El depredador había
llegado a su destino, después de meses de trabajarse a la víctima por correo
electrónico, en una de esas redes sociales tan eficientes que se
estaban definiendo como
una herramienta primordial para contactar con ellas.
La había localizado
gracias a un perfil falso, haciéndose pasar por un pueril adolescente de 17
años casi perfecto: alto, y atlético, deportista, buen estudiante y comprensivo
¡Muy comprensivo!
Después de diálogos
escritos y mensajes muy sentidos la niña accedió a mandarle su foto. Se trataba
de una chiquilla de poco más de 12 años, regordeta de piel blanca y pura, y con
cabello rubio y rizado; todo un manjar para un tipo como él, que pretendía
saciar sus apetitos lascivos en su cuerpo de niña, desatando todos sus
instintos sádicos de abusador de menores.
Ella tenía
problemas de autoestima y de falta de comprensión por parte de sus padres y
compañeros de clase; parecía que huía de todos ellos por diversas causas, no se
sentía querida y se desahogaba en los chat contando sus desdichas de pre-adolescente.
Era soñadora y deambulaba por mundos imaginarios donde él, se alzaba
como su adalid y salvador de sus desdichas.
Ese proyecto de mujer
era un manjar para sus sueños aberrantes de posesión, con ella consumaría todos
sus oscuros deseos, esos que le perturbaban y hacían que se excitara como una
bestia en celo.
Le había tendido una
tupida red de tela de araña, halagando su belleza, regalando su sensibilidad y
emociones a base de palabras suaves y tiernas. Lo único que le pidió a la
niña era discreción, para evitar, según le explicó, el que las malas lenguas
pudiesen cebarse con su pretendida relación de enamorados y dieran al traste
con sus proyectos de futuro en común de amigos y casi pareja de enamorados.
El la nombraba como
“su dulce niña” y presentía que ella se deshacía como gelatina cada vez que lo
leía escrito en el ordenador.
Se relamía de placer
cuando después de tantear el terreno recibía las respuestas esperadas a las
preguntas, que disfrazadas de interés, eran únicamente añagazas para recabar
información sobre la rutina que la niña desarrollaba en su día a día.
Al fin llegó el
momento de un encuentro real en una pequeña casa de campo a las afueras de una
pequeña población no muy conocida.
La chica saldría de
la casa donde vivía con sus padres y se encontraría con él adentro. Hasta le
dijo donde se escondía la llave de la puerta para que entrara sin problemas…
...Allí estaba después
del viaje. Había llegado desde el sur donde vivía, hasta el norte, donde
habitaba la chiquilla, cinco horas de viaje que el compensaría con una intensa
primera sesión de sexo apasionado, descontrolado no exento de dureza, que dejaría algunas señales
sobre la cálida y virginal carne de la mujercita, a la que sometería con
violencia y fuerza bruta de alimaña.
Con la llave que
encontró escondida en el parterre, abrió suave la puerta para no recibir
alguna sorpresa desagradable. En silencio entró y escuchó con atención,
para a continuación, decir el nombre de la muchachita con cierta ansiedad
incontenible, la presintió arriba, le contestó con esa dulce voz que él había
recreado en su imaginación, le solicitaba que subiese arriba, al dormitorio…
La puerta del
cuarto estaba entornada, intuía movimiento adentro, no era ningún pardillo que
se dejara atrapar en una tonta encerrona, el cazador era él, y muy inteligente
como para haber captado a ese tentador bocadito de nata, con lo cual se
cercioró que era solamente la muchacha la que estaba allí adentro.
Abrió despacio y la
vio en todo su esplendor. Carne tibia debajo de un corto vestido rosa de dulce
impúber, ojos celestes que le miraban con sorpresa, brillos dorados en su
melena rizada y extrañeza al no encontrar enfrente a su adonis de 17 años, a su
príncipe de cuento. Ya no había marcha atrás ¡ Era suya, solamente suya! y estaba a su merced e indefensa a sus caprichos calenturientos y rijosos.
Pero dos cosas
también le extrañan a él, a saber: Que la niña no esta asustada y que en la
habitación hay tres camas y no sólo una como correspondería.
Cuando quiere
reaccionar, tres bestias enormes de diferentes tamaños entran por la puerta
atropelladamente y se abalanzan sobre su cuerpo sin darle ocasión a defenderse.
Le desgarran, laceran y destrozan a dentelladas. Le mutilan y le arrancan
trozos de carne con las garras; el pederasta profiere gritos horribles que nadie
escucha, y lo hace hasta que se ahoga en su propia sangre mientras es devorado con calma,
ya sin prisa ni ansia alguna.
La niñita mientras,
baja a la cocina y abre la tapa de su ordenador portátil que está encima de la
mesa.
Medita sobre el
desarrollo de los últimos acontecimientos y se siente satisfecha. Hace unos meses
estaba desesperada al no saber cómo iba ella, tan pequeña e indefensa, a
alimentar a sus tres queridos osos pardos, y mira tú por dónde la solución se
la proporcionó la red social más utilizada por los chavales, esa misma que
utilizan los tramperos sin escrúpulos para captarles a ellos.
