El
armario donde acaba de encerrar a su muñeca no es solo un mueble más. Es el
mismo donde la abuela se metía de niña cuando sus padres discutían; el mismo
donde escondía a papá cuando era pequeño y el abuelo venía borracho y violento.
Un armario
que parece proteger a los seres indefensos de las personas malas que les hacen
daño.
Ahora está a la espera de que toquen al timbre de casa para refugiarse en él, junto
a su queca.
Derechos de autor: Francisco Moroz