Para implorarle que vuelva a casa solo debo hacerle una llamada. Convencerlo con argumentos contundentes como: ¡Si vienes te hago tu comida preferida! o ¡Vemos juntos esa película que te gustaba tanto!
También
puedo decirle lo mucho que le quiero, y
recordarle que no puedo vivir sin sus besos y sus abrazos. Que echo de menos
pasear de su mano por la calle mirando escaparates; y hacer carreras por los jardines de la ciudad
con esa tierna complicidad con la que lo envolvíamos todo.
Derechos de autor: Francisco Moroz