Los
rincones vacíos de la casa ya desmantelada le transmitían innumerables sensaciones,
pero sobre todo la de desamparo.
Toda
su infancia y parte de su juventud las pasó en ella, compartiendo momentos
inefables y dolorosos con otros que como él, no fueron bendecidos por la fortuna.
Experimentaba
el mismo abandono dentro de su corazón, una soledad a la que a pesar de los años
transcurridos no se llegaba a acostumbrar.
Echaba
de menos a su familia, aquella que se formó entre las paredes ahora ruinosas del orfanato.
Derechos de autor: Francisco Moroz