Aquél
robo fue muy bien planeado, se recordaba como algo excelso en su ejecución.
Sin daños colaterales,
víctimas ni desperfectos.
El
ladrón había demostrado tener alma de artista y una gran sensibilidad. Se pudo comprobar por el detalle,
el orden y la limpieza con el que los policías se encontraron el lugar de los
hechos.
Nada
parecía estar fuera de su lugar. Hasta el director de la entidad bancaria
parecía sorprendido de un suceso tan extraordinario.
Cuando tuvo que redactar el informe a sus superiores, el inspector únicamente pudo escribir que el caso sería de difícil resolución ante la falta de pruebas
dejadas por el delincuente en cuestión.
Pues solo se encontró un bolígrafo barato con el logo de una conocida editorial; con lo cual la secuencia narrativa de los hechos, junto con los argumentos circunstanciales a tener en cuenta acababan ahí.
Personalmente, sospechaba que podría tratarse
de un crimen de autor.
Pues el delincuente en ningún momento perdió los papeles y exclusivamente había sustraído letras del tesoro. Y como dato curioso añadió: "Dejó en el libro de registro una impoluta y bien trazada firma, que curiosamente se podía leer
entre líneas."
Derechos de autor: Francisco Moroz