domingo, 19 de enero de 2020

Durante el mes de abril





Sus hijos sospechábamos que la perdió a mediados de abril del año pasado, pero ninguno podía certificar que así fuera en realidad; por ello cogí un álbum de fotos familiares que tenía en casa y empecé a hojearlo con detenimiento.

Sí, en las primeras fotos todavía aparecía adornada con ella, bien bonita, muy cerca de papá, de la mano los dos. Se les veía pletóricos y felices, con un brillo especial en la mirada que parecía hablar por sí sola de todo el futuro que pretendían construir juntos y cómplices. En un blanco y negro que no opaca la luminosidad que irradian ambos.

Se repite durante las siguientes hojas, hasta llegar a las que aparecen mis hermanos, mayores que yo. Dos varones mellizos que a parte de sus trastadas, eran dos cachos de pan de los que sentirse orgullosa, y eso lo certifican las imágenes en las que aparecían inocentes, retratados en un estudio fotográfico y en esas otras sacadas en entornos naturales, casas rurales, a la orilla del mar, o en el pueblo de los abuelos. Los cuatro unidos por el vínculo no solo de la sangre; algo más fuerte que parecía habitar entre ellos, de la misma manera que cuando llegué yo a sus vidas; la tercera en discordia, la pequeña. La niña de sus ojos y el juguete preferido de mis hermanos. A la que hacer rabiar escondiéndole los juguetes o utilizar como princesa prometida en sus juegos de piratas y caballeros.

Y con la misma rapidez que voy volteando las páginas del álbum pasa la vida, y nuestros padres seguían apareciendo rodeados de nosotros tres, siempre cómplices de abrazos o besos. Esas manos sobre los hombros y en la cintura de los otros o colocando esos rebeldes mechones de pelo cano de nuestros progenitores para que salieran guapos.

Siento, como el amor incondicional me desborda. La sensación vibrante que no se ve, pero que se percibe con tal intensidad que todavía hacen que me conmueva cuando las visualizo. Impresiones en tinta de color, donde el flash dejó atrapados para la posteridad no solo gestos, personas y paisajes. También recuerdos que se entrelazan en un antes y después del disparo de la cámara que marcaron mi bagaje personal.

La historia sigue adelante, según yo voy dejando el pasado atrás, según paso las hojas y me acerco al presente, donde empieza a haber personajes nuevos que llegaron. Unos para quedarse en el entorno íntimo de la familia, otros eventuales, como pasajeros de un tren al que subir y del que apearse. 
Las parejas de mis hermanos, sus hijos. Mi pareja y los míos. Todos, ampliando un grupo que suma y sigue. 
Pero la misma vida que te da y te añade al principio, empieza a restar y a quitarte con el paso de los años.

Se ven las sillas que dejaron vacías los abuelos, huecos que ahora ocupa el aire frío de la ausencia. Espacios que se les reserva mentalmente al ser añorados. Se despidieron para siempre dejando huellas indelebles en las almas que nos habitan.
De la misma forma están desocupados los lugares de los que se van lejos por necesidad, pero que cuando regresan de vez en vez, los llenan con nuevas experiencias y emociones distintas. Siempre dispuestos a celebrar el encuentro, cualquier cosa que sirva como excusa para estar juntos y seguir compartiendo. 

Cuando por fin mis dedos se detienen como en una leve caricia sobre el rostro de mi padre en una de las últimas imágenes en las que aparece, me doy cuenta, que es poco después de aquello que mi madre sufrió su pérdida. 
Mi padre nos abandonó después de una penosa enfermedad, durante la cual, y a pesar del íntimo dolor, todavía nos fotografiamos juntos los que pudimos estar a su lado. Alrededor de la cama donde convalecía, en su sillón preferido, sentado a la mesa con la mirada perdida.

Ahora veo a mi madre en los más recientes fotogramas, y puedo asegurar sin temor a equivocarme que ella perdió su sonrisa durante el mes de abril. Soy consciente que aunque las fotografías son en color, vuelven a predominar en su rostro como sin querer, los tonos grises.


