El baúl de los juguetes está cada vez
más vacío, lo vengo comprobando desde hace más de sesenta y cinco años.
La razón tal vez sea que los soldaditos
de plomo pasaron de moda y los tacos de madera perdieran sus colores.
Que las muñecas ya no lucieran sus sonrisas y su lustrosa apariencia, o que se extraviaran muchas de las piezas de puzzles
y mecanos.
El caso es que todo está cada vez más
vacío, hasta la casa lo está de toda la jarana infantil, de las carreras por el
pasillo y de las voces chillonas de aquellos niños que se fueron hace ya tanto
tiempo.
Solo mi cabeza sigue repleta de
recuerdos y de historias. Pero al contrario que los juegos y los paseos
disfrutados con hijos y nietos. Ahora, con tanta soledad, no tengo con quién
compartirlos. También yo me estoy quedando deshabitado como el baúl en el que se guardaban los juguetes.
Derechos de autor: Francisco Moroz