el iphone hasta para ir a mear. Mantener contacto directo con las personas parece que nos cuesta mogollón y no nos produce tanta “hype”

–Yo creo que por eso hay tanto “troll” suelto por las redes; porque no son para nada seres sociables, no interactúan físicamente, solo virtualmente. Para ellos sería todo un “goal”, mirar a la cara de un interlocutor mientras le hablan.

–Pero es que Bea se siente “blessed” cuando chatea con Toño; que por otro lado no entiende esos mensajes tan crípticos que le escribe, y eso que es de letras.

–Azucena, Vanesa ¿Qué hacéis enganchadas al móvil?

–¡Pues hablando joder!

Derechos de autor: Francisco Moroz







Diccionario de términos raros ( para algunos) usados en el dialogo.

Alucinar: Asombrar.
Flipar: Impresionar.
Living: Emocionarse por cosas simples.
Stalkear: Cotillear por redes sociales.
Crush: Alguien que te atrae (Flechazo).
Salseo: Polémica o discusión en redes sociales.
Hater: Persona que odia algo o todo.
Cool: Fantástico, atrayente, más de moda.
Hype: Sensación eufórica y descontrolada por poner muchas expectativas en algo.
Troll: Un gruñón, protestón y disconforme con todo.
Goal: Un logro meritorio.
Blessed: Sentirse bendecido.






jueves, 10 de octubre de 2019

Volver a perder el paraíso






Por un breve instante pude ver minúsculas estrellas rutilantes dentro de mis ojos, a causa de tenerlos fuertemente apretados por la desesperación.
Mientras, escuchaba a mi alrededor, el batir incesante de las alas de los ángeles guerreros que laceraban con sus espadas flamígeras mi espíritu, que se rebelaba a la tiranía de la oscuridad. Solo resistíamos con la intención de no ser expulsados de la bóveda celestial que compartía junto a mis hermanos.

La batalla resultó cruenta, feroz la determinación con la que las fuerzas de ambos bandos luchamos. Pero presentí en un breve instante de lucidez, que el enfrentamiento estaba llegando a su final y la victoria se decantaría del lado de ese líder al que conocíamos como el “innombrable”. El final era inminente.

Nos desterramos a un mundo caótico e inhabitable, donde la supervivencia era imposible para seres inferiores. Pero nosotros, a pesar de las pérdidas sufridas, fuimos capaces de sobreponernos a la desesperación, la soledad y la falta de recursos.

Resurgíamos continuamente de las cenizas de los volcanes, nos hacíamos fuertes bajo la lluvia ácida y soportamos las altas temperaturas infernales a las que éramos sometidos durante el día. Nos reinventábamos constantemente, nos fuimos adaptando y construimos un mundo a medida, amparados bajo La niebla que nos ocultó durante incontables eones de tiempo, de las miradas escrutadoras de nuestros enemigos.

Así, poco a poco, fuimos apagando el magma incandescente convirtiéndolo en tierra fértil. Las fétidas charcas pútridas y venenosas convertimos en lagos, ríos y mares; donde empezó a pulular la vida en forma de variadas criaturas.

Las temperaturas fueron estabilizadas, la atmósfera se hizo respirable y el medio que habitábamos se cubrió de verde y azul.
Nos felicitábamos por habernos armado de una paciencia infinita que nos había permitido transformar un erial contaminado en un vergel, donde el equilibrio y la armonía conformaban un hábitat maravilloso.

El astro que nos alumbraba era tan luminoso como mi nombre, y mis compañeros y yo, celebrábamos a cada ocasión, la liberación en aquel exilio inmerecido.

Volvíamos a tener motivos para ser felices de nuevo, trabajar para descubrir nuestras limitaciones, estudiar para hacernos mejores y superar nuestras debilidades; Todo ello para trasmitir nuestros conocimientos en un futuro que se prometía halagüeño.

Surgieron a nuestro alrededor criaturas que demostraron cierta inteligencia, les apadrinamos con un seguimiento gradual adaptado a las necesidades de cada individuo. Estábamos pletóricos de entusiasmo al tener la posibilidad de compartir nuestra ancestral sabiduría con una especie que destacaría y perduraría sobre otras, siempre bajo nuestra protección y amparo.

Pero el mal no da tregua, es como una enfermedad soterrada. Nuestros enemigos siempre vigilantes, no pudieron soportar el ver todo lo que habíamos sido capaces de crear a pesar de los inconvenientes impuestos por su intolerancia y mezquindad. Y que todo ello podría volverse en su contra.

Aprovecharon el conocimiento y el potencial de las criaturas adoptadas, para inocular la sospecha, la envidia, y un terrible concepto llamado pecado.
Empezaron a llamarnos seres infernales, haciendo hincapié en nuestra violencia. Resaltando la mentira y el engaño como nuestras principales armas.

Hicieron ver lo antagónico de lo que realmente éramos, buscadores de la verdad, estudiosos y rebeldes inconformistas que buscaban lo trascendente de cada criatura, lo de todo aquello que nos conforma como seres poderosos, y libres de toda dependencia.

Y eso, a los que ejercen la tiranía les asusta.
Por ello ahora, os pido que no perdáis el concepto de lo aprendido y lo utilicéis para salvar lo que sois. No permitáis que de nuevo os arrojen al abismo de la nonada, lejos de este mundo que os dejamos como legado.

Mi nombre es “Lucifer” el portador de la luz, y los demonios no son otros que aquellos que portáis dentro de vosotros mismos. No seáis tan ingenuos de convertiros en cómplices de aquellos que de nuevo pretenden expulsaros del paraíso.

Derechos de autor: Francisco Moroz



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