Derechos de autor: francisco Moroz


martes, 14 de enero de 2020

Peor el remedio




No puedo dejar de llorar cada vez que vienes a mi lado para compartir tu desdicha, y ver cómo tu cuerpo se va deteriorando con el transcurrir de los años a causa de la maldita droga. 
Mientras, veo como tiras tu futuro por el sumidero, desperdiciando las últimas oportunidades que te da la vida y la ayuda que se te ofrece para salir de este atolladero perverso. 

Pero entre tanto, si te parece, nos metemos otro chute para animarnos un poco y no perder las esperanzas en la rehabilitación..

Derechos de autor: Francisco Moroz



miércoles, 1 de enero de 2020

Santa inocencia



Desde muy chiquito, con ayuda de su madre, había escrito una carta para pedir año tras año a los reyes que le devolvieran a su papá. En concreto a Melchor, su mago preferido. Lo venía haciendo desde los seis, y hasta que cumplió los doce no desistió en el empeño poniendo toda su fe en sus majestades.
Después, y en vista de que su petición parecía ser ignorada, empezó a desengañarse del todo. 
A pesar de ello les dio una última oportunidad escribiendo su petición de nuevo.

Pasaron enero y febrero y entre tanto un hombre que no era su padre se presentó en casa y se quedó a vivir con ellos. Y llegaron de nuevo las navidades y el día cinco de otro enero, y en un famoso centro comercial, el individuo que figuraba como Melchor fue apuñalado con un abrecartas por un chaval de trece años. Dolido, de que después de tanto esperar a su padre como único regalo, le hubieran dado el cambiazo por otro individuo y de paso de forma impune, le arrebataran  la inocencia para siempre.

Derechos de autor: Francisco Moroz

Argumentos






– ¿Llegarás a amarme alguna vez?

– Ya veremos, más adelante te lo diré.

– ¿Cómo que más adelante? ¿No te parezco lo suficientemente atractiva y seductora?

– Todo eso y mucho más… sexy, inteligente, valiente, luchadora, con carácter. Tienes cierto carisma que atrae irremisiblemente, pero…

– ¿Pero qué? ¿No te parece suficiente? Otros ya estarían locos tan solo con esa descripción, deseando encontrar mi nombre entre líneas.

– Sabes que yo siempre busco algo más.

–¿?

–Yo no solo necesito encontrarme contigo en cada capítulo, también es importante el entorno en el que te mueves, las armas dialécticas con las que te desenvuelves en los diálogos, el argumento de la historia que protagonizas.
¡Vamos! comprobar que seas una figura con fuerza literaria suficiente, que no te vayas diluyendo como el azúcar en la leche a lo largo de las páginas y de los capítulos según se vayan escribiendo.
Que sabes tú, que las hay que te llaman la atención en un principio y enamoran a primera vista, para poco después dejarte tirado, desencantado por su forma de manejarse con sus decisiones equivocadas, su tonto proceder o su banalidad.

Soy de personajes con mucha enjundia, bien construidos. De los que dejan marca y te interpelan. De los que motivan opiniones encontradas .

-Pero si tú eres el que me perfilas con tus descripciones, formo parte de tu creación, hazme a tu imagen y semejanza y punto.

-No es tan fácil, un autor nunca está del todo seguro con lo que crea y mi miedo radica, en no saber hacer coincidir mis gustos personales con los del lector. Que los hay muy exigentes, de los que no se conforman con alguna escena tórrida intercalada.

-¿Sabes lo que te digo Steve? déjame tal como estoy, yo me veo bien incluso con tatuajes y piercings. Ya me encargaré yo de que el libro funcione y se convierta en un referente del género.
Por cierto ¿Cómo lo titularás?


-"Los hombres que no amaban a las mujeres".






Derechos de autor:Francisco Moroz




jueves, 26 de diciembre de 2019

Venganza en vía muerta





Desde el término de la guerra en 1945 estuvo tres años recabando información, siguiendo pistas infructuosas que le iban restando parte de la esperanza puesta en lo que había calificado como “su redención” ¡Cómo echaba de menos a su familia! Si ellos hubieran estado allí, esto no tendría sentido.

