Ya
recogerían la mesa mañana y fregarían cubiertos, platos y copas. Las
servilletas las echarían a lavar junto con el mantel de hilo. Después barrerían
los desperdicios del suelo.
Nunca
tuvieron en el restaurante a la hora de
cenar comensales tan destacados, y para una vez que los tenían, todo se había
descontrolado de tal manera que no les quedaba más remedio que dejar toda la
tarea para el día siguiente.
Derechos de autor: Francisco Moroz