Se
quedaban discutiendo donde pondrían el sofá, pues aunque les sobrara espacio para
colocarlo junto a la vitrina, la mesa del comedor, las doce sillas, el aparador
y el mueble de la televisión, lo que les faltaba eran ganas y motivación para
redecorar en ese momento el que sería su nuevo hogar.
Tenían
un sólido techo de puente sobre sus cabezas y unas vistas maravillosas a la
ciudad. Lo que no tenían eran las cuatro paredes que limitaran la propiedad.
El
desahucio les había cambiado la vida.
Derechos de autor: Francisco Moroz