Después de reflexionar mientras miraba pasar por delante de sus ojos la campiña francesa, dio una última calada al cigarrillo y lo tiró por la ventanilla. Después volvió a su compartimento.

El tren se dirigía a Calais procedente de la estación de Montparnase, que era  donde sus pesquisas lo habían conducido. Allí esperó durante horas hasta que apareció su objetivo al que siguió de cerca. Ambos abordaron el tren.

El viaje estaba resultando agradable, pues se acomodó frente al asiento de la joven, que acababa de sacar un libro de su bolsa de viaje. Después de los saludos de cortesía tuvo la excusa perfecta para entablar un diálogo; preguntarle sobre el título de lo que ella se disponía a leer.

–Étrangers dans un train, le contestó ¿Lo conoce? es de una escritora novel, su primera obra de suspense que versa sobre la culpa, la mentira, y el crimen. ¡Fíjese! Una estadounidense de veintiocho años con su primera novela publicada. La verdad es que me está resultando de lo más interesante, no me extrañaría que la viésemos convertida en película.

–¿Cómo se llama la autora? –volvió a preguntar.

–Patricia Highsmith.

Él la siguió observando mientras se preguntaba qué circunstancias debían darse para que un ser humano aparentemente pacífico y equilibrado, tomara decisiones que terminaran con la vida de sus semejantes de manera violenta.

–Cuánta culpa, mentira y crimen hubo durante la guerra, –afirmó de nuevo volviendo a dirigirse a su interlocutora. A mí por ejemplo me arrebataron a mis padres y a mi hermana cuando tenía tan solo quince años. Yo estaba en casa de unos familiares cuando vinieron a buscarlos una madrugada, los había denunciado una vecina por ser judíos. Se los llevaron a Dachau y allí se perdió todo rastro de ellos. ¿Se imagina cuánto dolor?

La muchacha se sobrecogió de tal manera con esta revelación, que su cuerpo empezó a temblar compulsivamente.

Él la agarró de las muñecas  inesperadamente y la interpeló de nuevo diciendo:

–¿Se imagina cuanto desamparo, desesperación y soledad he tenido que sufrir?
Pero tranquila, esto llegará a su fin junto con el tren cuando llegue a su destino, y entonces todo adquirirá sentido, al menos algo volverá a su lugar para bien o para mal. Como en un viaje iniciático.

–¿Cree usted en un destino donde no es posible la reconciliación?  –le interrogó la muchacha-.

–¿Y usted en el bálsamo de la justicia cuando ésta toma forma de venganza?

A la mujer se le cayó el libro al suelo nada más oír estas palabras, y tapándose la cara con las manos se puso a llorar.

En ese momento el tren se introdujo en un largo túnel mientras sonaba su bocina, y se amplificaba el sonido del traqueteo sobre los raíles. Al emerger de nuevo, el hombre y el libro habían desaparecido, y la muchacha acurrucada en el asiento, seguía atemorizada a causa de los ojos de aquél extraño que le había mirado enfebrecidamente hacía escasos momentos.

La locomotora exhaló la postrimera bocanada de humo y vapor minutos después de llegar a Calais.
La joven bajó del vagón y se dirigió apresurada a la central telefónica más cercana, desde allí llamó para dar aviso de su llegada.
Nadie contestó al otro lado de la línea.

Semanas después recibió una carta a su nombre, comunicándole que su madre había sido hallada muerta, colgada de una viga de madera en su propio domicilio.

Recordó entonces con espanto, aquella madrugada de 1940 cuando miembros de la Gestapo golpearon la puerta de la casa de sus padres, y su madre asustada por los gritos y las requisiciones, señaló a los vecinos del cuarto izquierda. Un matrimonio con dos hijos de origen sefardí.

