Ahora o nunca – se dijo.
Era justo el momento de lanzarse
al vacío sin dudar. Si fracasaba su plan se estamparía de lleno con
la cruda realidad y si lo conseguía, sería el hombre más feliz sobre la tierra.
De una vez por todas dejaría de estar en la cuerda floja, aterrorizado por el
abismo de la incertidumbre.
Una mujer era la responsable de su
situación desde que la viera por primera vez mientras limpiaba las cristaleras
de unas oficinas del decimotercer piso.
Hoy estaba de nuevo allí, plantado frente
a su ventanal haciendo gestos con las manos para que la abriera y poder hablar
con ella y declararle todo su amor.
¡Ojalá le aceptase! sino sería su final.
Derechos de autor: Francisco Moroz