Se sentía
orgullosa de haber conseguido lo inaudito, lo que se dice: “Matar dos pájaros
de un tiro.”Cazar al cazador y dar de comer a sus animales.
Cuando el ordenador
está encendido se introduce en la red social marcando su perfil con su Nick
personalizado, donde figura su presunto nombre. Y teclea un mensaje: “Me siento
sola e incomprendida por mis padres, mis compañeros me ignoran porque estoy
gorda, siento su desprecio en las miradas. Necesito amigos.”
Al cabo de 10 minutos
entra un aviso en el servidor donde se solicita su amistad. Ella acepta y al
rato puede leer un mensaje donde un usuario con el nombre de:"Metro sexual" dice: “Hola
preciosa yo tengo el mismo problema, podríamos ser amigos y llegar a conocernos
lo suficiente como para entablar una bonita relación”
-¡Bien! El cebo ha
funcionado de nuevo, -dice la niña en voz alta, dentro de unas semanas tengo el
suministro asegurado.
Después de
intercambiar unos cuantos mensajes ingenuos y provocadores con ese usuario
desconocido que se hace llamar “Metro sexual” cierra la cuenta con su perfil
donde pone: “Ricitos de Oro”.
Felicidades. Este relato me ha encantado. Es un final sangriento pero feliz. Un abrazo.
ResponderEliminarUn final justo y necesario para depredadores de inocentes. Ojalá esto ocurriera de vez en vez como escarmiento y aviso a navegantes.
EliminarUn abrazo.
Hola Francisco, buen final para semejante animal, el pederasta digo.
ResponderEliminarExcelente relato, y buen aviso a navegantes, me refiero al cuidado que niños, niñas y sobre todo padres, debemos tener en relación al control con los contenidos que manejan o pueden manejar los más pequeños en las redes sociales. Aunque desde luego, la niña del relato se las apañaba muy bien ella sola, ja,ja,ja.
Gracias por tu imaginación puesta al servicio de los demás.
Un abrazo Francisco.
La inocencia es algo que presumimos innato en los niños, pero en cuestión de tecnología creo que somos más pardillos nosotros los adultos aunque menos confiados. Cierto que hay que dejarles que practiquen con las herramientas del futuro, pero que habría que controlar los modos y los procesos para evitar que cayesen en los peligros la red de araña que muchos tienden a los ingenuos.
EliminarUn abrazo compañero.
Muy bueno, Francisco este cuento del cazador cazado y nueva y sugerente versión de "Ricitos de oro". Otra vez, y van n+1, me has vuelto a sorprender totalmente. Me esperaba otro final muy distinto.
ResponderEliminarUn beso.
Me agrada que me comuniques que te sigo sorprendiendo, eso es un gran halago que me entusiasma. No quiere decir que lo esté haciendo bien necesariamente, pero si que la imaginación es mi aliada.
EliminarPodríamos decir que sin redundar en detalles y a groso modo se trata de una versión actualizada 2.0 del cuento clásico.
Besos y gratitud.
Jajaja Francisco esa ricitos de oro es de armas tomar y nunca mejor dicho.
ResponderEliminarEs cierto que incides en un tema que preocupa porque en la red se esconden muchos desaprensivos que juegan con los sentimientos de niños y niñas a los que intentan embaucar, es importante que los padres controlen esas actividades aunque es muy difícil porque con frecuencia los niños saben más que los padres.
En tu relato me alegra que los embaucadores acaben bien embaucados.
Un abrazo
Certeras palabras: Los niños saben más que los padres en muchos casos.
EliminarEn este caso a la niña la he adornado con el toque ingenuo, en este caso fingido, de todos los tiernos infantes. Pero también le he dado la madurez suficiente para poder identificar el peligro y poder defenderse de modo creativo, ¡Claro! la inmensa mayoría de los niños no tienen tres osos en casa.
Me alegra hayas disfrutado con mi cuento.
Besos
Me gustó mucho el cuento, me gusta la tensión que vas imprimiendo durante todo el relato, que por desgracia sucede tanto y cada vez más, para luego ese final tan sorprendente y que me agradó sobremanera. Bien por ricitos de oro a ver si hace limpieza de indeseables.
ResponderEliminarGenial por ti.
Un saludo y buen fin de semana.
Sería de desear sin caer en el llamamiento gratuito a la violencia, que estos desaprensivos tuvieran su justo castigo por el daño que infligen en los niños y impúberes, condicionándoles a un futuro lleno de traumas que les marcan sus formas de proceder y de relacionarse con los demás.
EliminarEspero te encuentres bien.
Recibe un beso tonificante.
Cazador cazado o donde las dan, las toman. Se me vienen a la mente varios dichos a raíz de tu fantástico relato. Mi madre solía decir que las personas malvadas, tarde o temprano, acaban topándose con otras peores que ellas.
ResponderEliminarFenomenal ese final tan justiciero.
Besos.
En la ficción se da rienda suelta a lo que no se puede hacer en la realidad, pero quizá se debiera hacer para escarmiento de algunos, y aviso para el resto.
EliminarBesos y bien hallada.