En una buhardilla, a la luz de una bombilla que emite una tenue luz, un joven de unos veinticinco años, repasa con el índice uno de los párrafos que relee por tercera vez:

“Había puesto fin a una vida. Mas nadie sabía qué era la vida, todo el mundo la defendía, era lo más valioso, pero él había arrebatado una. Aquella noche había tenido noción del peligro, de que le dolían las manos, del temor a que ella hiciese ruido, pero en el instante de sentir que la vida se le escapaba a la víctima, todo lo demás se había borrado y sólo le había quedado la realidad, la misteriosa realidad de lo que estaba haciendo, el misterio y el milagro de poner fin a una vida".*

No podía ser casual que una escritora hubiera plasmado algo que con toda seguridad, era tan solo un pensamiento que en un momento de debilidad y aflicción se le había pasado por la cabeza. Él no era ningún asesino, como aquellos que terminaron con la vida de su familia, pero sí el hombre que asustó a una chica en un tren, aprovechándose de su ignorancia al no saber ella, que él, era uno de esos miembros de la familia del cuarto izquierda, el mismo que le había robado un libro en un arrebato de rabia contenida. Y se hizo la promesa de devolverlo cuando su espíritu atormentado se apaciguara.


*Pasaje de la obra de Patricia Highsmith " Strangers on the train"



Derechos de autor: Francisco Moroz




viernes, 20 de diciembre de 2019

Ojo al dato




Con el derecho siempre procuro mirar para otro lado no sea que me pase como con el izquierdo, que por estar con los ojos bien abiertos lo perdí. De momento funciona. La duda que tengo es si me volverá a pasar de nuevo, pues al ser de cristal no puedo perder de vista el objetivo, que es el que no me deja pegar ojo. Poner un parche al problema tampoco solucionará este entuerto.

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La muchacha me miraba con interés mientras me ponía ojitos. Lástima que la manera en que me los ponía fueran cosidos con aguja e hilo. 
Solo soy un muñeco de trapo. En otras circunstancias, me hubiera enamorado de ella.

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Ciertamente hay miradas que matan, reflexionaba el francotirador mientras apretaba el gatillo.

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Aunque te hicieras la distraída, presentía como me mirabas de reojo sin ningún disimulo. Animado por aquello me levanté de la silla y me dirigí al lugar donde estabas decidido a conquistarte. Cuando me puse frente a ti solo te pregunté la hora de forma precipitada antes de alejarme, sin poder apartar la vista de tu ojo estrábico. 

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A veces alguien te mira y enmudeces porque sobran  todas las palabras. Como me ocurre ahora con el personaje del cuadro de la Gioconda que a la vez me sonríe desde su cuadro.
Por otro lado, alguien me habla con verborrea desatada sin mirarme. Con mal gesto. Es mi mujer metiéndome prisa para seguir visitando el museo.

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Mientras la oftalmóloga me examinaba los ojos yo le echaba un vistazo a su escote. De inmediato quedé cegado por su belleza a causa de tan bonita vista.

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El amor es ciego al igual que la justicia, por ello, cuando se nos cae la venda de los ojos terminamos el idílico romance en los juzgados de lo contencioso.

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Unos pequeños detalles lingüísticos son los únicos que marcan la diferencia entre dos conceptos diferentes:
Llevar un ciego de mucho cuidado o llevar a un ciego con mucho cuidado.Y sino que se lo pregunten al perro guía.

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–Mamá ¿Por qué no quieres dialogar conmigo?
–¡Porque te veo venir y punto! Y en eso consisten los puntos de vista de mi madre.




Derechos de autor: Francisco Moroz



lunes, 9 de diciembre de 2019

Suicidio programado







Seguir viendo la tele a toda costa, acomodado en mi desgastado sillón de orejas, viendo debates, programas del corazón, concursos, telenovelas y anuncios morralla durante horas y horas, mientras me alimento de comida basura y bebidas estimulantes.
Esa es mi propuesta. 
Sin ser consciente de conforme pasan los días, se van atrofiando los músculos, deteriorando el sistema nervioso y licuando el cerebro.

Si llego al final deseado, habré conseguido descubrir la manera más placentera de suicidio asistido por televisión.

Derechos de autor: Francisco Moroz



miércoles, 4 de diciembre de 2019

Dulces problemas

En este caso mi reto personal, era construir un relato que incluyera todas esas frases hechas, escritas en azul.
 Espero que el resultado tenga algún sentido al menos como divertimento, que es de lo que trata esta afición de escribidor.






Nos dejaron sin magdalenas después de acabar con los bollos, los pasteles de nata y las pastas de té. Les hubiéramos perdonado la vida si al menos hubiesen sido un poco moderados; pero el estropicio nos lo encontrábamos todas las semanas. Incluso nos dejaban sin reservas. Y eso, de cara a los clientes, hacía desmerecer el negocio. 


Por ello ¡ahora seremos nosotros los que acabaremos con los malditos roedores que han invadido la pastelería! Nos dijimos firmemente convencidos.
La primera noche lo intentamos solucionar metiendo en el obrador a un par de gatos callejeros; pero no fueron capaces de realizar su tarea, esta mañana nos hemos dado cuenta que no es cierto que tengan siete vidas, o eran gatos muy flojos que habían malgastado las otras seis, o los presuntos ratones invasores estaban sobrealimentados y frecuentaban el gimnasio.

Como medida drástica hemos llamado a Esteban, que se ha personado con su gato Mishi que no participó en la refriega nocturna. Esteban se ha ofrecido para acabar con la plaga en persona, con la ayuda de dicho felino que está muy nervioso y un puntito histérico. También se ha presentado con un tal Arturo que por ser tartamudo le apodan el repetidor, un amigo suyo desde la más tierna infancia.

Hemos dudado del éxito en tal empresa antes de ver lo que Arturito el repetidor llevaba en una caja de compases, que apretaba fuertemente contra el pecho. Unas ampollas con veneno del fuerte, de ese que debe de emplearse en guerras químicas.

¡Y sí! ¡Lo hemos conseguido!

Al menos ya hemos resuelto parte del problema. A saber, los ratones se han esfumado. O eso, o nunca los hubo. Pero a cambio nos enfrentamos a otros cuantos quebraderos de cabeza: Esteban y Arturo están desaparecidos en combate desde que se hicieron públicos los resultados de su trabajo. No dieron explicaciones y no hemos vuelto a saber de ellos. Ni tan siquiera han llamado para reclamar sus honorarios y tampoco contestan al teléfono.

Mi socio todavía se encuentra bajo los efectos de un shock postraumático y sufriendo lo indecible por amor y por si fuera poco, siendo interrogado por la policía un día sí y otro también. Dando explicaciones del porqué apareció dentro de nuestro local y más tiesa que la mojama, la gorda de su mujer, con espuma, restos de hojaldre, y cabello de ángel en la boca. Todo muy misterioso y siniestro.

Pero soy yo con diferencia el que tiene que apechugar con el problema más peliagudo: Bregar con el inspector de sanidad por supuestas irregularidades encontradas en los aditivos empleados en nuestros productos alimenticios, y cuidar de Mishi que anda maullando por los rincones, con el pelo erizado. Muy agitado, como en un continuo celo.



Derechos de autor: Francisco Moroz


domingo, 1 de diciembre de 2019

La fragilidad de ser humano.





Temblamos mientras les esperamos parapetados entre las ruinas. También de los nervios al sentirnos vulnerables.

Temblamos de incertidumbre al no saber si las circunstancias nos favorecerán. De desasosiego al no predecir por dónde aparecerán los primeros.

De frío, mientras exhalamos aliento sobre nuestras ateridas manos a punto de congelarse.

Temblamos de miedo cuando empezamos a oír el persistente tableteo de las ametralladoras enemigas. De angustia al escuchar los gritos de dolor de los que son alcanzados por los proyectiles.

Y nos preguntamos si ellos temblarán al igual que nosotros, aunque tan solo sea por la emoción al presentirse vencedores de esta sangrienta batalla.

Ardenas. 25 de enero de 1945.


Derechos de autor: Francisco Moroz


sábado, 23 de noviembre de 2019

Quién le pondrá el cascabel al gato



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Como acostumbraba, Mariano, entró en la oficina sin saludar a nadie, desabrido, mal educado, furibundo y chulesco. Pareciera ser el líder de una manada imaginaria donde él representara al macho alfa dominante.

Ya acostumbrados a su forma de proceder intentamos ignorarle, cada uno concentrado en su tarea, pero él, dándose ínfulas de poderío capto nuestra atención significándose con una fuerte voz.

– ¡A ver vosotros, panda de nenazas lloronas!  –nos increpó exaltado.
Tanto quejaros del exceso de trabajo y de los horarios laborales interminables, pero aquí estáis dándolo todo por la empresa y del negrero que os explota sin consideración.

Todos levantamos la mirada al unísono un tanto confusos, avergonzados y sin saber bien que contestar mientras él continuó con su perorata recriminadora.

–Si fuera yo, me plantaba en el cubículo de la bestia y le cantaba las cuarenta poniéndolo en su sitio de una puta vez, que es lo que se merece el mafioso que tenemos por jefe. No como todos vosotros que agacháis la cabeza cada vez que pasa por vuestro lado y le llamáis señor. ¡Un don mierda es lo que es y punto!

–Pues va a tener la oportunidad de hacerlo en persona, ya que tiene tantos redaños, y así dará ejemplo a sus compañeros en vez de comerles la cabeza día tras día. –dijo una voz desde detrás del interfecto, pues lo presentimos muerto en vida.

Mariano en su agitación acalorada, no se había percatado que tras él, había aparecido la figura de nuestro temido director, que terminó con una situación violenta con una contundente frase:

–Acompáñeme al despacho caballero. Tengamos una conversación en privado.

Intuimos que habíamos asistido al finiquito de un gilipollas que lastraba las de por sí interminables y mal pagadas jornadas laborales. En eso sí tenía razón el Mariano.

Y entonces sonreímos.


Derechos de autor: Francisco Moroz





jueves, 21 de noviembre de 2019

Más que un juego





Cuando acabes la dejas fuera de juego definitivamente, no le des tregua, ponla contra las cuerdas con un jaque mate y olvídala.

Es difícil hacerlo, pero posible. Solo tienes que seguir ciertas normas básicas y alguna que otra regla de manual. El instinto de supervivencia y la prudencia serán tus mejores consejeras.

Sabes que en todo momento ella estará protegida y flanqueada por los suyos. Debes prevenirte contra sus rápidos y efectivos movimientos, ella es letal con sus víctimas. No tiene ninguna piedad con todo aquél que la enfrenta.
Creo que si utilizas la inteligencia y te adelantas a su jugada con una buena estrategia, serás el elegido para terminar con lo que otros no consiguieron. Se trata de aceptar que nadie es mejor que nadie sobre este tablero que contrapone dos fuerzas, la desidia y la voluntad.

Debes creer en ti mismo, en tu potencial, eres como una simple pieza de ajedrez, un peón en su momento más negro, un peón que puede superar a la mismísima dama blanca que quiere dominarte. Recuérdalo la próxima vez que te ofrezcan cabalgar en un caballo del mismo color que ella.

Derechos de autor: Francisco Moroz

martes, 12 de noviembre de 2019

Sensaciones





Si te dijera que sentí dolor mentiría. A lo mejor, en el instante en que te sorprendí tumbado debajo del automóvil sí que experimenté bastante inquietud, algo de desazón y un pequeño cosquilleo nervioso en el estómago; pero todas esas sensaciones se me pasaron repentinamente cuando todo voló por los aires con la explosión, incluido tú.


Pues solo pensar que algunos inocentes habían salvado su vida gracias a que no supiste manipular adecuadamente el explosivo, me han hecho percibir solamente una sensación de alivio. Duelo y pesar, ninguno.


Derechos de autor: Francisco Moroz




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